La teoría del caos, efecto mariposa y doctrina del shock en Trump

Haivanjoe NG Cortiñas

Pasado el día uno que marcó el inicio de la nueva era de la administración del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, el 20 de enero, desde entonces a la fecha, ha firmado 26 órdenes ejecutivas, de un centenar que tiene en carpeta, conforme a su propio anuncio, las que abarcan distintas áreas como la migratoria, frontera, comercio, indultos, construcción del muro en la línea geográfica que lo separa con México, el caso TikTok, organización del gobierno, sobre la censura, salida de la Organización Mundial de la Salud, diversidad y género, inflación, clima, energía, la salida del Acuerdo de Paris, entre otras, en adición a las pendientes.

De repente podríamos pensar que se está fundando a una nación o reconstruyendo, luego de catástrofes naturales o bélicas, de dimensiones inimaginables, pero no lo es, lo que se produjo fue un rutinario cambio de gobierno, el número 47 en la historia presidencial de los Estados Unidos, desde que George Washington ocupó el cargo en el año 1789 a la fecha. Lo que si se puede apreciar en la administración de Trump es el advenimiento de políticas públicas neoproteccionistas, en oposición al libre mercado en el contexto internacional, aunque no aparente estar en contra.

Cuando en el siglo XVI surgían los Estados/naciones, el proteccionismo aparecía como una conveniencia para que la actividad productiva local lograra desarrollarse, sin la presencia amenazante de la competencia internacional, por lo que, se constituía en una necesidad para las nacientes naciones y su aparato productivo de la época, pero luego, ya para el siglo XIX, el proteccionismo constituía un freno para el desarrollo, obstáculo que ofreció espacio para el surgimiento de la teoría del libre mercado, que posteriormente fue sofisticándose hasta alcanzar lo que se conoce como el neoliberalismo económico.

El libre mercado, ya con esplendor y fundamentado en robustos análisis impulsado por el economista estadounidense, Milton Friedman, continuaba expandiéndose con algunos casos de notables éxitos, mismos que dieron origen a que la periodista canadiense, Naomi Klein, comenzara a develar en su libro La doctrina del shock -publicado en el 2007 y traducida a 28 idiomas-, que el auge del capitalismo era promovido por el desastre, sugiriendo una teoría, la doctrina del shock, que explica que los países que son presentado como modelos de libre mercado, corresponden a resultados de políticas deliberadas de choques, que provocan conmoción y hasta confusión, escenario ideal para las reformas, especialmente las que no son populares.

Ahora que la socióloga suiza, Jennifer Walter, se ha referido a las órdenes ejecutivas de Trump en sus primeros días como presidente, llama la atención de que el propósito es producir agobio y lo fundamenta en la doctrina del shock de Naomi, utilizando la promoción del caos y la crisis para provocar cambios, aprovechando que la población se desorienta ante la avalancha de órdenes ejecutivas que abarcan áreas más allá de la carta de colores, a fin de llevar a la gente al límite cognitivo, sobrecargándolo de información y datos y quedando que los ciudadanos se tornen pasivos y desorientados. Siguiendo la línea de Walter, la colocación de la agenda pública para la nueva administración norteamericana, con la alta cantidad de órdenes ejecutivas en pocos días, hacen que entre ellas compitan en forma simultánea por la atención pública, pero con el conocimiento de que los medios de comunicación y la propia gente son incapaces de poder conocerlas, entenderlas y hasta asumir posturas, lo que se traduce en una dispersión de voluntades que impide la sinergia. Para esta opinión, el neoproteccionismo de la mano con el nacionalismo, es el fin estratégico que procuran las políticas públicas que implementa la nueva administración estadounidense, que aprovecha el sentimiento de los ciudadanos para inclinarse en forma natural a favor de su territorio, símbolos y riquezas, al tiempo que, al dirigir sus posturas lo hace con el conocimiento de que, como nación hegemónica, sus ciudadanos quieren continuar sintiéndose grande y hasta superior a los demás. Solo escasos y pequeños grupos sociales pueden oponerse en forma frontal, los de la comunidad LGTB y los medioambientalistas, en contraposición a los inmigrantes irregulares/ilegales, que no podrán realizar presión, por su condición que lo hace hasta ocultarse para no ser visible y terminan anulándose.

Los que impulsan el neoproteccionismo, con el conocimiento de la importancia de cómo manejar la psicología colectiva abordada en la doctrina del shock, también se amparan en el efecto mariposa que desarrollara y expusiera el estadounidense matemático y meteorólogo, Edward Norton Lorenz, cuando indicaba que un pequeño movimiento podía generar una actividad de gran magnitud. Anular la reacción social y hasta de naciones, sin importar lo minúscula que pueda ser, es limpiar y allanar el camino para que la agenda pública curse con los menores tropiezos posibles y alcance los objetivos propuestos, en el menor tiempo posible.

De igual manera, los propulsores del neoproteccionismo, con el conocimiento de la teoría del caos -difícil de identificar un autor- por el aporte de muchos matemáticos y físicos, también hacen uso de la teoría, en la iniciativa de impulsar la agenda pública de Trump. Ellos saben que los acontecimientos y fenómenos no son lineales, que son complejos y que su predicción es difícil, pero también, están conscientes de que bajo un modelo administrado y controlado, la predicción no es fortuita, sino casuística y previsible; de ahí que, aprovechándose de la confusión que implica el caos administrado, ponen a correr la agenda neoproteccionista, con el deliberado propósito de volver a la economía de los Estados Unidos al liderazgo de antes y que sus ciudadanos no se degraden, ante un modelo de libre mercado entre naciones, que ha perjudicado la participación e influencia en el resto del mundo.

Aplicar un 10.0 % de aranceles a las importaciones provenientes de China, México y Canadá, tiene el objeto de equilibrar el flujo comercial entre la economía norteamericana y los referidos países, frenar la inmigración irregular y la entrada de drogas ilegales. Con otros fines, restringir la migración para que los puestos de trabajo sean reservados para los estadounidenses y, simultáneamente, reducir la delincuencia, en adición a promover la reducción impositiva interna a fin de propiciar el regreso de sus inversiones e industrias desde otros países, al tiempo de reducir la inflación interna, son objetivos, entre otros, que pocos ciudadanos en los Estados Unidos de América no querrán.

Marginalmente, retomar territorios que antes estaban bajo su administración, como es el caso del canal de Panamá, incorporar el territorio de Canadá al de los Estados Unidos y comprar a la isla de Groenlandia, es el aderezo para demostrar que en vez de achicarse o estancarse, crece, demostración de que no se agota, por el contrario, se expande como en otros tiempos sin globalización ni grandes cadenas de comercio y actividad productiva segmentada, pero integrada.
Para concluir la película, falta por ver la reacción de los que más están en condiciones de hacer que el aleteo de la mariposa provoque efectos improbables, pero esperados, ante el hecho de que uno de los países de los que menos puede, Colombia, se quedó en el intento y solo duró 12 horas para que le hicieran cambiar de posición, con el anuncio de un 25.0 % de aranceles y a la semana subiría a un 50.0 %, de no recibir a los repatriados. El nuevo proteccionismo parecería que no tiene rival a lo interno y a lo externo, no muchas son las esperanzas.

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