La solidaridad hace milagros
Leonel Nodal
La cooperación entre Cuba y Venezuela en la asistencia médica y de salud es la máxima expresión de humanismo y solidaridad emprendida por ambas naciones en África, América Latina y el Caribe.
La muestra más visible y conmovedora se puso en marcha un día de julio que no podemos olvidar, hace ahora 20 años. Los resultados están literalmente… ¡a la vista!
El 9 de julio de 2004 el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, visitó el Hospital Ramón Pando Ferrer, sede del Instituto Cubano de Oftalmología (ICO) y planteó la posibilidad de comenzar la Misión Milagro, a partir del día siguiente.
Así lo relató en varias ocasiones el doctor Marcelino Río Torres (fallecido en julio de 2023) quien se desempeñó durante 27 años como director del ICO. La respuesta no podía ser otra que un SÍ rotundo, a pesar de encontrarse el Centro en proceso de reparación capital.
Los primeros 50 pacientes que se beneficiaron con el proceder quirúrgico llegaron el 8 de julio, procedentes de Venezuela, tras ser diagnosticados sus problemas visuales por los médicos cubanos de la Misión Barrio Adentro, y el día 10 comenzaron las operaciones.
En poco tiempo los profesionales de la Isla superaron las cirugías previstas y tres meses después, 14 mil latinoamericanos se habían atendido tanto en el «Pando Ferrer» como en centros de las provincias de Holguín, Camagüey y Santiago de Cuba.
¡Increíble! ¡Qué buena noticia! Pensé entonces, al recordar varios casos de abuelos y abuelas de amigos, a los que ví quedarse totalmente ciegos, sin remedio, retirados en algún rincón de la casa, como muebles inútiles.
En aquel momento no podía imaginar que 20 años después sería uno de los beneficiarios de aquella atrevida decisión, y mucho menos que sería atendido personalmente por algunos de los fundadores y protagonistas de aquella hazaña, nada menos que en mi ciudad natal de Camagüey, a casi 600 kilómetros de la capital cubana.
A ese grado de expansión y profundidad ha llegado el impulso inicial que le dieron Fidel Castro y Hugo Chávez al ambicioso programa de llevar los más sofisticados métodos de tratamiento de enfermedades oculares hasta los más remotos parajes de Cuba, el Caribe y América Latina.
Aquellos días de julio de 2004 marcan el inicio de la Misión Milagro, una iniciativa sin precedentes que se propuso saldar la deuda social acumulada hasta ese momento en materia de asistencia oftalmológica en los sectores más desfavorecidos de Nuestra América.
Ante esa extendida situación de personas ciegas por una enfermedad curable, detectada por los médicos cooperantes cubanos en Venezuela, el gobierno de la Revolución Bolivariana dirigida por Chávez decidió emprender una verdadera cruzada milagrosa, que se haría extensiva a naciones vecinas. Una muestra de amistad y solidaridad. Un elemento clave en su nueva política de Relaciones Internacionales.
Compromiso en Vuelta Abajo
El 21 de agosto de 2005, en la Plaza Bolívar de la urbanización Villa Bolívar, en el municipio de Sandino, Pinar del Río, donde se edificaron unas 150 viviendas con la asistencia técnica, material y humana del gobierno venezolano para las familias damnificadas por los huracanes que azotaron esa región del oeste cubano, se registra un hecho inusual de trascendencia mundial.
Hugo Chávez transmite a toda Venezuela desde la famosa zona tabacalera de Vuelta Abajo, en lo más occidental de Cuba, su programa de televisión «Aló Presidente» número 231. Lo acompaña el Comandante Fidel Castro, como invitado especial.
Chávez anuncia a los oyentes que esta emisión coincide con la operación del paciente Angel Quintero, el número 50 mil de la Misión Milagro.
A partir de agosto de 2005, tras la firma del Convenio Sandino, comenzaron a realizarse las intervenciones en distintos centros de salud cubanos, para atender tanto a pacientes venezolanos como de países hermanos.
Diez años después, aquella iniciativa había beneficiado a casi dos millones 600 mil personas de 34 países. En ese momento estaban en funcionamiento 43 centros oftalmológicos, establecidos en 13 Estados, con 55 posiciones quirúrgicas.
