La Eurocopa, una señal de cambio
Raúl Bretón
Un ataque de histeria hubiese padecido Hitler si viera la actual selección multirracial alemana.
Un estado de perturbación profunda sentiría Franco al percatarse que los extremos del once titular español son Lamín y Nico, dos negros hijos de emigrantes, y para colmo, uno catalán y el otro vasco.
Si Jean-Marie Le Pen, histórico líder de la ultraderecha gala, viera que Mbappé, Dembelé y demás hijos de nacionales africanos son los protagonistas dueños del presente y futuro del fútbol francés, volvería a repetir aquella frase que una vez dijo: ‘Esta selección no me representa’.
De todas las selecciones que compiten en la actual Eurocopa solo las balcánicas y las bálticas resisten el empuje del jugador foráneo. Varias son las explicaciones pero eso es tema de otro análisis.
No sorprende la cantidad de jugadores de origen africano en la selección francesa. En su peregrinar de conquistas, Francia jamás se apegó de manera férrea a la moral calvinista tan arraigada en su cultura y se fue mezclando con los pobladores originarios de sus colonias, principalmente las africanas. Lo opuesto lo realizaron los ingleses, quienes en su creencia arrogante de sentirse seres superiores a los indígenas y demás civilizaciones conquistadas, rechazaron el mestizaje bajo el absurdo argumento de una supuesta degeneración cultural.
El tiempo se encargó de desmontar aquella entelequia y hoy el mestizaje de la selección inglesa es un reflejo de lo que ha estado sucediendo en esa sociedad durante las últimas décadas.
Según investigaciones estadísticas, para un país mantener una población estable necesita 2,1 hijos por matrimonio. Ningún país europeo cumple con esa cifra, por lo que están condenados al decrecimiento demográfico. Aqui la inmigracion juega un papel tan fundamental como determinante, a pesar de crecimiento de ideologías supremacistas que aún sueñan con una Europa como referente cultural, moral y económico para el resto del mundo, cuando ya se muestra como un parque temático dependiente, incapaz de producir bienes y con un comportamiento en cuanto a política exterior súbdito de Estados Unidos.
Europa necesitará en los próximos diez años al menos 50 millones de jóvenes de cualquier raza para poder sostener un estado social y económico que hoy comienza a mostrar síntomas de decadencia. Es un continente que necesita de la biología planetaria para su sobrevivencia, más allá de las pateras que semanalmente dicen rescatar guardacostas españoles y franceses en el Mediterráneo con decenas de jóvenes africanos que buscan una mejor vida, sin darse cuenta que son estos los que serán sus redentores.
La mezcla racial que muestran las selecciones europeas es una clara señal que ese viejo y agotado continente termina café con leche para su salvación, sin importar lo que digan u opinen los racistas de siempre.