La Opinión de Tomas Castro Burdiez sobre el «Canto a Claudio» de Carlos Marquez

Ahora que el yo no cabe en el espejo de la crisis global y el desastre ecológico, hay que regresar a poemas como el Canto a Claudio, de Carlos Márquez, para que el torrente social se reencuentre con el verso.

No es casual que se logre en este poema de largo aliento, porque su autor tiene dos precedentes en los años 80, sus poemarios «Neruda en la gloria«, y «La taza de la tía».
En este canto a la memoria de un hermano, descubrimos nuestro rostro abofeteado por la globalización y por las cadenas de un libre mercado que apresa nuestra esperanza. A sabiendas de que la poesía sigue siendo humana, el poeta y escritor

Carlos Márquez, truena en memoria de su hermano Claudio, quien, quizás nunca escribió un verso, pero amaba la poesía tanto como él. Ambos aunaban sus voces para derramarla en las calles, para que en verso volviera a la multitud en un tiempo en que la libertad era un sueño.

Formaban un excelente par de declamadores, a tal nivel, de que antes de conocerlos y convertirme en otro de sus hermanos, escuché al Poeta Nacional, don Pedro Mir, decir que la mejor versión, o la preferida por él, de su célebre poema «Hay un país en el mundo», era la realizada por los hermanos Márquez.

Hablamos del poema social dominicano más popular de todos los tiempos, del cual se han hecho miles de interpretaciones. Por consiguiente, es un gran reconocimiento al talento de estos dos hermanos.

No me extrañaría que en el más allá de la poesía, ahora, eternamente juntos: El Poeta Nacional pueda escuchar la voz de Claudio, porque esta tierra no termina en el malecón, porque República Dominicana alcanzará grandes alturas, en las que se repetirá:

«Hay un país en el mundo,
colocado en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol..
» Y en medio de todo, el amor de hombres como Claudio Márquez, y otros que sin estridencias luchan por el engrandecimiento de nuestra nación, con fe en el porvenir de una justicia más social, en un milagro de los panes y en el final del cáncer de los desmanes que nos llevan como ganado al degüello.

Gracias, Carlos Márquez, por ser parte de los que luchan en la página, para devolverle a la poesía su rostro social, su tono época que marca los acontecimientos con los que el poeta, si es verdadero, siempre se verá de frente, como aconteció con César Vallejo y Miguel Hernández durante la guerra civil de España.

Los versos de ambos son la imagen más alta de aquel triste tiempo de sangre. Por eso no nos extraña la voz de Carlos Márquez, en el primer aniversario de la muerte de su hermano Claudio, y dando en la diana de nuestro tiempo:

«Entonces,
Yo, poeta errante atormentado,
agobiado de originaria acumulación
de capitales,
horrorizado por guerras
de carburantes sedientas,
asediado de agiotismos financieros,
golpeado por comoditis surcando cielos,
desgobiernos que van y vuelven,
declaro mi enojo.

» El poeta reniega al silencio, toma la palabra, la convierte en verso y la derrama en todas partes, interrogando en busca del porqué de la partida precoz de su hermano:

«Me rebelo inconforme contra los dioses.
Inconforme contra quienes
te asediaron por políticas razones.
Y maldigo, hermano, maldigo
la miseria humana» porque hay seres que ofenden al prójimo, a sus compañeros de lucha, pero contra viento y marea, contra látigo e infamia, se impone la dignidad de los hombres de principio a final de sus días:

«nunca pudo,
ni podrá ver lo que eres,
lo que fuiste y significas para este pueblo.
» Porque más allá de la vida física, queda la nobleza de un hombre a la altura de su tiempo. Es como si el poeta quisiera resucitarlo con sus versos:

«Ahora,
cuando se adentra la noche
con su lenguaje de silencio
amortiguando el sueño,
viene tu sonrisa
destilando el coraje de estas lágrimas,
los olores de esta pena”

El poeta insiste, reclama en lo incierto. Se resiste al silencio. Truena sobre todas las cosas:
«Es que te llamé, hermano.
Quise hablarte.
Te twittié, te envié mails,
quería saber si las invitaciones
te habían llegado.

Es que después de tanto hablarme,
de tantos artículos,
sueños, prosa y poesía,
ahora, sólo me has cantado
volviendo a sumergirte en el silencio,
y… te digo,
Claudio, hermano,
ese silencio me disgusta,
y no me deja entender
por qué te has ido,
y que Dios
tan a destiempo te haya llevado.

» Creo que Claudio Márquez, perpetuamente seguirá con nosotros en la gloria del verso de su hermano. Ese es su mejor homenaje. A quienes lo conocimos nos parece verlo con su sonrisa de niño grande, pura. En particular, sospecho que Dios, como nosotros ayer, ahora disfruta la gracia de este hijo de su bienaventuranza.

TOMÁS CASTRO BURDIEZ

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