Las campanas doblan por el hambre en el mundo

Oscar Redondo. Roma (Prensa Latina) ¿Por qué se invierten 700 mil millones de dólares cada año en gastos militares y no se invierte una parte de estos recursos en combatir el hambre?, preguntó aquí, el 16 de noviembre de 1996, el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro.

Esa interrogante, aún sin respuesta, fue formulada por el Comandante en Jefe durante la cumbre mundial efectuada en la sede de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Fidel en la FAO

A 26 años del histórico discurso, el 4 de diciembre de 2022 el papa Francisco expresó, en coincidencia con ese pensamiento de Fidel, que “si no se hicieran armas durante un año, se acabaría el hambre en el mundo”.

En septiembre de 2015,  la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó una resolución en la que los países miembros reconocieron como el mayor desafío del mundo actual erradicar la pobreza y el hambre, por lo cual se adoptó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, con 17 objetivos y 169 metas.

El cumplimiento del segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS2), de “Hambre Cero”, y del tercero (ODS3), relativo a “garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos a todas las edades”, constituyen propósitos principales de la FAO.

Sin embargo, en el último informe de ese organismo sobre “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición” (julio 2022), se reconoce que en el mundo se produjo un retroceso en esos esfuerzos.

Ese reporte revela que en 2021 unos 828 millones de personas padecían hambre, 46 millones de personas más que el año anterior y 150 millones más que en 2019, una tendencia que se mantuvo en 2022.

hambruna 2021

De acuerdo con el documento, el flagelo afecta al 9,8 por ciento de la población mundial, un sensible incremento en relación con los 8,0 puntos porcentuales registrados en 2019.

Respecto a ese año, anterior al inicio de la pandemia de la Covid-19, aumentaron en 207 millones las personas que afrontan niveles graves de inseguridad alimentaria las cuales, según los últimos datos, suman 924 millones de personas, el 11,7 por ciento de la población.

Por otra parte, se calcula que en el planeta unos 45 millones de niños menores de cinco años padecen emaciación, la forma más mortífera de malnutrición, la cual aumenta hasta 12 veces el riesgo de mortalidad infantil.

El presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, Gilbert F. Houngbo, señaló que “son cifras deprimentes para la humanidad. Seguimos alejándonos de nuestro objetivo de acabar con el hambre de aquí a 2030. Lo más probable es que los efectos de la crisis alimentaria mundial vuelvan a empeorar el resultado el próximo año”.

Entre las causas del grave problema citó la crítica situación económica y financiera internacional, agudizada en 2020 con la pandemia de la Covid-19 que aún afecta al mundo, y agravada en 2022 tras el conflicto entre Ucrania y Rusia.

La nueva escalada de los precios internacionales de los alimentos empezó a mediados de 2020, impulsada principalmente por el comportamiento de los precios de los aceites vegetales y los cereales, entre otros productos, pero se esperaba que la presión inflacionaria fuese transitoria.

Sin embargo, si bien la pandemia tuvo un sensible impacto en materia logística, el enfrentamiento bélico entre Kiev y Moscú generó disrupciones en sectores de productos básicos, que empeoraron considerablemente los problemas alimentarios del planeta.

Ambas naciones se encuentran entre los proveedores de productos agrícolas más importantes del mundo, pues de conjunto suministraron en 2021 el 12,0 por ciento de las calorías comercializadas y, en el caso del trigo, ambos países representaron alrededor del 30,0 por ciento de las exportaciones mundiales.

También a modo de ejemplo, la participación de ambas naciones fue de aproximadamente un 20,0 por ciento del mercado mundial de maíz y del 55,0 por ciento en el caso del aceite de girasol en ese año.

Al respecto,  el director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA), David Beasley, expresó que “la subida global de los precios de los alimentos, el combustible y los fertilizantes como consecuencia de la crisis en Ucrania, amenaza con abocar a países de todo el mundo a la hambruna”.

El índice de dichos precios, según cálculos de la FAO, subió en términos reales 64 puntos entre junio de 2020 y marzo de 2022, cuando alcanzó su máximo nivel histórico de 156,3 puntos, y aunque bajó 23,3 puntos entre marzo y octubre de 2022, se mantiene en un nivel considerablemente más alto que en las décadas pasadas.

