¿Por qué la contra revolución de la minoría se vuelve contra los intereses del Estado-Nación?
Por Juan Carlos Espinal 1/3.
Si estudiamos la crisis de representatividad del aparato neoliberal observamos qué este fenómeno libero conservador avanza hacia la reconfiguración del ordenamiento político, consolidando el Bipartidismo y obstaculizando el advenimiento de una nueva mayoría electoral.
Si los movimientos sociales incorporados, la sociedad civil organizada, los partidos políticos progresistas y los medios de comunicación alternativos del siglo XXI comprenden las causas y las consecuencias de la decadencia de la situación actual de la democracia representativa 1966-2024 deberían integrar a la ciudadanía del voto económico independiente a sus organizaciones, sentando las bases de un inédito proceso histórico de transformación.
Para ello será necesario avanzar hacia una convergencia plural de intereses comunes que permitan romper el cerco mediático de la clase dominante, favorecer el advenimiento de un nuevo orden socio económico policlasista, deslindar las pasiones ideológicas, moviéndose hacia el centrismo político.
Hará este año un siglo, en el verano de 1916, cuando tras la Primera Guerra Mundial, el ejército de los Estados Unidos estaba invadiendo el territorio nacional.
Para entonces, el periodista estadounidense Bruce J. Calder publicó el primer volumen de su influyente obra «El Impacto de la Intervención».
Cien años después, vuelve a repetirse el declive del imperio estadounidense –y más aún del orden relativamente mundial liberal, que tras la guerra hispanoamericana instauró–, aunque su dominio sea en términos relativos y poco tenga que ver con las causas que le atribuía Calder a ese devenir.
El pensador inglés que rechazaba la visión eurocéntrica de la historia, vista como antigua, medieval y moderna, consideró como inexorable, y casi mecánico, el desarrollismo capitalista, de lo que más tarde llamó la llegada de la civilización a Santo Domingo, la cual veía como el comienzo del declive del Estado-Nación, en cuatro fases vitales:
Desarrollo, Crecimiento, Florecimiento y Modernización.
Ya para 1918 a República Dominicana le había llegado el turno de esta última fase de extinción.
Para entonces, los sociólogos occidentales establecieron en sus tratados ocho culturas que divisaron: babilonia, egipcia, china, india, mesoamericana (azteca/maya), clásica (griega/romana), árabe (hebrea, semítica y cristiano-islámica) y occidental o europea-americana.
Estás culturas fomentan una visión de lo que en principio se denomina como “civilización”, no tan lejana de la que más adelante planteara en su “choque de civilización” el pensador de derechas Samuel Huntington, pero muy distinta de la del escritor dominicano Juan Bosch, quien escribiera el ensayo «Desde Cristóbal Colón hasta Fidel Castro, frontera Imperial».
Tras el análisis del ensayo de Bruce J. Calder, 100 años después de la publicación del libro, Bosch, va más lejos.
Bosch considera que estamos en un proceso ”cíclico de la sociedad capitalista», que no significa ausencia de civilización, sino “un estado de descomposición sin sentido e irreflexivo”, con una “ arritmia histórica”, no sólo en República Dominicana sino en el mundo en general.
En ese sentido, Huntington se equivocó, claro, más no sin interés.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) resultó en el ascenso de Estados Unidos a preeminencia mundial y después a superpotencia global, tras la segunda fase (1939-1945), de lo que fue una guerra civil europea y un conflicto mundial, que terminó llevando a la pérdida de imperios de las potencias del Viejo Continente.
Entretanto surgió y se derrumbó (1917-1991) la Revolución Soviética, la URSS y la Guerra Fría que ganó Occidente, aunque quizá no tanto o tan bien como antes se creyó.
Pues mientras Occidente ganaba la opinión pública frente a la URSS, China resurgía de la mano de las Cuatro Modernizaciones de Deng Xiaoping a partir de 1982.
Y desde la línea divisoria de 1989, –caída del Muro de Berlín–, ha revivido una Rusia multipolar que Occidente no supo atraer e incorporar cuando pudo.
Sobre todo, China, con un régimen de partido comunista y economía mixta, está recuperando un lugar en el mundo incluso más importante que el que tuviera antes de 1870, en parte gracias a haber sabido aprovechar la decadencia del orden liberal y el fin del tipo de globalización que finalmente impulsó Occidente.
Algunos teóricos como Francis Fukuyama, creyeron ver en aquel triunfo occidental y la caída del sistema soviético un fin de la historia, con el triunfo universal del modelo liberal, aunque antes que él, lo plantearan Hegel y en su estela apocalíptica Lenin.
