Miguel Ángel Fornerín: Poética de la nostalgia
Por Bruno Rosario Candelier
Miguel Ángel Fornerín es un destacado crítico literario con el don de la creación poética en el arte de la palabra, como se puede apreciar en su obra La espía que me amó y Yo soy esta ciudad, dos poemarios integrados en un solo volumen.
Nacido en 1961 en Higüey, República Dominicana, tiene un doctorado en filosofía y letras por el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico, donde reside. Ejerce la docencia en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Cayey. y en el Centro de Estudios Avanzados, de la capital boricua. Destacado cultor de la crítica literaria, asume la palabra con un criterio filológico y un sentido de edificación a la luz del arte de la creación verbal, que enaltece con su cosmovisión, su formación intelectual y su cultura literaria para orientar y edificar mediante su talento exegético, su concepción creadora y su sensibilidad estética.
En el poema inicial de La espía que me amó de Miguel Ángel Fornerín (San Juan de Puerto Rico, Isla Negra Editores, 1996) y, sobre todo, en el prologuillo que le precede, me recordó la evocación de la hermosa canción “Nathalie” que le dio la vuelta al mundo y hasta los que no compartíamos la doctrina marxista, nos emocionaba el aire romántico de su música cautivadora, la inspiración estética y el sentido afectivo de sus letras entrañables, y, en este poemario de Miguel Ángel Fornerín fluye el sentimiento del amor con el recuerdo de una pasión erótica, la evocación de un singular ambiente y las apelaciones entrañables que le dan sustancia y sentido a la poesía ya que el arte de la creación verbal se nutre de emociones consentidas y entrañables, y de nostalgias solapadas, y de recuerdos sentidos y vividos que le dan significación y encanto a lo que se vivió en el pasado y que concitan evocaciones y nostalgias que atizan el sueño -y ya sabemos que se sueña lo que no parece imposible-, como lo revelan los siguientes versos del poema consignado con el número “1”:
El: Tú eres la otra, el otro yo
que se refleja a lo lejos
en el espejo de mi memoria:
en el estanque de mis pasiones locas.
Ella: Tú eres el otro, el otro sendero
por donde me voy a tientas, a gatas, a pie juntillas;
por donde me voy a buscarte como agua de manantial.
(Miguel Ángel Fornerín, La espía que me amó, p. 11).
Conocí a Miguel Ángel Fornerín durante la celebración del VII Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en San Juan de Puerto Rico en 2016, durante un receso en el que saludé a Andrés L. Mateo, quien me presentó al distinguido crítico literario y a quien entonces felicité por el valioso aporte intelectual y estético de sus estudios críticos publicados en el suplemento cultural “Areíto”, del periódico Hoy de la capital dominicana. El escritor, crítico y poeta dominicano ya había publicado el presente poemario que ahora comento, editado en la Editorial Isla Negra en 1996 en Río Piedras, Puerto Rico. Con apropiados epígrafes de poetas franceses, cada poema de esta obra literaria va precedido por un pensamiento de un escritor cuyo texto orienta y edifica, a la luz del amor y la inspiración, el sentido del poema consignado, clave y veta creadora de este poemario, como lo reflejan los siguientes versos del poema número “2” de La espía que me amó:
Ella: Vestida para la fiesta,
mi corazón se va contigo.
Todo lo lleva como la primavera;
vestida de deseo me haces
recodo, espera, esperanza
y me transformo en ti
y soy olas azules y arcoíris, marinero.
(Miguel Ángel Fornerín, La espía que me amó, p. 12).
La lírica de Miguel Ángel Fornerín plasma una poética de la nostalgia por lo que recrea y por cuanto evoca y añora, recuerda y anhela, revive y describe, sueña y canta con el deseo de tener otra vez lo que una vez tuvo, y recrear vivencial y físicamente lo que una vez fue realidad y sueño, pasión y delirio, vivencia y encanto bajo la llama de lo que los antiguos griegos calificaban con el apelativo de dolencia divina, cuya vivencia atiza y desmaya los sentidos, al tiempo que desata la emoción que le da encanto, suspiro y fascinación a la vida, como se aprecia en el poema “6” del citado poemario:
El: Te hago tesoro en mi cuerpo,
Ascuas fosforescentes
para ocultarte en la isla lejana
de mi ilusión.
Ella: Te adoro sin color ni sabor
te encuentro en todos los lugares
y me voy en tu proa por los mares del sur.
(Miguel Ángel Fornerín, La espía que me amó, p. 16).
