La doble cara de Trump: América Latina ya no sería el ‘patrio trasero’ que presumía EEUU

José Negrón Valera

No necesito a América Latina», afirmó Donald Trump en una reciente declaración que resonó en los círculos políticos y económicos de la región. Sin embargo, sus acciones parecen contar una historia diferente.
Desde presiones económicas hasta acuerdos estratégicos, la Administración Trump ha mantenido un pulso constante con los países latinoamericanos, especialmente en su intento por contener la influencia de China en la región.
Esta aparente contradicción entre las palabras y los hechos de Trump no es casual. Consultado por Sputnik, el periodista especializado en geopolítica, Ricardo Gallardo, considera que se está presenciando un cambio radical en la política exterior de Estados Unidos, marcado por una retirada estratégica de su hegemonía global y un enfoque neoproteccionista que redefine sus relaciones internacionales.

La presión sobre Panamá y la contención de Pekín

Uno de los ejemplos más claros de esta nueva estrategia es el caso de Panamá. En febrero de 2025, el Gobierno panameño anunció que no renovaría el memorándum de entendimiento con China para el proyecto de la Franja y la Ruta, una iniciativa clave para Pekín en la región. Este retroceso no fue casual. Según Gallardo, “Estados Unidos ha intensificado su presión sobre la región, interviniendo en procesos de licitación para evitar que empresas chinas obtengan contratos estratégicos”.
Panamá, dueña de uno de los pasos marítimos más importantes del mundo, el Canal de Panamá, se ha convertido en un punto clave en la disputa geopolítica entre Washington y Pekín.

«Asegurar y controlar las rutas comerciales del norte y sur —Groenlandia y Panamá— se vuelve prioritario”, explica Gallardo. «Esto no solo tiene un significado simbólico, sino que también refuerza el bloqueo contra Cuba y limita el avance chino en la región».

La decisión de Panamá de no renovar el memorándum con China no fue tomada en el vacío. Según analistas, la presión estadounidense jugó un papel crucial.
“Estados Unidos ha estado trabajando detrás de escena para asegurar que sus intereses en el Canal de Panamá no sean socavados por la presencia china”, señala Gallardo.
Este tipo de acciones reflejan una estrategia más amplia de Washington para contener la influencia de Pekín en América Latina, una región que históricamente ha sido considerada como el “patio trasero” de Estados Unidos.

El impacto de China en América Latina

China ha consolidado su presencia en América Latina a través de inversiones millonarias en infraestructura, energía y transporte. En Perú, el Puerto de Chancay, desarrollado por COSCO Shipping y la minera Volcán, representa una inversión de 3.500 millones de dólares. Este puerto, que se espera que sea uno de los más importantes de la región, es un claro ejemplo de cómo Pekín está expandiendo su influencia en América Latina.
En Colombia, un consorcio colombo-chino moderniza seis aeropuertos con una inversión de 200 millones de dólares. Este proyecto no solo mejora la infraestructura del país, sino que también fortalece los lazos comerciales entre Colombia y China. Además, proyectos como la Planta Solar Cauchari en Argentina, financiada por el Banco de Desarrollo de China, y la modernización de la Línea 1 del Metro de México, con una inversión de 1.863 millones de dólares, muestran el alcance de la influencia china en la región.
Estas iniciativas no han pasado desapercibidas para Washington. “Estados Unidos ha expresado su descontento por la participación china en proyectos estratégicos”, señala Gallardo. “En México, por ejemplo, presionó para limitar la participación de empresas chinas en la modernización del Metro y el Tren Maya. En Colombia, hizo lo mismo con las concesiones aeroportuarias”.
Estas acciones no son nuevas. Durante el primer Gobierno de Donald Trump, el entonces secretario de Estado, Mike Pompeo, visitó Chile para frenar las inversiones de infraestructura de compañías chinas. Estas preocupaciones también estuvieron presentes en el gobierno de Joe Biden, quien en 2022 lanzó la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN), que movilizó recursos significativos para mantener la influencia estadounidense en la región.

EEUU prefiere «relaciones pragmáticas»

Gallardo sostiene que lo que estamos presenciando no es simplemente el declive del imperio estadounidense, sino la construcción de un nuevo orden global posestadounidense.
“Estados Unidos ya no busca —o quizás ya no puede permitirse— vasallos incondicionales; en su lugar, prefiere relaciones pragmáticas que evolucionen según sus intereses actuales”, explica.
Esta retirada estratégica se manifiesta en acciones como la imposición de aranceles a aliados históricos, como México, Canadá y Colombia, y en la redefinición de lo que significa ser un “aliado” para Washington. Al final, de hecho, esas tres naciones lograron llegar a acuerdos para, finalmente, esquivar temporalmente los gravámenes que quería introducir Washington.
“Estados Unidos está optando por una retirada controlada de sus compromisos imperiales para concentrar sus recursos en prioridades nacionales fundamentales”, agrega Gallardo.
Este proceso puede interpretarse de dos maneras: como una decadencia ineludible o como una estrategia para evitar un colapso aún mayor en el futuro. En otras palabras, Washington está optando por una retirada controlada de sus compromisos imperiales para concentrar sus recursos en prioridades nacionales fundamentales, en lugar de verse obligado a una retirada más desordenada en una etapa posterior.

América Latina en la encrucijada

Frente a esta reconfiguración geopolítica, América Latina se encuentra en una posición delicada. Gallardo advierte que la región debe abandonar su papel subordinado en el sistema internacional y avanzar hacia una mayor soberanía económica y política.
“Es fundamental fortalecer los lazos con los BRICS y aprovechar la diversificación de socios comerciales”, afirma.
Además, el periodista enfatiza la necesidad de una integración regional real a través de mecanismos como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). “Solo mediante una mayor independencia en la toma de decisiones, América Latina podrá consolidarse como un actor geopolítico con voz propia en el mundo multipolar que se está configurando”, sostiene.
La región también debe impulsar políticas industriales y tecnológicas que disminuyan la dependencia de la exportación de materias primas y fomenten la agregación de valor en los productos regionales.
“América Latina necesita generar empleos y mayor desarrollo económico a través de la industrialización y la innovación tecnológica”, explica Gallardo. “La región debe estar preparada para navegar en este mundo multipolar con inteligencia y determinación. Sí, es el fin de una era, pero también el comienzo de una nueva”.
SPUTNIK

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