El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) informó que el coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar fue de 0,467, el nivel más alto en 16 años. El indicador en cuestión constituye el método más utilizado para medir la desigualdad de ingresos y la cifra es una escala que va de 0 a 1 (0 es la igualdad perfecta y 1 es la desigualdad total). Para graficar la magnitud del fenómeno cabe citar el dato de 2023, cuando el coeficiente fue del 0,446, el peor en años.
En términos prácticos, una familia que integra el 10% más rico del país —el decil 10— tiene 15 veces más ingresos que una familia que integra el 10% extremo más bajo (decil 1). La concentración de la riqueza quedó reflejada, también, en una cifra incontrastable: el 10% de los hogares más acaudalados reunieron el 27% del total del ingreso nacional, a costa del 90% restante.
En este marco, el dato más elocuente de toda la serie radica en la caída del poder adquisitivo. Mientras que la pérdida promedio fue del 24%, en el caso del decil más bajo el desplome alcanzó el 33,5%. Es decir, que son los pobres quienes más han perdido contra la inflación, que desde la asunción de Milei, a inicios de diciembre de 2023, acumuló un 115,6%.
La disparidad también tiene un claro componente de género: en el primer trimestre de 2024 las mujeres tuvieron ingresos 27,4% más bajos que los varones. En el mismo período del año previo la brecha había sido del 24,2%.
«Hubo un claro aumento de la desigualdad. La distancia entre los ingresos de los individuos se ha acrecentado muchísimo», dijo a Sputnik Jorge Paz, economista especializado en demografía social e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
El especialista arrojó luz sobre un incipiente fenómeno cada vez más tangible: la pauperización de los principales indicadores sociales. «En nuestras estimaciones,
la pobreza ya llegó al 58% de la población. Dentro de ese universo, los ingresos han caído más del 25%. Esto explica por qué los sectores vulnerables son los que más han perdido contra la
inflación«, remarcó.
La cifra expuesta por el experto se condice con
estudios privados como el elaborado por la Universidad Católica Argentina, que en mayo precisó que la pobreza
había alcanzado al 55% de la población.
«En sí, el aumento de la desigualdad no es malo, porque podría deberse a una mejora de los sectores medios. El problema es que quienes más perdieron son los estratos más postergados de la población», apuntó el investigador.
Según Paz, el proceso que subyace a la creciente brecha entre los estratos más ricos y los más pobres de la población responde a la distribución primaria del ingreso, es decir, aquella entre el capital y el trabajo.
«Lo cierto es que hay una marcada caída del trabajo contra el capital en la participación en el ingreso. Este es un componente fundamental para entender la pauperización de los indicadores: los asalariados, en general, han perdido contra las empresas, por decirlo de manera muy simplificada», sostuvo el especialista.
El carácter estructural del fenómeno responde a una tendencia extendida a lo largo de todo el continente: «hay cada vez más polarización entre los sectores de mayores ingresos y los de menores ingresos, con una clase media prácticamente desaparecida. Podemos decir que Argentina se ha convertido en un país típico de Latinoamérica en términos demográficos».
La publicación del dato de carácter estructural se inscribe en una coyuntura signada por el debate de la
Ley Ómnibus y del paquete fiscal impulsados por el Gobierno de Milei. En este último capítulo asoma la
disputa en torno a una propuesta del oficialismo: la reducción de la alícuota del gravamen a los bienes personales, que alcanzaría a quienes tuvieran propiedades por un valor fiscal de 100 millones de pesos (107.000 dólares a tipo de cambio oficial).
«Los sectores más acaudalados se ven favorecidos por estas medidas. Estas decisiones van a ser regresivas, en perjuicio de los estratos más bajos de la población. Está claro que la Ley Bases tiene una orientación definida al respecto», apuntó Paz.
«Para el Gobierno este es un buen dato, porque la desigualdad es vista como algo positivo: el sector con mayor capacidad de ahorro es el de más altos ingresos, y es este el que puede derramar su riqueza hacia el resto de la población», destacó.