La dramaturgia del carnaval: una dialéctica de la cultura dominicana
Odalís G Pérez
La festividad popular que produce el carnaval particulariza una temática religiosa, política independientemente, tanto por la expresión de su mundo y de su mundo de abajo.
El etnólogo y folklorista Dagoberto Tejeda ha explorado la dramaturgia del carnaval con una enjundiosa obra con varios títulos que pueden titularse Carnaval dominicano. El estudioso dominicano ha recorrido el carnaval dominicano desde las fuentes coloniales de la isla española hasta hoy; con todas sus vertientes antropológicas danzables y musicales.
Esta enciclopedia de signos orales, corporales, textuales hace que el folklore dominicano cobre significación en toda la insularidad caribeña. El folklore nuestro es poético, figural, vocal y polisémico en toda la extensión semiótica de su cuerpo cultural.
Desde el período Colonial las fiestas populares y carnavalescas ocupan un lugar preponderante, no solamente en la historia popular, sino en los diferentes niveles testimoniales de la cultura histórica de la República Dominicana.
El carnaval dominicano ha sido en su evolución una manifestación de la artisticidad pero, también, la puesta en escena de las aspiraciones populares, así como de los sentimientos que conforman la sociedad y la identidad popular de lo que más tarde sería llamado “el pueblo dominicano”.
De ahí que en ciertas fechas denominadas ceremoniales, religiosas o patrióticas, la festividad popular que produce el carnaval particulariza una temática religiosa, política independientemente, tanto por la expresión de su mundo y de su mundo de abajo.
Estas escenificaciones del carnaval se constituyen como modelos populares y sociales del pueblo dominicano. La auto-presentificación, a partir del efecto de realidad configura un marco festivo en base al movimiento del cuerpo y la máscara, que conforman una estructura artística interior y colectiva desde el movimiento de la cultura movimiento dominicana.
Estos elementos constituyen un universo histórico y raigal identitario. El espacio de representación del carnaval será la ciudad y también el campo. Ambos espacios remiten a la composición urbana y rural que sirve de soporte al movimiento y función de “lo carnavalesco”, entendido también como parodia, sátira, gestualidad, mascarada y estallido cultural. Este impulso mediante la música y el baile conforman la artisticidad propia del carnaval dominicano.
Memorias, testimonios, cuerpos, así como reflejos históricos, encontramos en el carnaval de Santiago de los Caballeros, La Vega, Villa Vásquez, San Cristóbal, Cabral, Barahona y algunas zonas fronterizas, donde además, el carnaval dominicano admite formas y rasgos de influencias provenientes de fiestas mágicas africanas y antillanas.
La dramaturgia del carnaval según algunos investigadores dominicanos, entre los que se encuentran Carlos Hernández Soto y Dagoberto Tejeda, permite observar un proceso de puesta en escena cuyos elementos principales son los siguientes:
- Actores
- El lugar o comunidad
- El llamado
- El movimiento coreográfico
- La forma significativa
- El vestuario
- Los objetos mágicos
- Los textos simbólicos
- Las raíces ancestrales
- Los motivos rituales
- La música y el baile
- El texto dialogado
- Los demonios
- Las vírgenes
- Los grupos humanos y otros.
Estos elementos de puesta en escena carnavalesca, construyen la base de una dramaturgia mediante la cual, se instituye o constituye un universo temático-histórico y gestográfico-accional que necesariamente remite a signos y fuerzas populares.
Los elementos que crean, en proceso, la dramaturgia de carnaval, tienen una amplia significación etnológica folklórica y sociológica, que se explica en las diversas formas de representación artística, donde el espectador se integra a la acción participando de motivos rituales concretos que surgen de los motivos festivos y rituales concretos pero que surgen también de los motivos que originan los signos y sentidos del carnaval.