Pepe Mujica, un digno ejemplo del activista revolucionario
Por Virgilio Almanzar
Existen seres humanos que, a lo largo de su vida, nos enseñan a sonreír en medio del dolor y a perdonar, incluso con las heridas aún abiertas.
Nos muestran que la vida es breve y que no vale la pena cargar con odios ni rencores. Nos invitan a aligerar nuestra carga para poder caminar más livianos.
José Mujica (Pepe), apareció ante mí en la habitación 19, del piso 23, del Hospital Hermanos Ameijeiras, en La Habana, Cuba.
En ese momento, él se encontraba con Raúl Sendic, comandante del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros de Uruguay, quien me lo presentó.
Pepe era un visitante frecuente del hospital y tuvimos la oportunidad de conversar en varias ocasiones sobre sus luchas y las nuestras, incluso sobre lo que se abordaba en los dos tomos de Las Actas Tupamaros de Omar Costa.
Desde el primer momento supe que estaba ante un ser humano excepcional, tan inspirador como lo fue Raúl Sendic.
Pepe hablaba de perdonar a sus verdugos, y decía algo así como: «Hay que dejar las bolsas de odio y rencor en el camino, para caminar ligero, con la cabeza erguida y poder ver más allá».
En ese momento, era difícil aceptar completamente sus palabras, pero nunca lo manifesté.
En varias ocasiones tuve el privilegio de conocer a Tabaré Vázquez, quien, a pesar de ser también tupamaro, no se parecía en nada a Pepe en su forma de ser y de actuar.
La frase de Pepe que más recuerdo es: «No importa cuántas veces caemos, sino cuántas veces nos levantamos.»
Estuve casi tres meses ingresado en el hospital debido a que el aparato de ultrasonido se había averiado y debíamos esperar a un técnico europeo para su reparación.
Durante ese tiempo, me realizaron varias intervenciones, entre ellas litotricia en seis ocasiones, una pielografía retrógrada y una ureteroscopia extractora.
Este episodio ocurrió entre mayo y julio de 1991, después de representar a la Central General de Trabajadores (CGT) junto a Ángel Corporán, «Pepín», en la multitudinaria marcha del Primero de Mayo.
Fue allí donde tuve la oportunidad de saludar a Yasser Arafat, presidente de Palestina. Fueron grandes experiencias que la vida me brindó, y con gusto las comparto con ustedes.