La triste realidad del periodismo

Por Tony Pérez

En ese escenario de escalofríos predomina una extrema fascinación por la cámara, el micrófono, el smartphone, las luces, la edición, la dramaturgia, la adoración a las plataformas digitales, sobre todo Ig y X.

La Fundación Gabo, antes Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano -FNPI-, iniciativa del nobel de literatura Gabriel García Márquez (f), acaba de colgar en Facebook un post memorable, titulado: “¿Todólogos o periodistas?”.

Comenta: “En la actualidad se espera que los periodistas hagan de todo: grabar y editar vídeos, diseñar piezas gráficas, gestionar campañas digitales, administrar páginas web… y la lista sigue creciendo…

Pero la verdadera labor del periodismo es otra: investigar, narrar y difundir información veraz y de interés público, con rigor y ética, para generar impacto en la sociedad…

Es hora de dejar atrás el mito del periodista multitarea. Porque el periodismo de calidad necesita equipos especializados, no profesionales sobrecargados.

Nada nuevo contiene lo advertido por esta prestigiosa entidad orientada a la excelencia periodística, nacida en Cartagena de Indias, Colombia, con operación desde Bogotá, capital de ese país sudamericano.

En las aulas universitarias de comunicación, durante tres décadas, jamás me cansé de advertir sobre la tendencia de instrumentalización del profesional de la comunicación con la sobreestimación de las tecnologías a la par del desprecio por las historias, porque -según mi punto de vista- tal situación implica desdibujamiento de la profesión, cualquierización y, por tanto, crisis de buen periodismo.

La Gabo remarca, sin embargo, una situación pertinente de creciente preocupación en círculos académicos en tanto cada día gana adeptos y ya es moda, pese a los nefastos resultados. Valga una mirada crítica.

Se refiere al periodista multitarea, el todólogo, que -al final- es una apuesta a la banalidad y la superficialidad, es decir, a la enajenación de la sociedad en tanto en cuanto, por la descontextualización de los hechos, sustrae la posibilidad de comprenderlos a una la sociedad sin adiestramiento en lectura crítica de mensajes.

El panorama gris actual entraña la apropiación de la idea tecnofílica (integrados tecnológicos, diría Eco), la cual, en el ámbito manifiesto, evidencia una mitificación de las tecnologías al superponerlas al humano y al periodismo.

Y en lo subyacente discurre una razón económica (menos personal, menor costo; menos conflicto de intereses) y otra ideológica (menos roce con las colindancias económicas, políticas, religiosas).

Tal entramado se solapa en el discurso de la falta de tiempo para profundizar y en la cuestionable postura de que “la juventud de hoy no lee”.

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