Sheikh Hasina habla sobre el complot de EU
M. K. Bhadrakumar.
Delhi debería tener una visión estratégica de dónde estarían sus intereses en este cambio de paradigma, ya que la forma habitual de pensar o de hacer algo en nuestra vecindad se sustituye bruscamente por una experiencia nueva y diferente que Washington ha impuesto unilateralmente.
El reportaje exclusivo que publica hoy el Economic Times con las primeras declaraciones de Sheikh Hasina tras su destitución será como una bofetada en la cara de los papanatas de nuestro país que se explayan elocuentemente sobre los acontecimientos en ese país como un momento de democracia independienteen la política regional.
Dimití para no tener que ver la procesión de cadáveres. Querían llegar al poder sobre los cadáveres de los estudiantes, pero no lo permití, dimití del cargo de primer ministro. Podría haber seguido en el poder si hubiera renunciado a la soberanía de la isla de San Martín y hubiera permitido que Estados Unidos dominara el golfo de Bengala. Ruego al pueblo de mi tierra: ‘Por favor, no permitáis que os manipulen los radicales’.
El informe de ET, que cita fuentes de la Liga Awami, da a entender que el verdugo de la revolución de colores en Bangladeshno es otro que Donald Lu, actual subsecretario de Estado para Asuntos del Sur y Asia Central, que visitó Dacca en mayo.
Esto es bastante creíble. Una comprobación de los antecedentes del historial de Lu revela la historia. Este «diplomático» chino-estadounidense fue funcionario político en Peshawar (de 1992 a 1994); ayudante especial del embajador Frank Wisner (cuyo linaje familiar como operativos del Estado Profundo es demasiado conocido como para explicarlo) en Delhi (de 1996 a 1997); posteriormente, como jefe adjunto de misión en Delhi de 1997 a 2000 (durante los cuales su cartera incluía Cachemira y las relaciones entre India y Pakistán), heredando el puesto, curiosamente, de Robin Raphel, cuya reputación como bête noire(bestia negra) de India aún es memoria viva: analista de la CIA, miembro de grupos de presión y «experto» en asuntos de Pakistán.
De hecho, Lu visitó Bangladesh a mediados de mayo y se reunió con altos funcionarios del gobierno y dirigentes de la sociedad civil. Y poco después de su visita, Estados Unidos anunció sanciones contra el entonces jefe del ejército bangladeshí, el general Aziz Ahmed, por lo que Washington calificó de implicación en «corrupción significativa«.
Tras su visita a Dhaka, Lu declaróabiertamente a Voice of America:
Promover la democracia y los derechos humanos en Bangladesh sigue siendo una prioridad para nosotros. Seguiremos apoyando la importante labor de la sociedad civil y de los periodistas y abogando por los procesos e institucionesdemocráticos en Bangladesh, como hacemos en países de todo el mundo…
Nosotros [EEUU] condenamos abiertamente la violencia que empañó el ciclo electoral [en enero] y hemos instado al gobierno de Bangladesh a que investigue de forma creíble los incidentes de violencia y exija responsabilidades a los autores. Seguiremos participando en estas cuestiones…
Lu desempeñó un papel proactivo similar durante su anterior misión en Kirguistán (2003-2006), que culminó con una revolución de color.
Lu se especializó en alimentar y organizar revoluciones de colores, que condujeron a cambios de régimen en Albania, Georgia, Azerbaiyán, Kirguistán y Pakistán (destitución de Imran Khan).
La revelación de Sheikh Hasina no pudo sorprender a la inteligencia india. En el periodo previo a las elecciones celebradas en Bangladesh en enero, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso había denunciado abiertamente que la diplomacia estadounidense estaba cambiando de táctica y planeando una serie de acontecimientos para desestabilizar la situación en Bangladesh en el escenario postelectoral.
El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores declaró en un comunicado en Moscú:
Los días 12 y 13 de diciembre, en varias áreas de Bangladesh, los opositores al gobierno actual bloquearon el tráfico, quemaron autobuses y se enfrentaron con la policía. Vemos una conexión directa entre estos eventos y la actividad inflamatoria de las misiones diplomáticas occidentales en Dhaka. En particular, del Embajador de EE. UU. P. Haas, de quien ya hablamos en la rueda de prensa del 22 de noviembre.
Hay serias razones para temer que en las próximas semanas se utilice un arsenal de presión aún más amplio, incluidas sanciones, contra el gobierno de Bangladesh, indeseable para Occidente. Es posible que se ataque a industrias clave, así como a una serie de funcionarios a los que se acusará sin pruebas de obstruir la voluntad democrática de los ciudadanos en las próximas elecciones parlamentarias del 7 de enero de 2024.
