Se fue una de mis María
Por Altagracia Paulino
Recordamos con nostalgia a los amigos de la infancia con más rigor a los de la adolescencia, a los de la escuela secundaria, los de la universidad y a quienes compartimos las ocho horas laborales en los centros donde trabajamos para honrar el salario que cubre parte de nuestra dignidad.
Me refiero a una de mis María, porque tengo varias amigas muy queridas y una nieta que se llama María. A la que perdí el domingo 6 de julio fue una especie de alma gemela, a quien conocí a finales del siglo pasado, en noviembre del año 2000 en Durban, Sudáfrica, ciudad en la que vivió Mahatma Gandhi.
Nos encontramos en el XVI Congreso de Consumers International, y desde entonces establecimos un vínculo trascendente. Ella se convirtió en mi mentora, porque compartíamos los mismos intereses y desempeñamos funciones paralelas. Fue directora del Instituto de Sanidad y Consumo de Madrid y presidenta de la CECU, una prestigiosa organización de consumidores de la capital española.
María era socióloga, autora del libro sobre la Obsolescencia Programada, que publicamos en el país en 2018; una lectora incansable, con vasta cultura y compromiso social.
Cultivamos una amistad profunda: revisando los mensajes del chat y sus extensas cartas por correo electrónico, llegué a la conclusión de que fue la amiga con la que más me comuniqué en lo que va de siglo.
Es muy difícil encontrar personas que piensen como una, que compartan la misma visión ante los acontecimientos. A María le gustaba la poesía: ella misma era un poema; activa, trabajadora incansable, gestora y creadora de espacios vitales.
Creó el “Espejo Atlántico”, plataforma de diálogo entre consumidores de Europa, América Latina y el Caribe. Asistí a dos de esos encuentros en España, donde logramos hermanar a consumidores de toda la región.
Participó en la formación de la OCLAC, agrupación de organizaciones de consumidores de América Latina y el Caribe, y formó parte del chat de “Los Pioneros”, donde escuchamos su voz cinco días antes de partir.
Escribió dos o tres ensayos anuales en una revista española experta en Responsabilidad Social Corporativa, fue gestora del Observatorio de Responsabilidad Social en España y docente en varias universidades. Integró la directiva del Foro Social de la Moda, promoviendo una “segunda oportunidad” para lo que consumimos.
Para “Espejo Atlántico” gestionaba recursos para que las organizaciones de nuestra región participáramos. Su energía y confianza hicieron esos encuentros exitosos y colaborativos.
María Rodríguez Sánchez la sentíamos como una de las nuestras en toda América; sembró amistad por donde pasó y cultivó vínculos entrañables, entre los cuales me incluyo.
Fue mi hermana española; compartíamos pensamientos y hasta las lunas llenas, con fotos que nos enviábamos. Aunque no nacimos el mismo año, cumplíamos el 21 de enero y lo celebrábamos virtualmente. Ya no está, y como dice Jorge, su esposo, sigue su apretada agenda en otra dimensión.
María nos enseñó que la amistad va más allá de un saludo ocasional; es sostenerse mutuamente en los proyectos, acompañarse en las caídas y celebrar los pequeños horizontes alcanzados en conjunto. Nos mostró que actuar con coherencia, tanto en las causas públicas como en la ternura personal, convierte a una amistad en un legado que trasciende el tiempo y el espacio. Con ella aprendí que, aun en la distancia, lo que cultivamos con conciencia y pasión nunca se pierde. Hasta siempre, amiga