La guerra contra China en América Latina

Jorge Elbaum

La pérdida relativa de poder de Estados Unidos a nivel global, sobre todo en lo económico y comercial, ha motivado una nueva Guerra Fría, esta vez contra la República Popular China. A diferencia de lo sucedido medio siglo atrás, cuando la confrontación se limitaba a la disputa militar e ideológica con la Unión Soviética, el actual conflicto se ubica en el propio terreno de la producción y en la disputa por el control de los mercados.

El neoliberalismo financiarista instituyó la falacia de una sociedad posindustrial mientras deslocalizaba empresas reubicándolas en territorios donde abundaba la fuerza de trabajo. China asumió el desafío de acoplarse a esa maniobra –que pretendía únicamente la maximización de los intereses occidentales– mientras apelaba al Shuai Jiao, el arte marcial de 4 mil años de antigüedad, consistente en aprovechar el ímpetu y la fuerza del oponente. El sudeste asiático se convirtió de esta forma en el epicentro de la manufactura industrial y en el área geográfica donde la productividad logra, en la actualidad, su máximo nivel.

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Washington se encuentra en una encrucijada. No puede desacoplarse porque muchas de sus empresas tiene inmensas inversiones en China y dependen de sus cadenas de valor global para la reconversión ambiental, sobre todo en relación a las tierras raras, las baterías, los autos eléctricos y los paneles solares. Mientras la productividad china no puede ser emulada por Occidente, el Departamento de Estado se ve compelido a cercenar, limitar o coartar los lazos de lo que considera su área de influencia (o su patio trasero) para impedir que Beijing siga prosperando.

La guerra contra China, de esa forma, asume ribetes híbridos al mismo tiempo que el Sur Global puja por articularse con los BRICS. América Latina y el Caribe, en esta lógica, son territorios que Estados Unidos busca desacoplar de Beijing. No parece que pueda lograrlo tan fácil. La paciencia, la humildad y la sabiduría son las bases del Shuai Jiao.

 

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