Por desgracia, hay pocas posibilidades de que Washington entre en razón y se abstenga de otra burda injerencia en los asuntos internos de un Estado soberano. Sin embargo, confiamos en que, a pesar de todas las maquinaciones de fuerzas externas, la cuestión del poder en Bangladesh la decidirá en última instancia el pueblo amigo de este país, y nadie más.
No obstante, Moscú y Pekín han adoptado una postura escrupulosamente correcta de no injerencia. Fiel al pragmatismo ruso, el embajador de Moscú en Bangladesh, Alexander Mantytsky, señaló que su país «cooperará con cualquier dirigente y gobierno elegido por el pueblo de Bangladesh que esté dispuesto a un diálogo igualitario y mutuamente respetuoso con Rusia».
Dicho esto, tanto Rusia como China deben estar preocupadas por las intenciones de EEUU. Además, no pueden sino mostrarse escépticos sobre la forma de las cosas que están por venir, dado el pésimo historial de los regímenes clientes de EEUU catapultados al poder mediante revoluciones de colores.
A diferencia de Rusia, que tiene intereses económicos en Bangladesh y participa en la creación de un orden mundial multipolar, los intereses de seguridad de China e India se verán directamente afectados si el nuevo régimen de Dacca no cumple lo prometido y el país se sume en la crisis económica y la anarquía como Estado fallido.
Por tanto, es discutible si este cambio de régimen en Dacca ideado por Washington está «centrado en India» o no.
El quid de la cuestión es que, en la actualidad, India está flanqueada al oeste y al este por dos regímenes hostiles que están bajo la influencia de Estados Unidos.
Y esto ocurre en una coyuntura en la que abundan los indicios de que la política exterior independiente del gobierno y su obstinada adhesión a la autonomía estratégica han trastornado la estrategia Indo-Pacífica de EEUU.
Lo paradójico es que la revolución de colores en Bangladesh se puso en marcha una semana después de la reunión ministerial de la Quad en Tokio, que, por cierto, también fue una iniciativa estadounidense organizada a toda prisa.
¿Es posible que la clase dirigente india se dejara llevar por una sensación de complacencia?
El ministro británico de Asuntos Exteriores, David Lammy, se puso en contacto con el ministro de Asuntos Exteriores, S. Jaishankar, mediante una llamada telefónica el 8 de agosto, coincidiendo con el nombramiento del gobierno provisional de Dacca, que el Reino Unido ha acogido con satisfacción , al tiempo que ha instado a «una vía pacífica hacia un futuro democrático integrador» para Bangladesh, por mucho que el pueblo de ese país merezca «rendir cuentas«. [Énfasis añadido].
India guarda silencio. La única forma de que Bangladesh encuentre una salida de la trinchera es mediante un proceso democrático inclusivo en el futuro. Pero el nombramiento, aparentemente por recomendación de los estudiantes, de un abogado formado en Estados Unidos como nuevo presidente del Tribunal Supremo de Dacca es otra señal ominosa de que Washington está estrechando el cerco.
En este contexto geopolítico, un comentario publicado el jueves en el diario chino Global Times, titulado China-India relations easing, navigating new realities, da que pensar.
Hablaba del imperativo de que India y China «creen un nuevo tipo de relación que refleje su condición de grandes potencias… Ambos países deberían acoger y apoyar la presencia del otro en sus respectivas regiones vecinas». De lo contrario, subrayaba el comentario, «será difícil mejorar el entorno diplomático de ambos países».
El cambio de régimen en Bangladesh es testimonio de esta nueva realidad. La conclusión es que, mientras que, por un lado, los indios se tragaron la narrativa estadounidense de que son un «contrapeso a China«, en realidad, Estados Unidos ha empezado a explotar las tensiones entre India y China para mantenerlas separadas con vistas a avanzar en su propia agenda geopolítica de hegemonía regional.
Delhi debería tener una visión estratégica de dónde estarían sus intereses en este cambio de paradigma, ya que la forma habitual de pensar o de hacer algo en nuestra vecindad se sustituye bruscamente por una experiencia nueva y diferente que Washington ha impuesto unilateralmente. Lo que quizá no hayamos comprendido es que las semillas del nuevo paradigma ya estaban presentes en el existente.
Traducción nuestra
*M.K. Bhadrakumar es Embajador retirado; diplomático de carrera durante 30 años en el servicio exterior indio; columnista de los periódicos indios Hindu y Deccan Herald, Rediff.com, Asia Times y Strategic Culture Foundation entre otros
Fuente: Indian Punchline