Petroleo a US$100 dólares, COVID-19 e inflación presionan reelección Abinader.
Por Juan Carlos Espinal
Las pérdidas ocasionadas por la evasión fiscal del 45 por ciento del ITBS son literalmente incalculables y es imposible incluso realizar estimaciones aproximadas de sus costos socio-economicos pues a diferencia de lo ocurrido en la primera fase de la democracia representativa de entre 1966-2000, la baja en las recaudaciones fiscales fueron tan importantes como las devaluaciones cíclicas del neoliberalismo y las peores crisis políticas y económicas se produjeron en las provincias más vulnerables del sur profundo o en los municipios cabecera del noroeste, en que no había nadie que pudiera registrarlas o que se preocupara de hacerlo.
Según las estimaciones más conservadoras, las pérdidas causadas directamente por la evasión fiscal de entre, 1962-1995, fueron de tres a cinco veces superiores a las de la primera década de entre 1996-2006 y supusieron entre el 20 y el 30 por ciento de la recaudación total del estado y entre el 4 y el 6 por 100 de la recaudación fiscal del Distrito Nacional, Santiago y La Romana en su conjunto.
Sin embargo, todas esas cifras no son más que especulaciones.
La fuga de capitales, por ejemplo, de entre 1962-2000, se ha calculado en diversas ocasiones, incluso oficialmente, en 10, 20 o incluso 30 mil millones de dólares.
De cualquier forma, ¿Qué importancia tiene la exactitud de las estadísticas cuando de lo que realmente se trata es de la salud y la educación de la sociedad?
¿Qué importancia tiene para la sociedad civil y la empresa que durante casi medio siglo murieran en los hospitales casi 500,000 niños por falta de atención primaria?
Una vez terminada la guerra fría fue más fácil para los economistas neo liberales interpretar en cifras maquilladas la morbilidad de los seres humanos.
–Por no hablar de las pérdidas económicas de los apagones?
Los nuevos ricos del CONEP dan por sentado que la doble contabilidad – que involucra a todos los ciudadanos-, la mayor parte de los cuales además son empleados informarles-, que utilizan una estrategia socio cultural de evasión- que exige una modificación del conjunto de la economía para lograr equidad fiscal y que, al mismo tiempo, la microempresa es un caso realmente ingente;-
que causan un elevadísimo nivel de inequidad distributiva y que los profesionales liberales dominan y transforman por completo la vida de sus socios participantes.
Ahora bien, todos estos fenómenos se dan únicamente en la economía de concentración de capitales del Siglo 20.
Es cierto que en períodos anteriores hubo crisis socio-políticas terriblemente destructivas e incluso conflictos que anticiparon lo que más tarde sería la recesión total, como en la república pos revolución.
-Ahora recuerdo las filas de los 90s para adquirir un galón de gasolina-
En República Dominicana, las crisis socio políticas seguían siendo el conflicto más perenne de la historia contemporánea del país.
Sin embargo, hasta finales del Siglo 20 la fuga de capitales en la que participaba toda la sociedad eran excepcionales.
El monstruo del déficit fiscal, 2000-2004, por ejemplo, – o de entre 1978 y 1986- si cabe – no nació con esas proporciones, pero lo cierto es que a partir de 1990 la crisis socio política era de una especulación masiva.
Cabe señalar, de paso, que una devaluación de esas características durante varios años no puede mantenerse excepto en una economía deficitaria moderna con una baja productividad y –o alternativamente – en una economía sustentada por la población no beligerante. –
¿Qué pensarán- en sus mas adentros- los analistas del FMI sobre nuestros niveles de inequidad?
En realidad, las economías agrarias tradicionales no pueden movilizar a un porcentaje tan elevado de mano de obra desocupada excepto de manera estacional, al menos en la zona de lluvias, pues hay momentos durante la cosecha agrícola en los que se necesitan todas las manos, – incluso las haitianas- durante la recolección -.
Pero, incluso en las sociedades rurales de Puerto Plata y San Francisco de Macorís, una movilización de esas características conlleva unas enormes necesidades de mano de obra, razón por la cual las evasiones fiscales modernas masivas reforzaron el poder de las multinacionales y los monopolios locales y produjeron una contrarrevolución obreracampesina -en cuanto la incorporación de la reforma agraria – en la fase de la privatización – y, permanente, – después de la segunda firma de adhesión con los norteamericanos: TLC EEUU – República Dominicana.
Además, las evasiones fiscales de finales del Siglo 20 han sido masivas en el sentido de que los nuevos ricos del CONEP han recibido millardos de pesos en subsidios; han utilizado y quemado cantidades hasta entonces inconcebibles de combustibles exonerados- en el curso de la nueva lucha de clases.
No puede extrañar que entre 1964 y 1984 se revolucionaran los procesos sociales.