Cada poema de esta obra está compartido por dos voces, la del amante y la de la amada, en un intercambio evocativo que recrea el emisor de los versos del poemario La espía que me amó. Como el singular poemario del “Cantar de los cantares” de los amantes bíblicos, los amantes contemporáneos del poemario del poeta caribeño Miguel Ángel Fornerín recrean la pasión de amor, la más poderosa, la más emotiva y la más fulgurante vivencia de la carne y el alma en la conjunción de dos cuerpos apelados por los átomos incendiados con la pasión erótica del corazón atizado por el fuego de esa mortal dolencia consentida:
El: Sentados en el café,
tu piel me responde.
Siento que el mundo me pertenece
y que no me pertenece;
soy brizna de luz en tu cuerpo.
Sentido del tacto de la neurona veloz.
Ella: Te siento jadeante en mis senos,
te siento infinito haciendo río mi boca,
haciendo ascuas mi sangre
que se va río abajo entre las rocas.
(Miguel Ángel Fornerín, La espía que me amó, p. 23).
Los poetas que cantan al amor saben conciliar, si conocen la poesía de los autores que han exaltado el sentimiento del amor, el sentido del amor con el dictado del corazón y la pauta de la creación estética, pues en la plaza de las letras hay creadores que han enaltecido el tema del amor con la más ardiente pasión de los sentidos, como lo hicieran Amado Nervo y Concha Urquiza en las letras mexicanas; Gabriela Mistral y Pablo Neruda en las letras chilenas; Pedro Salinas y Clara Janés en las letras españolas; Fabio Fiallo y Pablo Mckinney en las letras dominicanas; José Luis Vega y Luce López-Baralt en las letras puertorriqueñas, entre otros reconocidos creadores del arte de la creación poética de los diferentes países y culturas, sin olvidar al inmortal cultor romántico de las letras hispánicas, Gustavo Adolfo Bécquer.
Este singular poemario del dominicano Miguel Ángel Fornerín inspira evocar a esos notables poetas del amor. porque esta obra de nuestro intelectual, poeta y crítico residente en Puerto Rico, autor de un texto singular y diferente, emotivo y ejemplar, intenso y sustancioso, revela el talento poético del escritor y académico higüeyano que enaltece el ejercicio de la exégesis literaria y el cultivo del arte de la creación verbal con hondura, belleza y esplendor. Así lo revela el poema “24” de este admirable poemario La espía que me amó:
El: Estoy loco de ti,
tú me haces pensar que todo es magia
y me regresas del país de la nostalgia.
Estoy loco por ti
y la locura hace acequias en mi cuerpo,
y al fin te encuentro.
El fin del mundo está mudo de recuerdos.
Ella: Estoy loca por ti y te veo y tiemblo,
te hago y te deshago más allá
del mundo que proclama tu locura.
(Miguel Ángel Fornerín, La espía que me amó, p. 34).
El título de este poemario nos recuerda la película británica de James Bond, protagonizada por Roger Moore, La espía que me amó, de 1977, que enalteciera Ian Fleming, creador de novelas de espías que los amantes de espectáculos llenaban las salas de cine.
En su formalización estética, los poetas usan voces que les son predilectas, y, al escribirlas, el lector puede apreciar su significado sugerente y evocador, como el uso de la palabra estrella, que en el poema “9” de esta obra tiene, no solo una connotación metafórica, sino un significado emocional y simbólico con el sentido de floración estética de la conciencia, como se puede inferir de los emotivos versos de este poema:
Ella: Hoy amanecí lloviendo estrellas,
él no era un sueño y no éramos uno
ni el uno para el otro. Lloré.
Coro: Y la fiesta de la muerte
encendió fogata en mi cuerpo,
y fuimos muriendo lentamente,
como agua que cae en la corriente.
(Miguel Ángel Fornerín, La espía que me amó, p. 19).
Lírica de vivencias consentidas, también es testimonio edificante y ejemplar de lo que entraña la pasión erótica y el amor compartido, vivenciado y disfrutado, que las palabras recrean en su esencia distintiva y el talento del poeta evoca con el sentimiento estético, el talante afectivo y la entonación empática mediante una apelación fecunda y entrañable del talento creador, como lo tiene el poeta Miguel Ángel Fornerín.
Poética de la nostalgia, el poemario del poeta dominicano titulado La espía que me amó es también una estética de la pasión a la luz de vivencias memorables y ante la presencia de evocaciones entrañables que prohijaron los átomos incendiados de una dolencia divina, profunda, elocuente, inolvidable, entrañable y sugerente.