Los últimos días de la democracia representativa en Santo Domingo.
Por Juan Carlos Espinal.
Como todos los teóricos de pos guerra saben, la resistencia popular al modelo neoliberal es un movimiento Progresista que desde la construcción de ciudadanía busca crear las condiciones sicológicas para materializar un nuevo orden político en Santo Domingo.
La irrupción en la lucha política de los movimientos sociales progresistas, la presencia consolidada de la sociedad civil organizada en el debate de la opinión pública nacional, el liderazgo puntero de los medios de comunicación alternativos, la estructura territorial de las izquierdas socialistas, el fortalecimiento del movimiento ambientalista campesino es un momento histórico clave para reflexionar sobre la lucha de liberación que las personas comprometidas libran frente a la dominación.
El Caribe es una zona geográfica con una rica historia de resistencia.
La historia revolucionaria caribeña se caracteriza por su búsqueda implacable de la libertad y la justicia a pesar de la violencia institucional severa que desde el Estado colonial enfrenta.
República Dominicana es una pieza clave del movimiento de integración caribeña con más amplio rango geopolítico.
Antes de la llegada de los colonizadores europeos, el Caribe era el hogar de comunidades indígenas como los taínos y kalinago (también llamados caribes) que resistieron las incursiones de los colonizadores desde finales del siglo XV.
El líder taíno Hatuey lideró algunas de las primeras rebeliones jamás registradas contra los españoles.
Para el siglo XVII, en el Caribe, africanos esclavizados escapados establecieron sociedades cimarronas.
Estas comunidades también participaron en la guerra de guerrillas contra los colonizadores europeos.
En Jamaica, los cimarrones de barlovento liderados por la reina Nanny emprendieron campañas exitosas contra la ocupación británica, logrando eventualmente un tratado que les otorgaba su libertad y tierras.
Estas primeras formas de resistencia eran ejemplo de la resiliencia de los colonizados y oprimidos contra el imperialismo, y sentaron las bases para futuros movimientos de liberación.
La revolución haitiana de finales del siglo XVIII y principios del XIX redefinió la resistencia global con su feroz oposición al capitalismo.
Los africanos esclavizados, inicialmente organizados por figuras como Dutty Boukman y luego liderados por Toussaint L’Ouverture y Jean-Jacques Dessalines, derrocaron al Imperio francés.
El surgimiento de Haití, no solo fue un evento significativo por ser la primera nación independiente gobernada por personas anteriormente esclavizadas, sino porque fue la primera nación en prohibir la esclavitud y a su vez apoyó otras revoluciones de comunidades oprimidas.
Después de la revolución haitiana, los disturbios continuaron por todo el Caribe.
En Trinidad y Tobago, el Carnaval ascentral evolucionó de las prácticas culturales africanas a una forma de resistencia política, a menudo satirizando a la clase dominante.
Eventualmente, los africanos esclavizados formaron su propia celebración paralela llamada Canboulay (del francés cannes brulés, o caña quemada).
En las llamadas ‘revueltas de Canboulay’ de 1881, las fuerzas coloniales reprimieron violentamente las celebraciones afrotrinidianas en un intento de frenar los ideales insurrecciónales.
En el siglo XX, surgió en el Caribe una conciencia sociopolítica con un enfoque antiimperialista.
Los movimientos revolucionarios caribeños estaban profundamente conectados con los movimientos de secesión en Estados Unidos.
En muchos sentidos, debido a que el imperialismo estadounidense veía al Caribe como su “patio trasero”, las personas nacidas en y descendientes del Caribe tanto en la región como en Estados Unidos estuvieron expuestas a las condiciones, contradicciones y múltiples crisis del capitalismo.
De hecho, muchos políticos radicales prominentes estadounidenses eran de ascendencia caribeña o habían nacido en el Caribe.
Marcus Garvey, nacido en Jamaica, por ejemplo, abogó por la autodeterminación y la independencia económica de las personas negras, fundando la Asociación Universal de Desarrollo Negro.
Su visión revolucionaria inspiró a los intelectuales caribeños a desafiar las estructuras coloniales y capitalistas y sentó las bases para una conciencia independentista más amplia.
Claudia Jones se convirtió en una figura prominente en Estados Unidos por sus escritos que destacaban temas raciales, de género y económicos a través de una lente internacionalista, feminista y comunista.
Después de ser deportada al Reino Unido, fundó el periódico West Indian Gazette y estableció el Carnaval de Notting Hill en Londres, celebrando la cultura y la resistencia caribeñas.
El trinitense C. L. R. James, con su obra seminal Los jacobinos negros, analizó el papel de la revolución haitiana en las luchas anticoloniales globales, vinculándola a la lucha contra el capitalismo y el imperialismo.
El concepto anti colonialista del martinicano Aimé Césaire criticaba el imperialismo y el capitalismo, enfatizando la recuperación de la identidad cultural africana.
Su obra, «Cuaderno de regreso al país natal» y «Discurso sobre el colonialismo», eran celebraciones de la herencia africana y críticas al imperialismo.
Más tarde, el guyanés Walter Rodney fomentó la conciencia de los movimientos independentistas con su análisis de la explotación neocolonial:
El trabajo de Audre Lorde, de padres granadinos y barbadenses, se centró en las intersecciones de la raza, el género, la sexualidad y la clase, sobre todo en su libro «Hermana otra» de 1984.
