No es arcaico volver a Moral y Cívica en las escuelas
Por Altagracia Paulino
Cuando trabajábamos en los noticieros Telepantallas y Uno?+?Uno, el colega Julián Cabrera (EPD) hacía alusión al “Manual de Carreño” () cuando algunos jóvenes que ayudaban en la redacción se comportaban con evidente irrespeto hacia los demás y hasta hacia las cosas que nos rodeaban.
Negando con el rostro y mirando al cielo, decía que hacía falta educación cívica en las escuelas. Nosotros, jóvenes aún, nos reíamos porque, hasta cierto punto, pasábamos por alto ese comportamiento. En mi caso lo vi como algo “de la vieja escuela” en que me formé y que entonces consideraba obsoleto.
Mi madre, formada en la escuela hostosiana, fue mi primera maestra: me enseñó a respetar a los mayores, a no mentir, a no burlarse de quienes estaban mal vestidos, a saludar al llegar a un lugar, a sentarse correctamente, a esperar el turno, a no servirse primero cuando estábamos en casa ajena, entre otras normas.
Recientemente, en una farmacia, una niña de unos siete años, gordita, posiblemente con más libras que yo, me empujó y casi me hizo caer, solo porque quería meterse en la fila para ponerse junto a su madre. Al recibir el empujón, pensé que sí hace falta volver a enseñar moral y cívica en las escuelas.
El Ministerio de Educación anunció que, a partir del próximo año, impartirá nuevamente la materia de Moral y Cívica. La noticia cayó bien, aunque algunos opinan que es un retroceso y otros, que al ser un eje transversal no es necesaria; sin embargo, ese enfoque no ha dado resultados.
En mi primer año de secundaria, la clase de Moral y Cívica era obligatoria y se debía aprobar con al menos 80; de lo contrario, había que repetirla. Cuando la profesora introdujo la materia, lo primero que nos dijo fue que “no se podía ir con rolos ni tubi a la escuela”; que el uniforme debía estar impecable, las uñas limpias, pero no pintadas de rojo; los zapatos limpios; y que no se podía fumar, ni dentro ni fuera del aula.
Esa simple introducción establecía el protocolo escolar: quien no lo cumplía se exponía a la expulsión y a una llamada a sus padres por parte de la directora, lo cual implicaba una gran vergüenza.
Las reglas deben establecerse y respetarse: son los límites que evitan el caos. Creo que la materia de Moral y Cívica debe tener otro enfoque, basado en nuevas reglas que incluyan los criterios hostosianos: libertad de pensamiento, desarrollo del pensamiento crítico, educación basada en la razón, formación de ciudadanos éticos.
La nueva educación cívica debe incorporar valores actuales: el respeto al medioambiente, respetar las filas, saludar siempre, y aplicar esos mismos protocolos también en nuestras relaciones virtuales. La educación social delineada por Eugenio María de Hostos trazó guías y normas de convivencia respetuosa que marcaron el siglo? XX en nuestro país. Debemos construir nuevas formas de convivencia y, si no lo hacemos, al menos recurrir a referentes que sí funcionaron.
Ahora que los celulares parecen reemplazar la cortesía, donde un saludo a distancia no siempre alcanza, debemos volver a enseñar pequeños gestos con gran valor: pedir permiso, ofrecer ayuda sin esperar nada a cambio, esperar hasta que sea nuestro turno. Esos gestos cotidianos son brújulas que orientan el comportamiento hacia el respeto y la empatía. Si desde la escuela cultivamos este tipo de hábitos, lograremos reflejar lo mejor de nosotros.
() Manuel A. Carreño, autor del Manual de Urbanidad y Buenas Maneras (venezolano).