En 2004 Cuba tenía 619 oftalmólogos y en 2014 la cifra aumentó a mil 914, asimismo, al iniciar la misión solo ocho cirujanos realizaban la cirugía de cataratas por la técnica de facoemulsificación en La Habana.
En 2012 se habían capacitado en el proceder a 86 oftalmólogos del país y 250 en la técnica de cirugía de cataratas por microincisiones sin sutura.
Las cirugías realizadas en esos años correspondieron principalmente a catarata −causante del 50 por ciento de la ceguera en Cuba y el mundo y primera afección de ceguera recuperable− y en menor medida se efectuaron operaciones por pterigium (carnosidades), estrabismo, glaucoma y enfermedades de la retina.
Tras los pasos de Finlay
La doctora que me atendió en estas últimas semanas de junio y princios de julio, la oftalmóloga Celia Cabrera Pérez, una renombrada especialista en Cirugía Plástica Ocular, del Hospital General Docente «Manuel Ascunce Domenech» de Camagüey, nació en la vecina provincia de Las Tunas.
Allí estudió la Licenciatura en Medicina, entre 1981 y 1987, en la Facultad de Ciencias Médicas Zoilo Marinello Vida Urreta, una filial de la Universidad de Ciencias Medicas de Camagüey.
En los siguientes 10 años vence la especialidad de Medicina General Integral (MGI) ejerce en un Consultorio de Médico de la Familia, en un Policlínico, y ocupa responsabilidades en la Dirección Municipal de Salud de Puerto Padre, en su natal Las Tunas.
En el 2001 parte en Misión Internacionalista a Gambia, en África, hasta 2003, y de allí a Venezuela, como una de las primeras integrates de la Misión Barrio Adentro, hasta 2005.
Su regreso a Cuba ese año coincide con la puesta en marcha de la Misión Milagro y se siente muy dichosa -me cuenta- porque le habían otorgado la soñada posibilidad de hacer la especialidad de Oftalmología.
Fidel les dice a los que regresan de Venezuela que 13 de cada provincia serán seleccionados para estudiar Oftalmología y cada una de sus ramas específicas. Ella sueña con ser cirujana.
En los primeros meses se incorpora al equipo médico que realiza las operaciones de la Misión Milagro en el Centro Oftalmólogico de Camagüey. Su vínculo con la llamada Ciudad de los Tinajones se afianza y terminará por volverse definitivo, tras contraer matrimonio y establecer su residencia familiar aquí, despues de graduarse de Oftalmóloga en Las Tunas, en la especialidad de Cirugía Plástica Ocular.
Tal vez hay una razón desconocida, un imán particular, ignorado incluso por nativos de esta legendaria urbe, fundada hace 510 años por los españoles con el nombre de Santa María del Puerto del Principe.
Estudios académicos revelan que «la Oftalmología comenzó a ejercerse en Cuba, de forma continuada, en la década de 1830 y entre los primeros que la practicaron estuvieron José María González Morillas y Eduardo Finlay Wilson. Este último, médico escocés, se instaló en Puerto Príncipe, hoy Camagüey, para ejercerla».
En esta ciudad, tres años después, el 3 de diciembre de 1833, nace su segundo hijo, Carlos Juan Finlay Barrés, quien siguió los pasos de su padre al hacerse oftalmólogo, y más tarde llega a ser investigador por excelencia, definido como el científico cubano, gran benefactor de la humanidad.
Finlay Barrés legó magníficos trabajos oftalmológicos, muchos de ellos recogidos en las Obras Completas de Finlay, tales como Extracción de cataratas, Reflejo palpebral, Tétanos en los traumatismos oculares y Cuerpo extraño en el ojo. Asimismo escribió un folleto titulado Semiología e Higiene Ocular, que se editó postmortem para alumnos de la Escuela de Optometría en 1939.
Su hijo Carlos Eduardo Finlay Shine fundó en 1905 la cátedra de Oftalmología de la Universidad de La Habana.
20 años de continuos milagros
En el año 2021, cuando la pandemia de COVID-19 hacía estragos en todo el mundo, empecé a quedarme ciego, debido a una catarata que no me operé en el mejor momento y postergué por demasiado tiempo. Cuando llegó el momento preciso, los salones de operación oftalmológica estaban cerrados temporalmente.
