Milei sacude el tablero ideológico: ¿qué consecuencias tendrá en América Latina?

Ociel Alí López

La toma de posesión del presidente argentino, Javier Milei, tiene un impacto en el tablero ideológico, en la conformación orgánica de las derechas radicales, tanto de América Latina como de Europa, y en los propios intestinos de los movimientos progresistas.

La primera sensación que produce es que el triunfo derechista ya no se ve como un hecho aislado. A pesar de la cadena de victorias del progresismo en 2021 y 2022, el cierre de 2023 generó nuevos escenarios en los que se afirmaron las derechas en el continente, especialmente en Ecuador y en Argentina, un ciclo que estuvo caracterizado por la derrota de movimientos nacional-populares, como el correísmo y el peronismo.

Ambos movimientos terminaron con buenos resultados electorales, pero no suficientes para ganar. Cobraron su pase a los balotajes de manera cómoda y todavía conservan un espacio político muy importante, siendo aún los referentes principales del progresismo en cada uno de sus países.

Sin embargo, la derrota progresista genera escepticismo en el desarrollo actual de las izquierdas en el gobierno y en la duración que podría tener su ciclo en curso, que se consolidó con los triunfos recientes de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil; Gustavo Petro en Colombia; Gabriel Boric en Chile o Xiomara Castro en Honduras.

Estos movimientos de derecha populista están disputando el territorio popular a las izquierdas.

Podría entenderse que, con la victoria de Milei, este ciclo comienza a replegarse. Así como en 2019 la derrota del expresidente argentino Mauricio Macri inauguró el «segundo ciclo de izquierda», ahora, con el jaque del libertario podría proyectarse el intento de cuajar un «segundo ciclo de derecha» en la región.

Este giro es posible porque estos movimientos de derecha populista están disputando el territorio popular a las izquierdas.

El auge de nuevas fórmulas de derecha radical tiene un impacto sobre las bases de la izquierda, porque buena parte de estos movimientos tienen conexión directa con los bolsones de mayor exclusión, a diferencia de los tradicionales sectores conservadores, cuyos votantes eran, sobre todo, de la clase media en expansión y los sectores populares en ascenso.

Es decir, la derecha radical, de manera más efectiva que la tradicional, le está horadando la base de apoyo a los movimientos progresistas que se sostenían en el territorio popular. Muestra de ello es que líderes como Jair Bolsonaro y Milei han tenido una vinculación exitosa precisamente con esos sectores.

Esta disputa del voto en sectores excluidos y populares será crucial para el futuro próximo de muchos países.

Impacto en las derechas radicales

Varias figuras de la derecha moderada y radical desfilaron en la asunción del presidente argentino (o lo saludaron con especial «orgullo», como el expresidente Donald Trump), tratando de impulsar la idea de un Milei como acontecimiento de cambio de época, como un eje de articulación entre distintas derechas. Por ello, durante los eventos protocolares, esos mismos asistentes mostraron un vínculo amistoso, casi familiar.

La derecha radical, de manera más efectiva que la tradicional, le está horadando la base de apoyo a los movimientos progresistas que se sostenían en el territorio popular.

Milei coadyuva a acelerar la descongelación de los líderes derechistasque están en «lista de espera», unos porque perdieron elecciones (desde Bolsonaro hasta Trump), y otros porque esperan ser catapultados: como Santiago Abascal en España o José Antonio Kast en Chile. El triunfo del libertario los hace sentir más cerca del punto de ebullición, y vislumbran de manera más cercana la toma del poder político.

Las derechas tradicionales, como las de Uruguay, Paraguay y Perú, con el triunfo de Milei se ven mucho más acompañadas en un momento de «soledad», debido a la ancha extensión espacial del actual ciclo de izquierdas (desde México hasta Argentina). Además ven una apertura, una bisagra, con otros movimientos con los que no terminan de acoplarse. En este sentido es que Milei se comporta automáticamente como un eje articulador de todas estas experiencias de derecha.

Y este impacto no solo se circunscribe a América Latina, sino también hacia Europa. Además de las extremas derechas de España y Francia, aún en oposición, el resultado argentino es una muy buena noticia para los sectores conservadores en el poder, en países como Italia y Hungría.

Competencia en las derechas

Aunque las derechas se han sentido impulsadas con la posesión de Milei, esto también produce resquemores en los sectores más moderados, que sienten que el «radicalismo» les roba las audiencias.

Las ‘casas grandes’ de Juntos por el Cambio en Argentina o del Partido Popular (PP), en España, por mencionar solo dos, ahora se sienten mucho más amenazadas porque los ‘hijos menores’, que salieron más radicales, les están robando el espacio acumulado desde hace décadas y pueden quedarse con una buena parte del botín electoral conservador.

Lo cierto es que con el acontecimiento Milei, son las derechas radicales y populistas las que van a tratar de articular a todo el mundo en ese espectro, empujándolo más allá que sus predecesores.

Cuando Mauricio Macri ganó las elecciones en 2015, todavía no existía el Grupo de Lima (fundado en 2017), un conglomerado de gobiernos de derecha, abiertamente alineados con Washington y creado para ejercer un conjunto de presiones sobre Venezuela. El desarrollo del segundo ciclo progresista disolvió ese cónclave.

Con Milei, son las derechas radicales y populistas las que van a tratar de articular a todo el mundo en ese espectro.

Pero ahora, con la asunción de Milei, ya puede irse detectando una nueva articulación de presidentes de la derecha y la centro derecha, así como de movimientos radicales, que ya esperan un nuevo momentum para relanzarse.

El eje Bolsonaro-Milei

Cuando Bolsonaro ganó las presidenciales en 2018, era un actor raramente extremista. Ahora, acompañado de Milei, la ideología de extrema derecha pasa a ser parte del paisaje del conservadurismo latinoamericano.

Milei permite entender que la difusión de ideas radicales extremas no se circunscriben al poderoso conservadurismo brasileño, sino que también puede tener sus réplicas exitosas en Buenos Aires y, a partir de allí, en cualquier otro lugar.

Pero además, el triunfo de Milei puede también impresionar a una derecha «más blanda» (por ejemplo, la del presidente de El Salvador, Nayib Bukele). Esta suele ser menos ideológica pero puede preferir aliarse, pragmáticamente, con el surgimiento de nuevos modelos políticos ‘antiestablishment’, como el que emerge en Argentina.

Todas estas tendencias, internas al mundo conservador, van a intentar articularse en una nueva «red de derechas» que ya comenzó a develarse en la camaradería vista en Buenos Aires durante la toma de posesión.

En fin, el triunfo (y asunción) de Milei va a generar modificaciones de peso en el tablero ideológico y podría convertirse, para bien o para mal, en el signo político de los tiempos por venir.

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