Si Estados Unidos apunta a Irán, los países del golfo se enfrentan a una elección
Mawadda Iskandar.
Ilustración: The Cradle
A medida que Irán y el Estado ocupante entran en confrontación directa, los Estados árabes del Golfo Pérsico se enfrentan a amenazas sin precedentes para su seguridad, soberanía y fuentes de energía vitales.
La rápida escalada de la guerra entre Irán e Israel ha catapultado a los Estados del Golfo Pérsico a un vórtice de peligro geopolítico. Situados en un terreno estratégico y con una densa red de instalaciones militares estadounidenses, estos Estados son muy conscientes de que cualquier decisión de Estados Unidos de unirse al frente de guerra acabará con su ya frágil neutralidad. Sus territorios se convertirían entonces en objetivos de primera línea.
A medida que se intensifica la guerra de Israel contra Irán, respaldada por Estados Unidos, las monarquías del Golfo Pérsico intentan mantener un delicado equilibrio: preservar la seguridad, salvaguardar las exportaciones de energía y eludir una guerra sin fin que podría arrasar sectores vitales como la aviación y la desalinización.
Sin embargo, siguen atrapados en una red cada vez más estrecha de alineamientos regionales y dependencias estratégicas que les dejan poco margen de maniobra.
Aperturas diplomáticas en medio de la tormenta
Inmediatamente después del ataque del 13 de junio de Tel Aviv contra instalaciones nucleares y militares iraníes, las capitales del Golfo se apresuraron a proyectar una postura de distensión.
Arabia Saudí lanzó una serie de iniciativas diplomáticas con capitales europeas y regionales, desde Berlín y Bruselas hasta Ammán y Bagdad, instando a la moderación.
Qatar siguió su ejemplo con llamadas a Ankara, Roma y Ottawa, mientras que los Emiratos Árabes Unidos coordinaron sus acciones con París, Islamabad y Budapest. Incluso Kuwait, tradicionalmente pasivo, y Omán, neutral, solicitaron la ayuda de Turquía para calmar los ánimos en la región.
Una declaración conjunta de 20 Estados árabes e islámicos, incluidos los seis miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), denunció cualquier ataque contra instalaciones nucleares y reiteró su llamamiento a la desnuclearización de la región.
A continuación, se produjeron gestos simbólicos: los Emiratos Árabes Unidos eximieron del pago de las multas por visado a los residentes iraníes y Riad aceleró el regreso de los peregrinos iraníes.
Sin embargo, la voz más contundente de la región fue la del ex primer ministro de Qatar, Hamad bin Jassim, quien advirtió que el colapso de Irán desataría un caos incontrolable.
Instó a los gobernantes del Golfo Pérsico a presionar a Washington para que “detuviera inmediatamente la locura israelí” y evitara que la región se sumiera en una guerra a gran escala.
La bomba de relojería de las bases estadounidenses
La presencia militar estadounidense en el Golfo Pérsico es tanto un elemento disuasorio como una provocación. Qatar, el único aliado del Golfo fuera de la OTAN, alberga los mayores puestos avanzados estadounidenses en la región, en Al-Udeid y Al-Sailiya, situados a menos de 300 kilómetros de Irán, bien dentro del alcance incluso de los sistemas de misiles más antiguos de Irán. Kuwait alberga cuatro bases estadounidenses clave; los Emiratos Árabes Unidos, tres; Arabia Saudí, Baréin y Omán proporcionan apoyo logístico y de defensa aérea fundamental.
Aunque los Estados del Golfo conservan el derecho legal de vetar las operaciones ofensivas desde estas bases, esa soberanía es en gran medida teórica si Washington opta por la escalada.
Las autoridades iraníes ya han dejado claro que cualquier plataforma utilizada en una agresión será considerada un objetivo legítimo de represalia. Si se lanzaran ataques aéreos estadounidenses desde territorio del Golfo, ninguna de estas monarquías escaparía a las consecuencias.
Parálisis de la aviación y temblores económicos
A medida que aumentaban las tensiones, los corredores aéreos de la región comenzaron a cerrarse. Los vuelos sobre Irán, Irak, Líbano y Siria fueron desviados, suspendidos o cancelados por completo. Emirates y Qatar Airways cancelaron decenas de vuelos, mientras que el Aeropuerto Internacional de Dubái sufrió retrasos en cadena.
Los costes de desvío se dispararon. Los gastos de combustible se dispararon. El volumen de pasajeros se redujo. El impacto financiero fue inmediato: las acciones de Air Arabia se desplomaron un 10 %, la caída más pronunciada desde la crisis financiera de 2008.
