Peña Gómez: mi historia (5 de 11)

Por Farid Kury

Mis condiciones comunicacionales me hacían sobresalir. Por eso cuando el PRD hubo de aperturar un programa radial fui la persona escogida para dirigirlo. Fue un gran honor que me llenó de orgullo. El programa se inició por Radio Caribe y su nombre fue Tribuna Democrática, y alcanzó tanto éxito que por años se convirtió en un verdadero toque de queda para muchos dominicanos que con devoción escuchaban las voces de los líderes del PRD, y de manera muy particular la mía y la del profesor Juan Bosch.

Me encontraba en esa tarea cuando en septiembre fui enviado por la dirección del PRD junto a 24 jóvenes a Costa Rica a estudiar ciencias políticas en el Instituto de Educación Política de San Isidro de Coronado. Allí conocí por primera vez a ese gigante de la política dominicana llamado Juan Bosch, quien se había quedado en la patria de José Figueres usando su vasto prestigio internacional a favor de la causa dominicana y agenciando recursos económicos para las actividades del partido. La figura y el talento de Bosch me impresionaron. Le hablé de mi familia y de mi hija Luchy y recuerdo haberle pedido que me la bautizara cuando regresara a la patria, lo cual sería una realidad años después. Así, Juan Bosch y yo pasaríamos a ser compadres, iniciándose entre nosotros una estrecha relación de padre e hijo, que con dolor sería rota en 1973 cuando el profesor nos abandonó para formar el Partido de La Liberación Dominicana.

En aquel curso participaron también líderes latinoamericanos que luego algunos serían figuras principales y hasta presidentes en sus países. Obtuve las mejores calificaciones, por lo cual, me tocó pronunciar las palabras principales en nombre de los graduandos. Poco después iría a Puerto Rico y a Estados Unidos, dando inicio a lo que con los años sería una fecunda carrera política internacional.

Al regresar al país ya nuestro líder, Juan Bosch, se encontraba en suelo dominicano. Había regresado en octubre y había sido recibido con gran entusiasmo por las masas perredeístas. Más que nada y nadie, el profesor se dedicó a explicarnos lo que es la democracia y como debe funcionar. En vez de un mensaje de odio y de división, como lo hacía por ejemplo, la Unión Cívica, Juan Bosch se empeñaba en hablarle al país de sus precarias condiciones económicas, y de como superar ese atraso. En esa tarea, el profesor fue torrencialmente brillante. Se creció y conquistó los corazones. Su forma sencilla y pedagógica cautivó a los dominicanos, sobre todo, a los pobres y muy pobres

II

El 20 de diciembre de 1962 se celebraron las primeras elecciones democráticas después de la muerte de Trujillo. A pesar de las adversidades y contra los pronósticos, nuestro candidato presidencial Juan Bosch, arrolló al doctor Viriato Fiallo, candidato de la Unión Cívica. En esa victoria participé de manera activa. A fin de cuentas, era yo el Director de la Propaganda Electoral del PRD, y como tal participé en la organización y estructuración de los mítines y de la propaganda electoral. En aquella batalla histórica y patriótica fui un combatiente que cumplí mis tareas.

En el poder, el presidente quiso nombrarme como embajador en Washington o ministro de Educación. Pero ambos cargos, codiciados por muchos, los rechacé. Más que cargos gubernamentales, quería seguir en la dirección del partido y estar en contacto con las bases. Por eso, sólo acepté el cargo de Director de la Oficina del Pueblo, y lo acepté porque me mantenía en contacto fluido con la gente. Era como una especie de enlace entre el gobierno y el partido y velaba por la colocación en la administración pública de los perredeístas.

Desempeñaba esa función cuando el presidente Bosch fue derrocado el 25 de septiembre. Aquella fatídica madrugada, un grupo de oficiales, instigados por la Iglesia Católica y por los políticos que no habían aceptado la derrota electoral, depuso el gobierno constitucional. Juan Bosch fue apresado y deportado. El vicepresidente Tamayo González y varios ministros también hubieron de salir al exilio. Muchos perredeístas fueron apresados y otros hubieron de esconderse. El terror y la persecución política, superados en nuestro gobierno, reaparecieron. Se formó una Junta Cívico-Militar que pronto dio paso al Triunvirato. Ramón Tapia Espinal, Emilio de Los Santos y Manuel Tavares Espaillat eran los que ahora ilegalmente mandaban.

Yo decidí quedarme en el país, y junto a Ángel Miólan y la dirección del PRD me tocó dirigir la lucha contra el gobierno corrupto del Triunvirato. Asumí un papel de vanguardia. Fui apresado muchas veces, pero nunca claudiqué un ápice en la guerra por el retorno del profesor Bosch al poder sin elecciones. Mi voz estruendosa se escuchó en los diferentes mítines y en la radio. Decenas de discursos pronuncié, convirtiéndome en uno de los principales críticos al Triunvirato. Siempre he creído que en buena medida mi liderazgo y mis estrechos vínculos con las masas populares empezaron a forjarse en aquellas jornadas políticas en las que siempre puse en alto el interés de la patria.

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