Aclaro, que mi misión aquí, no es ser juez de jueces, ni de verificación de verdades o no de esos hechos que se cuentan. Aquí me interesa el cómo se cuentan.
Desde el discurso narrativo, el sujeto, en la sociedad, en su sociedad, y, desde su potencial creativo, en este caso, desde la novela, contribuye a la construcción de la historia de nuestros pueblos.
Asume la literatura, para recoger los episodios que forman el historial de nuestra cotidianidad contemporáneo, como ocurre en este narrar, donde el sujeto-autor se adueña del discurso del creador y asume la posición del historiador, para la proyección de episodios que, son propios de su tiempo, de nuestro tiempo y de nuestro espacio geográfico vital.
Desde la narrativa, hay un decir de hechos que, reales o ficcionales, o no, forman parte de nuestra historia, y, se nos cuentan, esta vez, de una manera recreativa, desde una mirada ficcional, sin dejar de contar o decirnos, lo que, en los hechos, ocurrió.
Eso es lo que pasa en la novela «Los que comulgaron con el corazón limpio» (Novela histórica. Premio Anual de Novela «Manuel de «Jesús Galván», 2022 de Edwin Disla (Edición impresa en los talleres gráficos de «Soto Castillo«, S.A, Santo Domingo. República Dominicana. 2020).
Aparecen varios sujetos-narradores que participan del acontecer, lo ven, lo viven, porque no son simples testigos, son sujetos-acción que van diciendo lo ocurrido, y lo convierten en documentos de una oralidad testimonial.
Aclaro, que mi misión aquí, no es ser juez de jueces, ni de verificación de verdades o no de esos hechos que se cuentan. Aquí me interesa el cómo se cuentan. Desde que óptica, el sujeto-autor usa la lengua y valor estético y discursivo, para extrapolar su visión epistémica de los hechos. Eso de estar buscando «verdades» o falsedades de lo contado, le corresponde a otros sujetos.
De eso yo me aparto.
Lo mío, aquí, es ver cómo el sujeto-autor usa el discurso narrativo y las dimensiones estéticas que le otorga. La «sentencia» les corresponde a otros personajes.
Aquí hay un sujeto-narrador que, dentro del tiempo, ve lo que acontece a su alrededor y nos lo dice, nos lo cuenta, y nos pone en conocimiento, los espacios geográficos dónde acontecen. Es por eso que, como lectores críticos descubrimos que no se trata de una obra cualquiera, sino de un texto-testimonio de nuestra historia contemporánea.
Que el jurado seleccionador «lo haya hecho bien o mal», al seleccionar esta novela como ganadora del concurso anual de novela 2022, tampoco es mi papel.
Me ciño a lo mío, a establecer un diálogo-crítico con la obra, ni siquiera con el autor, porque la obra es la que dice de sus autores. Toda obra habla por nosotros, los autores, como ocurre en este caso.
Al leer esta novela, usted puede verse y sentirse estar dentro de los acontecimientos, porque hay una contemporaneidad accionar muy nuestra, como nación dominicana. Aquí se está novelando nuestra historia.
Se está diciendo aquí lo ocurrido, desde la posición asumida por múltiples sujetos que actúan en ella, y entran en dialogía con nuestro aquí y ahora histórico.
En esta novela, el sujeto-autor, se basa en la realidad tangible o intangible, para hacer un registro de acontecimientos que ocurren en un tiempo y espacio geográfico circunscrito en algo nuestro, dentro de la realidad política nacional caribeña e insular, aunque los acontecimientos narrados hayan traspasado nuestra insularidad. Eso tampoco me interesa, en este caso, como lector-crítico.
Hago estas aclaraciones, porque se ha creído que criticar un texto es referirme a su argumentación y citar o volver a narrar lo que allí ocurre, lo mío es decirles cómo se dice lo que ocurre, y ver cuál es la función dada al discurso narrativo, en este caso, por parte del autor.
Lo mío, como sujeto crítico, es con la lengua y sus laberintos expresivos. Es por eso que, veo que el narrador interno, narrador-omnisciente y/o testigo, se apoya en datos y datas de otras voces y escritos, para justificar su contar.
Se convierte en historiador de hechos novelados. Es una forma más de conocer nuestra realidad y conocernos a nosotros mismos, desde un discurso-narrativo que descarta lo pedagógico en sí, para entrar en el entretenimiento.
Aquí nos encontramos con una narración deslindante, orientadora, que nos lleva a un «deleitar enseñando» y a un «enseñar deleitando».
Es una forma de conocer nuestro acontecer histórico, sin aburrirnos o empalagarnos, al contarnos, nada más, el argumento de lo narrado.
Fijarnos nada más en lo argumental del texto, es reducirlo a meras verborreas que nos cansan, al leerlas y al escucharlas. Esa no es una tarea para mí, como sujeto crítico o lector-crítico.
Volviendo a la novela y a su narratividad, siento que, en nuestra literatura nacional, hay un despertar novedoso desde la novelística nacional, al asumir nuestras utopías, desde esa caribeñidad que es tan nuestra, como ocurre en esta obra.