La identidad colonial y el pensamiento restaurador criollo en AL y el Caribe

Por Juan Carlos Espinal. Tanto la descolonización como las revoluciones transformaron drásticamente el sistema político dominicano. Así pues la organización social indígena fue destruida, al menos en su generalidad. De manera que pasaríamos a ser un pueblo de corte occidental. España nos transmitiría su lengua, religión, formas de vestir y comer, ganados e instituciones jurídicas y civiles, aun cuando carecían de capacidad como Estado para ser un imperio convirtiéndose pues, en una profunda contradicción que nosotros heredaríamos y por supuesto transmitiríamos de generación en generación, hasta llegar a lo que somos hoy.

Incluso en América, por ejemplo, donde la temprana descolonización añadiría una docena de nuevos estados . Sin embargo, lo importante de esto no era su número sino el enorme y creciente peso y presión demográfica que representaba en su conjunto.

Desde la primera revolución industrial y es posible que desde el Siglo XVIII este equilibrio se había inclinado a favor del mundo desarrollado. Esta explosión demográfica en los países de alta densidad como la República Dominicana despertó por primera vez una grave preocupación internacional a finales del Siglo 20. Nuestra población ha crecido desordenadamente y cada día los gobiernos locales son más deficitarios provocando subsidios estatales administrativos desde los gobiernos nacionales  con más nominas y gasto corriente que alimentar y con menos capacidad de producción.
La explosión demográfica del mundo pobre es elevada porque los índices básicos de natalidad suelen ser mucho más altos que los del mismo período histórico en los países desarrollados y porque los elevados índices de mortalidad que antes frenaban el crecimiento de la población cayeron a partir de los años setenta a un ritmo cuatro o cinco veces más rápido que el de la caída que se produjo en la Europa del siglo XIX. Y es que, mientras en Europa éste descenso tuvo que esperar hasta que se produjo una mejora gradual de la calidad de vida y del entorno. La nueva tecnología barrió con los países pobres en forma de medicinas y la revolución del transporte.
A partir de los años cincuenta las innovaciones médicas y farmacológicas estuvieron disponibles para salvar las vidas a gran escala, debido a la aparición de los antibióticos y algo que antes era imposible conseguir como el tratamiento al cáncer que contrastaba con el auge de las enfermedades neurológicas y cardio vasculares en los hombres de 40 anos. Mientras los dominicanos vivían más y mejor que décadas pasadas, las tasas de mortalidad se reducían verticalmente a tal punto que la población se dispararía aun cuando la economía y las instituciones fueran impredecibles.

De manera que la explosión demográfica es el hecho fundamental de nuestra existencia. Los gobiernos populistas trataron de estabilizar nuestra población con natalidad y mortalidad bajas con algún tipo de planificación familiar y economias locales deficitarias  creando mayores problemas de población. No podriamos resolver nuestros índices de pobreza en pocos anos o décadas aún cuando nos mantuviéramos creciendo.

Asimismo, nuestra sociedad se ha visto obligada a adoptar sistemas económicos derivados de nuestros conquistadores o amos imperiales. Así que, una minoría de pensadores políticos, de los que surgieron de las revoluciones sociales siguió el modelo de la privatización de los recursos naturales. En teoría, el mundo dominicano estaba lleno de intelectuales que pretendían convertir el estado en repúblicas parlamentarias con elecciones libres y de los que pretendían ser una minoría de teóricos quienes asumieron la idea de repúblicas democráticas populares de partido único.

En particular estas etiquetas indicaban como máximo en qué lugar de la escena internacional querían situarse las élites de los partidos políticos como solían reformarse nuestras propias constituciones y por los mismos motivos por los cuales se reformo.

En la mayoría de los casos, el pensamiento liberal entendía que el estado, en su desarrollo y expansión capitalista  carecería de las condiciones materiales y políticas necesarias para hacer viables el sistema político.

Esto sucedía incluso entre los militantes de los partidos, aunque la estructura autoritaria  hacía que el método resultase menos inadecuado en un entorno occidental que en las repúblicas liberales. Así, uno de los pocos ideales democráticos era la supremacía del partido sobre el ejército. De paso, los mecanismos de control capitalista se fueron perdiendo y las fuerzas armadas tendrían protagonismo semejante o incluso superior al poder civil.

Además, la intervención estatal en aspectos civiles provocaría el enriquecimiento asombroso de generales y oficiales medios. Estos recibían cuantiosos subsidios y suministros a través de las intendencias y en algunos de los casos existió mayores posibilidades políticas que nunca. A los militares se les mantendría alejados del poder civil gracias a la presunción de la supremacía civil a través del partido.

