Se hizo justicia
El fútbol, ese deporte al que algunos intelectuales han llamado el opio de los pueblos, muchas veces se disfraza de ruin, traidor o canalla, premiando al que juega a no jugar, a no arriesgar, asumiendo estrategias impúdicas abrazando la maquiavélica idea del ‘fin justifica los medios’. Otras veces termina siendo un justiciero certero que recompensa al que propone, crea y arriesga, al que domina de la A a la Z. Este fue el caso de esta España coral, multicolor, polivalente y visceralmente inteligente que tuvo que escalar un Everest en esta Eurocopa que a las primeras de cambio la colocó en el llamado ‘Grupo de la Muerte’, dejando en esas instancias victorias premonitorias ante una Italia que vive un presente recordando un pasado que ya no tiene, y a la Croacia de Modric. En la vida o muerte mató la inspiración de una Alemania dueña del escenario y con una selección joven y en ascenso, para después dejar en el camino a la todopoderosa Francia de Mbappé, para luego fusilar los sueños y desesperados anhelos de los inventores del fútbol (Inglaterra), quienes desarrollan un juego sin identidad, repleto de baches, intermitente y acéfalo de ideas, a pesar de los grandes jugadores que posee. Por todo esto es mucho más meritoria la victoria de España, selección que descubrió en el 2008 una forma de jugar en donde la inteligencia desplazó ese viejo y vacío concepto de ‘La furia roja’ para darle paso al juego colectivo, de incesantes toques y a la complicidad en donde todos participan, aunque este grupo de jugadores de Luis de la Fuente no tenga las mismas características de aquella selección de Luis Aragonés y Vicente del Bosque. Estos elaboran menos en el laboratorio del centro del campo porque tienen jugadores de vértigo que suelen recurrir a la velocidad, con dos extremos (Lamine y Nico) desequilibrantes, regateadores y valientes a pesar de su juventud. España hace tiempo entendió que el fútbol es un deporte de tiempo y espacio, en donde la formación intelectual del jugador es fundamental para entender esta filosofía colectiva de jugar, que con sus evidentes variantes, sigue siendo la misma ruta que trazaron los Xavi, Xabi, Iniesta, Busquets y demás jugadores que impusieron esta forma artística de tejer jugadas que muchas veces ha convertido un campo de fútbol en un teatro.