De hecho, Occidente durante la segunda posguerra y la Guerra Fría logró, gracias al poderío militar y económico de Estados Unidos poner en pie ese orden mundial liberal para una parte importante del mundo, que siguió en la fase de unipolaridad.
Sobre su declive empiezan a caerse los fallidos análisis de Fukuyama en el propio Occidente.
Como el ensayo de Bosch sobre las clases sociales en República Dominicana, -para el cual la decisión de Lindon B. Johnson-, de abandonar el papel de observación que había desempeñado el Departamento de Estado en República Dominicana, durante más de siete décadas, la segunda ocupación de Santo Domingo en 1965,“marca un punto de inflexión”. (Ya para 1907 Estados Unidos bombardea Villa Pajarito, (Villa Duarte).
¿Supone el declive del orden mundial liberal el declive de Occidente?
Como hemos explicado anteriormente, la democracia representativa 1966-2024 y el Estado de Derecho quedan en entredicho en algunos casos dentro de la cultura liberal y de sus instituciones.
La democracia representativa 1966-2024 representa el sentir de populismos disruptivos, la influencia del sistema financiero nacional en los partidos políticos y el interés de los Estados Unidos.
En este modelo socioeconómico y político occidental se refuerzan regímenes autoritarios distantes a la civilización de China y Rusia, que con sus propios modelos políticos y económicos impulsan un nuevo orden geopolítico, mientras los estadounidenses y euro asiáticos occidentales se retraen a la hora de defender sus valores y principios.
O incluso ponen en duda estos últimos.
Una serie de libros publicados por Roberto Cassa, entre ellos, «Desarrollismo capitalista» 1966-1978, por ejemplo) se preguntan si no es ya no el orden mundial liberal sino la propia democracia representativa tal como se entiende lo que está en peligro.
El orden mundial neoliberal está poniendo en riesgo la cuestión de los derechos fundamentales, no ya incluso la permanencia de los otros sistema-mundo, sino los cimientos sobre las bases en que esté se construyó.
Con la Administración Trump a la cabeza desde Washington, en reacción a lo que ve como excesos de la globalización neoliberal, la Revolución conservadora es irreversible.
No obstante, persisten muchos elementos de ese orden desde la OTAN a la UE, pasando por las instituciones de Bretton Woods (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y el antes GATT y hoy Organización Mundial del Comercio), en las que participa la potencia global emergente, China.
Pero Pekín, y otros como India, Rusia, Sudáfrica, por ejemplo, – a través de los BRICS, intentan cambiar este orden a la vez que construyen otro paralelo.
La OMC está en el punto de mira, pues la Administración Trump la está violentando y China la ha aprovechado.
Si la caída de Ucrania se confirma, la guerra comercial de aranceles que está iniciando Estados Unidos se puede retroalimentar en una espiral de la que nadie podrá quedar al margen.
Porque hoy el mundo es interdependiente.
Ya hace años, el sociólogo dominicano Antinoe Fiallo analizó en sus escritos de prensa e intervenciones en los medios de comunicación, mucho antes de que se hablara de globalización, sobre las cadenas globales de valor, lo que luego los tecnocratas del Banco Mundial llamaron una “interdependencia compleja”.
Y esa complejidad geopolítica hace aún más peligroso que el conflicto global continúe implosionando.
De momento, la hegemonía de Estados Unidos sobre República Dominicana ha durado 100 años más que el libro de Bruce J. Calder.
Pero esa hegemonía está dejando o va a dejar de ser dominante, ante el ascenso esencialmente de China.
Incluso, en la sociedad Dominicana hay tensiones en el seno de los partidos políticos, entre la influencia de Washington y en gran parte el estabilizador del modelo político –, que también fue el gran impulsor del golpe de estado a Bosch que ahora pretende hacer olvidar–, y algunos de sus socios económicos y aliados locales que se resisten a reconocer que Estados Unidos ha cambiado, y esperan que Trump sea un fenómeno pasajero.
Pero claro, si Trump no madura políticamente se disparará en el pie acelerarando su declive, aunque no sea por las razones que esgrimió Huntington, convencido de que era posible predecir lo que le iba a ocurrir.
Es sabido por todos nosotros que hacer predicciones es siempre muy difícil, sobre todo sobre el futuro.
Incluso para Bosch predecir el pasado,- como escribiera Antonio Machado-, “ni el pasado ha muerto ni está el mañana, ni el ayer escrito”.