¿Se está desmoronando el proyecto Trump?
Alastair Crooke.
Ilustración: OTL.
…la estrategia de Trump de mantener el dólar como principal moneda de intercambio depende de la confianza que los demás depositan en Estados Unidos. La confianza lo es todo. Y este “capital” se está erosionando rápidamente.
Las repercusiones entre Musk y Trump (al menos por ahora) tienen algo de “televisivo”. Pero no se dejen engañar por el contenido de entretenimiento.
La disputa ilustra una contradicción fundamental en el corazón de la coalición MAGA.
Es posible que esta contradicción estalle en el futuro y acabe desencadenando el lento declive del Proyecto Trump.
Un momento crucial de las últimas elecciones estadounidenses fue el cambio de los multimillonarios oligarcas tecnológicos de Silicon Valley, que pasaron de apoyar a los demócratas a Trump.
Esto trajo consigo tanto dinero como una recompensa potencial brillante: Estados Unidos podría haber conseguido el monopolio del almacenamiento global de datos, la inteligencia artificial y lo que Yanis Varoufakis llama “capital cloud” , es decir, la supuesta capacidad de obtener una renta (es decir, comisiones) por el acceso a la inmensa reserva de datos estadounidense y a las plataformas asociadas de las grandes tecnológicas.
Se creía que tal monopolio sobre los datos daría a Estados Unidos la posibilidad de manipular la forma de pensar del mundo y de definir los productos y las formas de diseño considerados “cool”.
La idea era también que un monopolio sobre los centros de datos podría resultar tan lucrativo como el monopolio estadounidense del dólar como principal moneda comercial, lo que podría garantizar enormes entradas de capital para compensar la deuda.
Sin embargo, la característica explosiva de la coalición entre los oligarcas tecnológicos y los populistas del MAGA es que ambas facciones tienen visiones irreconciliables, tanto en lo que respecta a la gestión de la crisis de la deuda estructural estadounidense como al futuro cultural del país.
La visión de los “Tech Bros” [Hermanos Tecnológicos] es salvajemente radical; es un “libertarismo autoritario”. Peter Thiel, por ejemplo, sostiene que un pequeño grupo de oligarcas debería gobernar el imperio, libre de cualquier limitación democrática; que el futuro debería basarse en la «tecnología disruptiva»; ser robótico y estar guiado por la inteligencia artificial; y que la población debería estar estrictamente «gestionada» mediante el control de la inteligencia artificial.
La visión del equipo económico de Trump es muy diferente: el objetivo primordial de Trump —al que se subordina la geopolítica— es consolidar el dólar como principal moneda comercial mundial. Sin embargo, este objetivo solo puede alcanzarse abordando la insostenible deuda pública estadounidense.
Este exceso refleja el desequilibrio acumulado desde 1970, cuando la balanza comercial de Estados Unidos entró en déficit: por un lado, Estados Unidos ha fomentado un endeudamiento global en dólares excesivamente amplio, que se ha extendido por todo el mundo; pero, al mismo tiempo, esta enorme pirámide invertida de deuda se apoya en una base productiva estadounidense reducida y en contracción.
En otras palabras, a pesar de que Estados Unidos se ha beneficiado enormemente de estas entradas de capital, ya no puede esperar salir por sí solo de la trampa de la deuda que se ha creado.
El equipo de Trump propone hacer frente a este desequilibrio devaluando el dólar(quizás hasta un 30 %), recortando los impuestos a las empresas (para inducir el retorno de la producción manufacturera extranjera a Estados Unidos) y provocando así una reducción controlada de la deuda offshore en dólares con respecto a la capacidad productiva de Estados Unidos.
Para ser claros, esto no resuelve el problema de la deuda: solo gana tiempo.
La estrategia arancelaria de “conmoción y pavor” tenía por objeto asustar al mundo, empujándolo a celebrar acuerdos imprudentes para adaptarse a este esquema. La presión de Estados Unidos sobre los Estados para que aumenten el gasto en defensa de la OTAN sigue también las “mejores prácticas fallidas” estadounidenses para la reestructuración de los acreedores existentes.
Hasta ahora, las cosas no han salido como se esperaba, en gran parte debido a la resistencia china. En consecuencia, el mercado de bonos estadounidense (mercado de deuda) sigue hoy en día en la cuerda floja, y cada subasta es una experiencia angustiante.