Las perspectivas de desarrollo fueron pocas y así la transición desde la dictadura a la democracia liberal se negociaría con Estados Unidos en 1965 con poco éxito bajo la égida de la intervención norteamericana y las constantes intentonas golpistas de unos oficiales al servicio del Departamento de Estado durante los períodos pos segunda guerra mundial. La democracia representativa sería abortada y nuevamente las brechas sociales y economicas se expandirían notablemente.

La amenaza de ingobernabilidad se mantendría aunque en los años setenta se producirían manejos todavía por explicar en las obscuridades de la infiltración de la CÍA en los servicios secretos de las Fuerzas Armadas dominicanas. Quizás sólo en los traumas de la descolonización los dominicanos llegaríamos a ser intolerantes y la tentación de retener el poder a la mala de parte de los políticos fue inútil al hundirse la economía y pronto caeríamos bajo el escenario de la confrontación social.

La guerra civil seriá el legado de la ausencia de estabilidad dejando recuerdos y cicatrices que aún medio siglo después no se han borrado. Los regímenes autoritarios como los de Balaguer sintieron afición por torturar a sus oponentes, dejando muchas madres solteras y padres sin trabajo hundiéndonos de cabo a rabo bajo el peso de nuestra propia responsabilidad.

De todos modos, para la oligarquia dominicana el más leve indicio de que los gobiernos del país cayeran en manos de los democratas garantizaba el apoyo del comando SUR  y como consecuencia no sólo se minó el sentimiento de autoestima sino que el vacío social y politico que se produciría pos 1965 influiría en la cultura autoritaria vigente en el siglo 21.

El desarrollo social y humano del desarrollismo capitalista ,1966-1978, dirigido o no por el Estado, no resultaba del interés inmediato para la gran mayoría de los dominicanos que vivían del cultivo de sus propios alimentos pues nuestras fuentes de ingresos principales eran uno o dos cultivos de exportación, café, plátanos o cacao, productos que suelen concentrarse en áreas geográficas muy determinadas. Así pues, emularíamos a los asiaticos pobres de la parte sur y a los indigentes africanos del Norte, quienes continuaban viviendo de la agricultura.
De manera que la visión occidental del campesinado dominicano estaba apenas iniciando una copia en calco de las migraciones en todo el continente, del área rural a las urbes, volcando sobre nuestras ciudades olas de desempleados  que en apenas dos décadas cambiarían las estructuras de Santo Domingo y Santiago. En algunas regiones fértiles  con una densidad poblacional no excesiva, como buena parte del Cibao, La Romana y Baní la mayoría de la gente se las había ingeniado para mantener un nivel de vida adecuado.
La mayoría de las ciudades con baja densidad poblacional y empleo aún precario, no necesitaban del estado dominicano, por lo general demasiado débil, y los habitantes de estas zonas prescindieron de los políticos y el poder, refugiándose en la autosuficiencia de la vida rural. Curiosamente, pocos países en procesos revolucionarios iniciaron la era de la independencia con mayores ventajas que los dominicanos aunque nosotros muy pronto desperdiciaríamos la capacidad geopolítica del entorno. La mayoría de nuestros campesinos era  para 1950 mucho más pobre que los del resto del continente y  estaban mucho peor alimentados. La presión demográfica sobre una cantidad limitada de tierra era más grave para la economía que nunca antes.

No obstante, nuestros gobiernos entendieron  que la solución a los problemas nacionales era el endeudamiento, el crecimiento económico sin desarrollo humano que les proporcionaba estándares societales similares a las clases medias norteamericanas. Generaciones enteras de planificadores hicieron cálculos  pretendieron asimilar que era mejor minimizar los riesgos antes que maximizar los beneficios.

Esto nos mantendría al margen de la revolución económica global que no sólo llegaría hasta los más excluidos en forma de camiones viejos, buses escolares, sandalias de goma, sino que, además , esta revolución capitalista tendió a dividir a la población de estas zonas empobrecidas entre los que actuaban dentro o a través del mundo de la escritura y de los despachos con Internet y los demás. En la mayor parte del tercer mundo dominicano y rural la distinción básica era entre la costa y el interior o entre la ciudad y los pueblos.

El problema radicaba en cómo los ciudadanos y el gobierno marchaban juntos hacia la modernidad en un país lleno de cultos y analfabetos, modernidad y primitivismo y un montón de estereotipos foráneos. Nuestras asambleas legislativas,  en lugar de anteponer la soberanía dominicana o los intereses nacionales se resarcían asimismo con el ensanchamiento de la deuda. Apenas habían licenciados incluyendo pocos doctores si es que existieron y muy pocos habían cursado estudios secundarios o superiores.

