Leonel vs David: la apuesta de hoy hacia el 2028
Por José Francisco Peña Guaba
En tiempos de infocracia, es casi una osadía o atrevimiento el pronosticar sucesos para los cuales faltan todavía tres años, mucho tiempo para no entender que muchas cosas pudiesen cambiar, porque la era digital está transformando sociedades y nosotros en Dominicana no tenemos por qué ser la excepción.
Solo que cuando se va a analizar la política y los posibles escenarios electorales, hay que tomar en cuenta otros factores más allá de la percepción que crean las redes sociales y las encuestas contratadas, muchas veces para beneficiar a los interesados. Pero no se debe ser superficial en el análisis, y hay que tomar en cuenta otros decisivos componentes: la historia e idiosincrasia del pueblo, los intereses sectoriales y particulares, más los necesarios recursos económicos, que son elementos fundamentales para poder evaluar el próximo contexto electoral en esta nuestra singular República.
Las redes sociales, es verdad, dan visualización y reconocimiento, más no todo eso se convierte en sufragios. Simple: porque simpatía no es voto. El logro de un voto es algo mucho más difícil, porque la popularidad, aunque es una mercancía que se compra en este mercado persa de la política vernácula, hay que también comprender que en la celeridad del mundo de hoy mantenerla es tarea ciclópea, porque cualquier mínimo accionar que se considere negativo esfuma de pronto en la población el posicionamiento que tiene un aspirante en el momento. Pero existen, no lo duden, otros elementos que pesan aún más para lograr el poder en República Dominicana.
Es que la suma de todo lo que hay que tener a la vez para armar la mesa del poder es algo muy complejo, porque existen realidades muy claras que definirían quién se pudiese alzar con la victoria en un proceso electoral. Por lo que paso a explicarles en detalle los pies de la mesa que construyen la llegada a la mansión de Gazcue:
En nuestro país, la supremacía del gobierno es inmensa. Es por ello que, del año 1966 hasta el día de hoy, en 59 años de post-trujillismo, solo dos partidos gobernaron 42 años: el PRSC y el PLD. Ganarle a un gobierno es tarea difícil e intrincada, porque el partido que está en el poder es depositario del voto patrimonial por llevar la dirección del Estado, y sobre todo porque le sobra dinero a borbotones al partido oficial para conseguir su objetivo. Hay que ser muy trivial en el análisis para menospreciar a quien sí puede influenciar determinantemente en una nómina de empleados de 900,000 ciudadanos, en más de un millón y medio de beneficiarios de los programas sociales, en decenas de miles de pensionados por razones políticas, en cientos de proveedores y contratistas del Estado, más los miles de adquirentes de títulos de propiedad estatal.
El que se enfrenta al Gobierno en nuestra media isla debe de tener muchos votos propios y muy bien fidelizados, para que estos no sean seducidos por la magia del poder.
Estimados lectores: viendo de manera objetiva y sin emotividad alguna, más tomando en cuenta todos los factores antes mencionados —salvo imponderables que cambien el curso de la historia—, en el caso del PRM, que el presidente Luis Abinader decidiese aspirar nueva vez al cargo —algo muy difícil, más no imposible—, y en el litoral opositor, que la biología le impidiese presentarse a la candidatura presidencial para el año 2028 al principal líder de la oposición, todo se vislumbra a que la competencia electoral por el poder será entre el tres veces presidente Dr. Leonel Fernández y el hoy ministro de Turismo David Collado, cuyas quinielas internas le favorecen por su sólido apoyo dentro del PRM, que lo convertirían en el virtual abanderado del oficialismo.