La señorita Lorde representa una voz femenina y negra que desafía las estructuras sociales opresivas y aboga por un cambio sistémico.
Estas diversas voces que teorizaban diferentes formas de cambio revolucionario moldearon la conciencia caribeña a lo largo del siglo XX y más allá, y estuvieron estrechamente vinculadas a la creciente conciencia de los movimientos por los derechos civiles.
Más tarde, los movimientos independentistas del Caribe en el siglo XX continuaron la resistencia a lo largo del siglo XX, teniendo tanto victorias como derrotas.
El levantamiento de 1937 en Barbados, liderado por Clement Payne, abordó el desempleo y las condiciones de trabajo inseguras.
A pesar de ser reprimido, el levantamiento condujo a un mayor activismo laboral y más reformas.
En 1937, la Masacre de Ponce en Puerto Rico fue el resultado de la represión violenta de las protestas nacionalistas que exigían la independencia de Puerto Rico del dominio imperial estadounidense.
Aunque resultó en 19 muertes y más de 200 heridos, se convirtió en un punto de inflexión en la identidad nacionalista puertorriqueña y cimentó la independencia del colonialismo estadounidense como una lucha continúa que se ha prolongado hasta el presente.
La revolución cubana de 1959 fue un logro monumental en el avance del pensamiento antiimperialista.
Liderado por figuras como Fidel Castro, el Che Guevara y otros, derrocó la dictadura del sargento Fulgencio Batista pro Washington y estableció un gobierno socialista comprometido con la lucha contra el imperialismo y el capitalismo.
La revolución cubana implementó reformas en la educación, la atención médica y la distribución de la tierra, mejorando la calidad de vida del pueblo cubano y brindando apoyo a los movimientos internacionales de liberación.
Cuba se convirtió en un firme partidario del movimiento del poder popular y de otros movimientos revolucionarios del Caribe.
Tras el éxito revolucionario de Cuba, surgieron movimientos independentistas caribeños desde la década de 1960 hasta la de 1980.
Inspirados por figuras como Kwame Nkrumah en Ghana, Fidel Castro en Cuba y Ho Chi Minh en Vietnam, estos movimientos se unieron a las luchas de descolonización en África, Asia, América Latina y Estados Unidos.
Líderes como Michael Manley en Jamaica abogaron por la independencia y buscaron abordar las desigualdades económicas y sociales perpetuadas por el imperialismo.
Inspirado por la Revolución cubana, en la República Dominicana, el Movimiento 14 de junio de 1959 intentó derrocar al dictador Rafael Trujillo.
Aunque inicialmente fue reprimido, el evento condujo al eventual asesinato de Trujillo en 1961 y a la elección democrática del líder del Partido Revolucionario Dominicano, Juan Bosch, en 1962, que luego fue derrocado por un golpe respaldado por Estados Unidos y luego por una intervención militar en 1965.
La revolución granadina de 1979, liderada por Maurice Bishop tenía como objetivo establecer un gobierno socialista y derrocar al régimen corrupto de Eric Gairy.
Estos movimientos, aunque no siempre hayan tenido un éxito inmediato, reflejan un fervor revolucionario latente contra el dominio imperialista en la región.
Entre 1960 y 1989, naciones como Jamaica, Trinidad y Tobago, Barbados, Guyana, Granada, Santa Lucía, San Vicente, Antigua, Barbuda, Belice y San Cristóbal y Nieves ganaron su independencia del dominio colonial.
Estos movimientos revolucionarios estaban entrelazados con el Caribe independentista y las ideologías antiimperialistas.
Fue el trinitense estadounidense Kwame Ture quien acuñó el término del poder popular anti colonialista.
Ture lideró movimientos significativos en Estados Unidos y África, incluido sus vínculos estrechos con el Partido Revolucionario.
La lucha revolucionaria por la independencia en el Caribe ha sido y siempre será solo una parte de la lucha internacional más amplia contra la dominación colonial y la opresión imperialista.
A pesar de sus ideales a menudo revolucionarios, República Dominicana ha desarrollado relaciones complicadas con las estructuras capitalistas globales de la Unión Europea y del imperialismo estadounidense.
En la actualidad esta lucha revolucionaria en Santo Domingo continúa subrayando la necesidad de un análisis más preciso del Progresismo, que reconozca tanto los logros como las limitaciones de estos movimientos independentistas nacionales.
A medida que reflexionamos sobre el movimiento Progresista en Santo Domingo debemos reconocer la rica historia de resistencia de la diáspora dominicana vinculada a la lucha antiimperialista.
Cuando reflexionamos sobre el movimiento Progresista es imperativo que incluyamos el trabajo de los movimientos de izquierdas.
El imperialismo estadounidense en el Caribe 1898-2024 no hubiese podido haber creado los sistemas de riqueza que existen hoy en día sin el sometimiento de las poblaciones.
Esto también significa que las personas que estos imperios explotaron son aquellas con el poder de desarraigar estos sistemas, y la historia contemporánea nos muestra que tenemos la capacidad de lograrlo.
La herencia caribeña que elegimos celebrar debería, en esencia, ser revolucionaria, basada en la resistencia histórica y continua contra la opresión; debería centrarse en el anti imperialismo, la solidaridad internacional y, lo que es más importante, la liberación de las sociedades y de todos los pueblos oprimidos.