Puntos críticos energéticos amenazados
Irán posee las segundas reservas de gas natural y las terceras de petróleo más grandes del mundo. Un solo ataque israelí contra una plataforma de gas de South Pars, conectada al vital yacimiento North Field de Qatar, provocó una subida de los precios del petróleo de más del 10 %. Si el conflicto continúa, se prevé que los precios superen los 100 dólares por barril.
A pesar de que no causó daños a las instalaciones qataríes, el ataque sacudió los mercados energéticos mundiales y minó la confianza en la fiabilidad del Golfo como exportador.
El CCG se enfrenta a un dilema: aunque el aumento de los precios del petróleo impulsa temporalmente los ingresos, el espectro de la interrupción de las cadenas de suministro y de los ataques selectivos a las infraestructuras supone una amenaza existencial para sus economías basadas en la energía.
Incluso un cierre breve de las rutas marítimas o las interrupciones en las refinerías podrían provocar un retroceso económico catastrófico.
Estrechos al borde del abismo
El estrecho de Ormuz es la yugular de la región: el 20 % del gas natural licuado del mundo pasa a diario por sus estrechas aguas. Irán ha advertido en repetidas ocasiones de que podría cerrar el estrechosi es atacado. Tal medida paralizaría las exportaciones de Kuwait, Qatar y Baréin, que carecen de rutas alternativas significativas.
Ni siquiera Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, que cuentan con oleoductos de reserva hacia el mar Rojo y el mar Arábigo, pueden compensar por completo el estrangulamiento estratégico de Ormuz.
Más al sur, el estrecho de Bab al-Mandab, ya perturbado por las operaciones militares yemeníes contra el transporte marítimo israelí, vio caer el tránsito diario de petróleo de 8,7 millones de barriles en 2023 a cuatro millones en 2024.
El cierre simultáneo de ambos estrechos supondría una catástrofe: la retirada de más del 60 % del petróleo del Golfo de los mercados mundiales, lo que haría subir los precios muy por encima de los 200 dólares por barril.
Un fuego cruzado nuclear y cibernético
Se cierne otro peligro silencioso: la lluvia radiactiva. Las instalaciones nucleares de Irán, situadas cerca de las aguas del Golfo Pérsico, suponen un importante riesgo medioambiental.
Una fuga provocada por ataques israelíes o sabotajes podría devastar los ecosistemas marinos y hacer que el agua desalinizada no sea potable, lo que supondría una crisis existencial para Qatar, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos, que dependen casi por completo del agua de mar para su consumo.
Kuwait se encuentra a solo 250 kilómetros del reactor iraní más cercano, con las corrientes del Golfo fluyendo desde las costas iraníes. Sin embargo, no existe un plan de emergencia regional integral. Como advirtió recientemente el ministro de Asuntos Exteriores de Qatar, incluso una contaminación menor podría agotar las reservas de agua dulce en cuestión de días.
Mientras tanto, la guerra cibernética ha pasado de la sombra al centro del escenario. Las perturbaciones en el estrecho de Ormuz ya han obligado a casi 1000 barcos a volver a la navegación analógica ante la sospecha de interferencias en el GPS.
Los Estados del Golfo se enfrentan ahora al enorme reto de defender no solo sus fronteras y sus infraestructuras, sino también su soberanía digital.
Contradicciones estratégicas
La Operación Al-Aqsa Flood del 7 de octubre de 2023 ha reconfigurado la geometría política de la región. Los Estados árabes del Golfo Pérsico, durante mucho tiempo atados a la protección de Estados Unidos, ahora están cubriéndose las espaldas: normalizando sus relaciones con Tel Aviv, tendiendo ramas de olivo a Teherán y suplicando moderación estratégica a Washington.
Pero estas medidas contradictorias —apaciguar a Israel, calmar a la República Islámica y depender de Estados Unidos— chocan con una realidad regional que ya no tolera la indecisión.
Lo que surge es una política para Asia Occidental basada en tres pilares: la reconciliación con Irán, la normalización condicional con el Estado ocupante y la dependencia continuada del paraguas de seguridad estadounidense.
Queda por ver si esta frágil estrategia podrá mantenerse ante una guerra cada vez más amplia. Pero si las llamas se extienden, la apariencia de estabilidad del Golfo será una de las primeras en arder.
Traducción nuestra
*Mawadda Iskandar es periodista e investigadora especializada en asuntos del Golfo; ha producido varios documentales y publicado investigaciones.
Fuente original: The Cradle