Por aquella época nuestro territorio poseía una población analfabeta.  Toda persona que deseaba ejercer alguna actividad o función publica dentro del gobierno nacional, en un estado pobre y aislado tenía que saber leer y escribir no por elemental educación básica sino por la carencia de este elemental principio básico. Pocos hablaban inglés, francés y esto se convertiría en un privilegio del que muy pocos disfrutaban. Es por ello que los dominicanos que vivían en zonas alejadas y atrasadas se dieron cuenta de la ventaja de tener estudios superiores aunque no pudieran compartirlos o tal vez porque no podían obtenerlos. Así, conocimiento equivalía literalmente a ser alguien, especialmente  en nuestro país donde el Estado es a los ojos de los ciudadanos una máquina que absorbía sus recursos y los distribuía entre sus empleados públicos.
Tener estudios era tener un empleo a menudo un empleo asegurado como funcionario medio y con suerte hacer carrera lo que permitía al ciudadano obtener sobornos y comisiones y dar trabajo a parientes y amigos. Un pueblo como el dominicano que invierte en los estudios de uno de sus jóvenes esperaba recibir a cambio ingresos y protección para toda la comunidad gracias al cargo en la administración que estos estudios aseguraban. En cualquier caso, los funcionarios que tenían éxito político eran los mejores pagados de toda la población. República Dominicana fue tan pobre que los servidores públicos se enriquecieron brutalmente. Incluso sus habitantes perderían la capacidad del ahorro y salario real.
Donde parecía que la gente pobre del campo podía beneficiarse de la ventaja de la educación u ofrecérsela a sus hijos el deseo de aprender era prácticamente universal. Estas ansias de conocimiento explican en gran medida la enorme migración del campo a la ciudad que despobló el agro y la capacidad productiva del país a partir de los años cincuenta. Y es que la ciudad resulta atractiva y ante todo ofrecía oportunidades de educación y formación de los hijos. La mentalidad vigente era que en la ciudad se podía “llegar a ser alguien”.
La escolarización abrió perspectivas más halagüeñas pero en nuestro país el mero hecho de conducir un vehículo moderno y poseer la piel clara podía ser la clave de una vida mejor. Lo primero que un campesino enseñaba a sus hijos y sobrinos era la esperanza de abrir el camino hacia un mundo moderno como la capital ya sea conduciendo un vehículo del transporte público o por el contrario crear un tarantín debajo de los edificios más modernos de la ciudad. Sin embargo, había un aspecto de la política de desarrollo económico que habría sido y resultaba atractivo ya que afectaba a las tres quintas partes o más de los campesinos que vivían de la agricultura: la reforma agraria. La consigna general de los gobiernos dominicanos fue la distribución de la tierra , aun cuando no significó la gran cosa, desde la división y el reparto de los latifundios, entre el campesinado y los jornaleros sin tierra, hasta la abolición de los regímenes de propiedad y las servidumbres de tipo feudal, desde la rebaja en los arrendamientos y sus reformas hasta la nacionalización y colectivización revolucionaria de la tierra, fracaso.
El agricultor dominicano apenas comenzaría a abandonar las cosechas y depredar los conucos. Es probable que jamás se hayan producido tantas reformas agrarias en una sola como en la década de los setentas donde casi la mitad del género humano se estaba dando cuenta que se hacían más pobres. No obstante, a pesar de la proliferación de las declaraciones políticas, República Dominicana tuvo demasiadas revoluciones, descolonizaciones o derrotas militares como para que hubiese una reforma agraria exitosa. Los argumentos a favor de la reforma agraria eran básicamente políticos para ganar  el apoyo del campesinado. En algunas ocasiones  aunque  la mayoría de reformadores esperaba conseguir un cambio social con el simple reparto de tierras a campesinos t y a peones que tenían poca o ninguna tierra.
De hecho, la producción agrícola cayó drásticamente luego de los repartos aunque la preparación del campesinado mejoró. Los argumentos favorables al mantenimiento de un campesinado numeroso eran y son anti económicos ya que en la historia del mundo moderno el gran aumento de la producción agrícola ha ido en paralelo con el declive de los mercados en la medida de la proporción de agricultores, en especial luego de la Guerra Civil de 1965. La reforma agraria, sin embargo, podía demostrar que el cultivo podía ser más eficiente y flexible sin intermediarios y que el latifundio practicado en tierras despojadas por militares, políticos y empresarios  se consideró una explotación capitalista que hizo que los productos llegaran más caros a los supermercados y con menos calidad a la población , debido pues, a los intermediarios

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