Hasta julio de ese año, en 17 años, la Operación Milagro había devuelto la visión o mejorado la calidad de vida a más de tres millones 177 mil personas de 34 países.
La mayor de las Antillas prosiguió la colaboración en varias naciones a través de los centros oftalmológicos creados en América Latina, el Caribe y África, a la vez que ratificó su apuesta por mantener la calidad de la salud ocular de los cubanos y prevenir la ceguera.
Según la Organización Mundial de la Salud, a fin de controlar la ceguera curable se deben realizar tres mil cirugías de cataratas por cada millón de habitantes. Cifras oficiales indican que Cuba logró cumplir ese promedio a partir de 2013, un resultado que mantuvo hasta el momento de llegada de la pandemia, en 2019.
Entre diciembre de 2021 y febrero de 2022, en dos sesiones diferentes, logré operarme ambos ojos y recuperar la visión. Me convertí en uno de los 235 mil 843 pacientes operados de cataratas en el «Hospital Pando Ferrer» de La Habana hasta ese año.
Oftalmología de lujo en Camagüey
A principios del año pasado tuve el privilegio de ser beneficiario de una cirugía terapéutica de párpados, a fin de completar la recuperación completa de la vista, tras ser operado de catarata.
El milagro de recobrar la visión después de llegar a estar ciego se inició en La Habana, donde resido hace años, y se completó en Camagüey, mi ciudad natal, lo que me llenó de orgullo.
Nunca imaginé que el Hospital Provincial Universitario Manuel Ascunce Domenech, tuviera un Servicio Oftalmológico de tanto nivel como el que ví con mis propios ojos.
Quedé asombrado al recorrer el área oftalmológica, inaugurada en 2006, por su inmaculado espacio, el equipamiento técnico y el nivel médico y científico.
Nos impresionó el excelente estado de los equipos, el mobiliario y todos los recursos de los salones de operación, que cuentan con siete posiciones quirúrgicas. Según los datos compilados, de enero a mayo de este año habían realizado dos mil 208 operaciones.
La Dra. Arlettys Ríos Díaz, camagüeyana, graduada en 1996 en la Universidad de su ciudad, la directora desde 2022, cuenta ya con una larga y exitosa carrera en cargos de dirección hospitalaria, lo que salta a la vista al observar su desempeño.
Ella nos explicó que atienden retina, neuro oftalmología, glaucoma, oculoplastia, cirugía refractaria, catarata, córnea, y baja visión.
Aquí ofrecen los servicios de Consulta externa y Urgencias las 24 horas, Hospitalización, Cirugía y Docencia. Todos los especialistas son docentes de estudiantes de quinto año de medicina. En la actualidad tiene 25 médicos residentes, de ellos dos extranjeros, que cursan tres años de la especialidad. Unos 20 mil pacientes son atendidos cada mes. Personas de toda la provincia e incluso de otras vecinas, a veces con graves lesiones por accidentes en el campo, fábricas y otras labores.
Desde la recepción hasta la salida pude apreciar un trato esmerado y sensible por parte de todo el personal médico, enfermeras, técnicos y auxiliares.
Como ángeles caídos del cielo
Nuestros médicos y médicas dan testimonio diario de amor y amistad en su país y en infinidad de naciones, donde se entregan con ejemplar dedicación a salvar vidas, curar dolencias, devolver la visión, como hacen los oftalmólogos, esos magos y hechiceras de la legendaria Operación Milagro, que a diario aportan talento, inventiva, sacrificios, en su noble atención.
Millones de personas han recobrado la visión gracias al amor que ponen a su obra, especialmente las mujeres, que le impregnan la delicadeza y dulzura que hace olvidar el dolor.
Un ejemplo del que doy fe con los ojos cerrados es la doctora Celia Cabrera Pérez, ángel de la guarda de ese inapreciable tesoro de la visión, que sus pacientes confían a sus manos dotadas de una sabiduría excepcional nacida de la bondad y el amor.
Desde el año 2007 pude apreciar con mis propios ojos el impacto humano, social, de la presencia de un Centro de la Operación Milagro en la provincia de Herrera, en Panamá, con numerosa presencia de población indígena y de escasos recursos.
Así ocurría en otros sitios por donde transité antes en América Latina, África y Medio Oriente (Etiopía, Aden, Irak) donde los médicos cubanos eran vistos como dioses caídos del cielo.