Simplificando en exceso, se puede observar que la base populista del MAGA insiste en el retorno a una economía “realmente humana” y a perspectivas de trabajo bien remuneradas, en contraposición a la visión distópica de los Tech Bros, que solo ven un futuro disruptivo (no humano) basado en la tecnología, la robótica y la inteligencia artificial. Estas visiones son completamente opuestas entre sí.
Conocer este contexto puede explicar cómo Steve Bannon (partidario de los populistas del MAGA) puede oponerse visceralmente a Elon Musk, tachándolo de apóstata, “migrante ilegal” y pidiendo su expulsión.
La pregunta es: ¿cómo es posible que visiones tan contradictorias se hayan unido en una sola coalición?
Bueno, en primer lugar, Trump se vio obligado a llegar a un acuerdo para ser elegido. Tuvo que hacer un pacto con el “circo financiero” estadounidense (los ultra ricos), no solo sobre cómo salvar la economía estadounidense, sino también sobre cómo ‘arreglar’ el asunto con los líderes del ‘oscuro’ establishment que controla gran parte de la ‘vida’ política estadounidense.
Estos panjandrum [peces gordos] actúan como ‘dioses’ guardianes de una arquitectura de seguridad ‘sagrada’: el apoyo bipartidista e incondicional de Estados Unidos a Israel y la ancestral fobia visceral hacia Rusia. Sin embargo, también albergan profundas dudas sobre la solidez de la fortaleza financiera estadounidense, que se resume en la frase: “No podemos permitir que China gane la guerra por el futuro de las finanzas globales”.
¿Qué ha unido estas dos realidades tan diferentes?
En un nuevo libro, The Haves and the Have-Yachts [Los que tienen y los que tienen yates], de Evan Osnos, se describe cómo un hombre, Lee Hanley, ha influido de manera significativa en la política de la derecha estadounidense en las últimas décadas.
Steve Bannon, el creador original del programa MAGA de Trump, describió a Osnos como uno de los “héroes olvidados” de la historia estadounidense. “Tenía un verdadero amor por los hobbits (1), los deplorables”, dijo Bannon, “y siempre puso en práctica sus palabras”.
Wessie du Toit escribe que Hanley era uno de los superricos. Cita a Osnos, quien señala que los superricos estadounidenses no están unidos en una sola facción. Están divididos: Forbes informó en vísperas de las elecciones de 2024 que Kamala Harris tenía más donantes multimillonarios que Trump (83 frente a 52), sin embargo,
más de dos tercios (70 %) de las contribuciones de las familias multimillonarias se destinaron a apoyar a candidatos republicanos y causas conservadoras».
Forbes también informa de que el gasto político de los multimillonarios es ahora sorprendentemente 160 veces superior al de 2010.
¿Qué está pasando? Du Toit cita a Osnos, quien destaca que Hanley “previó extrañamente la estrategia electoral de Trump” al reunir “una coalición de élites conservadoras y clase trabajadora blanca”. En resumen, los miembros de la élite estadounidense aceptaron los términos del trumpismo como el precio a pagar si querían mantener la perspectiva de conservar el poder.
Tras la derrota de Mitt Romney en 2012, Hanley encargó a un encuestador que investigara más a fondo el clima que se respiraba en Estados Unidos. Se le informó de que ‘el nivel de descontento en este país era inconmensurable’. Hanley se convenció de que Trump era el único político capaz de canalizar esta energía en una dirección favorable y se dedicó a convertir a otros ricos donantes a la causa. Fue una inversión inteligente. Aunque Trump dio voz a la ira de los ‘hobbits’ de Bannon, su presidencia trajo inmensas recompensas materiales [a estos ricos oligarcas].
“Trump es una criatura del mundo del dinero y, en particular, de un período del pensamiento estadounidense basado en la codicia, la equidad, la libertad y el dominio”.
Esta fue ‘la otra revolución’ con respecto a la de los populistas del MAGA, subraya Osnos.
A lo largo de los años,
una parte de la élite estadounidense ha rechazado cada vez más las limitaciones a su capacidad de acumular riqueza, renegando de la idea de que sus grandes recursos implican una responsabilidad especial hacia sus conciudadanos. Han abrazado una ética libertaria radical que los considera simplemente individuos privados, responsables de su propio destino y autorizados a disfrutar de sus riquezas, como solo ellos consideran oportuno.
Esto nos lleva al enigma trumpiano que Osnos expone al principio de su libro:
Para entender por qué un votante puede insultar a la ‘élite’ y [sin embargo] venerar al heredero multimillonario de una fortuna inmobiliaria de Nueva York”.