La fuga de capitales exigía una sobre producción masiva que ya no existía.
Pero la producción requería también de organización y gestión, aún cuando su objeto fuera la destrucción racionalizada de las vidas humanas de la manera más eficiente.
De todos modos 5 millones de seres humanos
-¿Serán 6?- viven por debajo de la línea de pobreza.
En términos generales, la desigualdad era la empresa socio económica más rentable que había conocido el sistema hasta el momento, y además este debía ser organizado, secuenciado y gestionado por los organismos internacionales de crédito con todo cuidado.
Ello planteaba problemas de índole socio cultural, de fácil resolución.-
Las cuestiones empresariales siempre habían sido de la competencia de los gobiernos, desde que entre 1916 y 1924 los norteamericanos se encargaron de las aduanas. De hecho la deuda externa no tardó en presionar al presupuesto nacional y las grandes iniciativas de las empresas privadas, razón por la cual en el Siglo 21 los organismos de crédito internacional suministraban tan frecuentemente conocimientos y capacidad organizativa a los proyectos ferroviarios o a las instalaciones portuarias.
Pero, ¿Cuantos dólares se quedan en el país y cuantos salen por cada inversión extranjera?
Además, prácticamente en todos los países del tercer mundo o no el estado participaba en las empresas de fabricación de materias primas, aunque a finales del Siglo 20 se estableció una rara especie de simbiosis entre los gobiernos y los empresarios, especialmente en los sectores de clase alta como los exportadores y las portuarias, que anticiparon lo que ahora se conoce en la constitución como seguridad jurídica.
Sin embargo, el principio básico vigente – en el período transcurrido entre la revolución de 1965 y la segunda fase de la democracia representativa de entre 1978-1998,- en tiempo de “vacas flacas”- era que la economía tenía que seguir funcionando como sea, es decir, consumiendo sin ahorrar, en la medida de lo posible, -endeudándose sin poder pagar- como en los tiempos de la estabilidad macroeconómica, aunque por supuesto, la microempresa tenía que sentir los efectos de la recesión.
Para el estado del Siglo 21 el principal problema era de carácter fiscal: como financiar la economía real?
¿Debían financiarse los déficit públicos, mediantes créditos o por medio de impuestos directos y, en cualquier caso, ¿en qué condiciones?
Era pues, al Ministerio de Hacienda al que correspondía dirigir una economía de consumo sin competitividad.
Durante la crisis global, que se prolongó durante mucho más tiempo del que habían previsto los genios del BID y del FMI y en la que los gobiernos utilizaron mucho más dinero en efectivo y recursos del que se habían imaginado, la economía real continuaba subsidiándose.
Y ello imposibilitó el control por parte de los Ministerios de Hacienda, aunque sus funcionarios no veían con buenos ojos la tendencia de los políticos a preocuparse de conseguir el triunfo electoral- a toda costa- sin tener en cuenta los costos financieros.
Estaban en lo cierto.
Los gobiernos nacionales utilizaron mucho más recursos que aquéllos de los que disponía, con consecuencias negativas duraderas para su economía.
Y es que en la economía moderna, no sólo había que tener en cuenta los costos, sino que era necesario dirigir y planificar la producción y en definitiva toda la economía.
Sólo a través de la experiencia lo aprendieron los gobiernos en el curso de la democracia representativa del Siglo XXI.
Al comenzar la segunda década del Siglo 21 ya lo sabían, gracias a que sus funcionarios habían estudiado de forma concienzuda las enseñanzas extraídas de la primera.
Sin embargo, sólo gradualmente se tomó conciencia del crítico estado de la situación pandémica y de que el estado-nación debía controlar totalmente la economía y que la planificación material y la asignación de recursos eran cruciales
. Al comenzar la segunda década del Siglo 21, el Gobierno Dominicano 2004-2012 y 2020-2024 en menor medida, los ricos del CONEP, poseían los mecanismos necesarios para controlar la economía.
Con estas premisas, no deja de ser una extraña paradoja que en ambos sectores – público y privado – la economía subterránea fuera muy superior a la de las cifras oficiales dadas por el Banco Central, pese a su tradición y sus teorías relativas -en su justo contexto histórico- a la administración burocrática nacional.
Pero, ¿Se aceleró o se retrasó el crecimiento económico? ¿Se revolucionó la tecnología y la producción? ¿Qué sucedía con la tan cacareada competitividad?
Si los ricos del CONEP y especialmente el buró económico del gobierno dominicano representan los dos extremos de las consecuencias socio económicas y culturales de la devaluaciones, de las fugas de capitales, de la falta de competitividad, de las evasiones, entonces, hay que situar al resto de la sociedad civil, en una situación intermedia entre ambos extremos, aunque queda por hacer la evaluación del impacto de la concentración de capitales y sus costos en vidas.