EL HAMBRE, ESCÁNDALO DE NUESTRO TIEMPO

Con el propósito de analizar en profundidad estos temas, entrevistamos a los embajadores Tomás Duncan, de Panamá y Mario Arvelo, de República Dominicana, dos importantes expertos que representan a sus respectivos países ante la FAO.

El embajador Duncan enfatizó que debido a la pandemia de la Covid-19 y el conflicto en Ucrania, “actualmente la humanidad se encuentra en un estado de retroceso de los avances alcanzados en el pasado para la reducción de la prevalencia de la subalimentación”.

Ante esta grave situación, los Estados Miembros de la FAO “deben utilizar el foro de manera más constructiva, para abordar y plantear soluciones a través de medidas y políticas que atiendan a poner fin a ese flagelo”.

En tal sentido, apuntó, esa organización debe continuar las “políticas de planificación coherentes para desarrollar sistemas alimentarios que garanticen las cadenas de suministros y permitan el acceso de esos recursos a todo el mundo, en especial a las personas pobres y más vulnerables”.

Por su parte, el embajador Arvelo señaló que el hambre “es el escándalo de nuestro tiempo”, y enfatizó que “existe un volumen de alimentos más que suficiente para nutrir a todos los habitantes del planeta, pero no todas las personas tienen acceso a la comida existente: sobreviven en los márgenes de la sociedad”.

La FAO, añadió, “está llamada a jugar un papel protagónico” en la lucha contra el flagelo, y su papel debe ser “catalizador” pues “está llamada a identificar con creciente precisión los canales que conectan las fuentes del saber con quienes diseñan e implementan políticas, superando barreras generacionales y burocráticas”.

La pandemia de la Covid-19 “desnudó las fallas estructurales en los sistemas alimentarios y, al mismo tiempo, nos enseñó que podemos introducir cambios radicales en el modo de alimentarnos”.

Otro reto, continuó, no del todo nuevo cuyas consecuencias negativas crecen cada día es el cambio climático: la incidencia de fenómenos meteorológicos extremos de enorme poder destructivo pone en jaque la seguridad alimentaria y obliga a la FAO a sumar su voz a otras agencias internacionales”.

Sobre el conflicto en Ucrania manifestó que tiene “consecuencias imponderables, pues la caída del volumen de granos y fertilizantes en los mercados globales, además del consecuente aumento y volatilidad de los precios, representa una amenaza a la seguridad alimentaria”.

Esta situación “podría extenderse a mediano y largo plazo, poniendo en riesgo la vida de millones de personas, sobre todo mujeres y niños en el Sur Global”, subrayó.

Las metas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible relacionadas con la seguridad alimentaria y la nutrición no podrán alcanzarse mientras en el mundo existan sectores poblacionales con niveles de malnutrición que, como mínimo, duplican los promedios nacionales.

Es precisamente en los territorios históricamente rezagados donde las políticas públicas impulsadas muestran un menor impacto y donde es apremiante generar una nueva agenda de instrumentos públicos que atiendan a las características de las habitantes de las comunidades.

Los actuales niveles de hambre, inseguridad alimentaria y de las distintas formas de malnutrición reflejan lo lejos que se encuentra aún la FAO de cumplir, antes de que finalice la tercera década del siglo XXI, los ODS para garantizar el derecho humano a una alimentación y salud adecuadas.

En una carta dirigida el 4 de octubre último al director general de la FAO, Qu Dongyu, en ocasión de la Jornada Mundial de la Alimentación, el papa Francisco se refirió a la necesidad de que “las intervenciones para erradicar totalmente el hambre y la malnutrición sean planificadas y programadas”.

No pueden ser «simplemente la respuesta a carencias circunstanciales o llamamientos lanzados con motivo de emergencias”, subrayó el Sumo Pontífice.

La actual situación y los aciagos pronósticos recuerdan las palabras de Fidel Castro en su discurso de 1996 ante la FAO, cuando dijo que “las campanas que doblan hoy por los que mueren de hambre cada día, doblarán mañana por la humanidad entera si no quiso, no supo o no pudo ser suficientemente sabia para salvarse a sí misma”.

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