Osnos podría tener razón al responder a este enigma afirmando que el
‘nivel de descontento’ que observó Hanley en 2012 había obligado a las élites a adoptar formas impredecibles de populismo para preservar su riqueza y sus oligarquías».
El problema aquí es obvio: los valores de los revolucionarios populistas contrastan con los defensores del capitalismo de riesgo de Trump, como Peter Thiel, David Sachs, Elon Musk o Marc Andreessen.
¿Cómo se podría resolver este problema? El temor de MAGA es que los oligarcas de Silicon Valley puedan volver a unirse a los demócratas a tiempo para las elecciones legislativas de mitad de mandato. O incluso que Musk pueda lanzar un tercer partido centrista (una idea que ya ha planteado en las redes sociales).
Lo que hace que estas contradicciones sean potencialmente explosivas es que ninguno de los principales puntos de la política exterior de Trump —tratar con China, normalizar Irán y Asia occidental con Israel y entablar relaciones con Rusia— está avanzando según lo previsto. Sin embargo, Trump necesita acuerdos arancelarios rápidos, porque la situación fiscal y de deuda de Estados Unidos así lo exige.
Estos importantes acuerdos geopolíticos propuestos se basaban en el predominio negociador de Estados Unidos (que tiene las ‘bazas’). Sin embargo, los acontecimientos han demostrado que Trump no tiene las cartas más importantes. China sigue siendo “muy difícil de manejar”, e Irán y Rusia no se quedan atrás.
En realidad, los ases en la manga no están tanto en manos de Trump como en las del Senado de los Estados Unidos, que puede mantener como rehén la aprobación del “Big Beautiful Bill” de Trump en nombre de las demandas de la mayoría de los senadores, aparentemente favorables a la escalada contra Rusia y al ‘no enriquecimiento’ de Irán.
La idea del equipo de Trump de que un intento de ataque a la disuasión nuclear rusa empujaría a Putin a aceptar un alto el fuego en las condiciones de Estados Unidos ha resultado ser un verdadero fracaso.
A pesar de sus (poco convincentes) afirmaciones de que él, Trump, no estaba al corriente del ataque ucraniano contra los bombarderos estratégicos rusos, Rusia se toma muy en serio la situación:
Larry Johnson informó desde Moscú que el general retirado Evgeny Buzhinsky (que prestaba servicio en la Dirección Principal de Cooperación Militar Internacional del Ministerio de Defensa ruso) le dijo que “Putin estaba furioso”. El general advirtió además que este momento ha sido el más cercano al borde de una guerra nuclear entre Estados Unidos y Rusia desde la crisis de los misiles en Cuba.
En Moscú, este episodio ha planteado la cuestión de si el verdadero objetivo de Trump, desde el principio, era presionar a Putin para que aceptara un alto el fuego que lo debilitaría políticamente, así como vincular a Rusia a una situación de conflicto sin fin con Ucrania, un marco que le permitiría a Trump enfrentarse directamente a China (un objetivo que se remonta a 2016 y que habría sido aprobado por todos los centros de poder estadounidenses).
En primer lugar, Trump debió calcular que el Senado de Estados Unidos y el Estado permanente oscuro se opondrían firmemente a cualquier transformación real de las relaciones con Rusia, una transformación que habría fortalecido al Estado ruso.
En segundo lugar (y más significativo), Trump no ha movido un dedo para promulgar una nueva ‘decisión’ política presidencial que anule la decisión anterior de la administración Biden que autorizaba a la CIA a perseguir la derrota estratégica de Rusia. ¿Por qué no? ¿Dónde están los pasos progresivos de Trump hacia la normalización de las relaciones?
No lo sabemos.
Pero la lectura errónea del temperamento ruso por parte de su equipo ha reforzado la determinación de Rusia y de muchos otros de resistir los intentos de Washington de imponer resultados contrarios a sus intereses.
Sin embargo, la estrategia de Trump de mantener el dólar como principal moneda de intercambio depende de la confianza que los demás depositan en Estados Unidos.
La confianza lo es todo.
Y este “capital” se está erosionando rápidamente.
Traducción nuestra
*Alastair Crooke, es un exdiplomático británico y es el fundador y director del Foro de Conflictos con sede en Beirut, una organización que aboga por el compromiso entre el Islam político y Occidente.
Nota nuestra
(1) «Hobbit»: referencia cultural a la clase trabajadora/blanca, como en el discurso de Bannon.
Fuente original: Conflicts Forum
Fuente tomada: Giubbe Rosse News