«Sintonía en las agendas»: la alianza chino-brasileña refuerza el multilateralismo
Por Flávia Villela
El 20 de noviembre en Brasilia, con 37 acuerdos en diversas áreas, el presidente de China, Xi Jinping, y su homólogo brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, reforzaron aún más su alianza. Analistas políticos interpretan los resultados del encuentro como mutuamente benéficos, en la lógica de «ganar-ganar», en la que el multilateralismo triunfa.
Así, Maurício Santoro, politólogo, profesor de Relaciones Internacionales y colaborador del Centro de Estudios Políticos y Estratégicos de la Marina, destacó la sintonía de los objetivos de la política internacional hacia un mundo más multipolar, como la defensa de la reforma de las instituciones globales en beneficio de los países del sur global.
«Hay una gran sintonía en las agendas globales de los presidentes Lula y Xi Jinping, especialmente en lo que se refiere a la defensa de las instituciones multilaterales internacionales», afirmó.
Jurista, editor de Autonomia Literaria y analista geopolítico, Hugo Albuquerque argumentó que las dos naciones han creado una dinámica complementaria, que aún no ha alcanzado todo su potencial debido a obstáculos como la dolarización de las transacciones comerciales.
«Una relación directa entre Brasil y China, en todos los sentidos, tiene un peso enorme. Como lo sería también con Brasil y Rusia y, por supuesto, un acercamiento entre Brasil y China contribuye a relaciones del mismo tipo con otros países, grandes, medianos y pequeños, para que Estados Unidos deje de ser el gobernante del mundo», indicó.
El fortalecimiento de la relación bilateral brasileño-china, en este sentido, genera «precedentes para otras relaciones en el mundo», enfatizó el jurista, citando al grupo BRICS como un «embrión» de este reordenamiento en la geopolítica mundial.
«El BRICS es naturalmente como un embrión de otro mundo posible, que no es aquel mundo comandado por las potencias imperialistas del siglo XIX, en los diversos arreglos que el sistema tuvo antes de la Primera Guerra Mundial, después de la Segunda Guerra Mundial, después de la Guerra Fría. Es la posibilidad de un mundo diferente de este orden opresivo, vertical y brutal. El BRICS es un embrión de este otro mundo que puede ser posible y la relación chino-brasileña es fundamental en este sentido», señaló el experto.
Advirtió, sin embargo, que Brasil necesita recalibrar su modelo de desarrollo y construir estructuras públicas y semipúblicas para cualificar su relación con la economía globalizada, como hizo China para no perder el control de su propia economía.
«Soy de los que abogan por reestructurar, pero en sentido público, la gestión de nuestra economía, porque solo así podremos obtener frutos más eficaces de esta asociación», afirmó.
Ruta de la Seda
Lanzada en 2013, la iniciativa china de la Franja y la Ruta, también conocida como la Nueva Ruta de la Seda, que abarca 150 países, no se incluyó en los acuerdos porque Brasil optó por no unirse al ambicioso proyecto chino, a pesar de los llamamientos de su socio asiático.
Los expertos subrayan que el impacto de la adhesión sería más simbólico y político que comercial para ambos países.
Albuquerque expresó que la decisión de Brasil de no sumarse al proyecto no fue unánime y estuvo influenciada por «grupos occidentalistas en Brasil, que entendieron que el significado de esta adhesión podría situar a Brasil muy claramente lejos de Occidente», comentó, calificando la decisión de equivocada.
«Para China, la gran importancia de la Nueva Ruta de la Seda es crear nuevas rutas comerciales y también exportar capital y reutilizar capital, especialmente en el área de las infraestructuras. Así que creo que lo que realmente faltaba era una postura más firme por parte de Brasil para unirse y también, por supuesto, para exigir que los socios chinos avancen en un problema muy grave y un atasco en Brasil, que es la infraestructura, donde tenemos una demanda muy reprimida debido a una clara falta de ferrocarriles, vías fluviales y carreteras», sostuvo.
Según Santoro, el hecho de que Brasil no se adhiera a la iniciativa refleja una medida proteccionista hacia el sector industrial, que se siente amenazado por la competencia china.
«Cerca del 90% de las exportaciones brasileñas a China son productos agrícolas y minerales, como soja, mineral de hierro, aceite, carne y celulosa. En cambio, los brasileños importan de China productos industriales, como equipos electrónicos y eléctricos. Desde la década de 2000, el Gobierno brasileño está preocupado por este desequilibrio y quiere que las exportaciones incluyan más productos de alto valor añadido», argumentó.
El politólogo también destacó que dentro de la Cancillería brasileña hay «escepticismo» sobre los beneficios del proyecto para Brasil.
«Como el país ya recibe muchas inversiones chinas y es el principal destino de las mismas entre las naciones del sur global, no habría muchas ganancias adicionales. Los diplomáticos también temen que Brasil pierda voz e influencia en las relaciones con China, al tener que negociar con las decenas de países que componen la iniciativa», destacó, enumerando el riesgo de represalias comerciales por parte de EEUU como otro factor significativo.
Mediación conjunta en conflictos internacionales
En cuanto a la crisis de Ucrania, los presidentes subrayaron que no hay soluciones simples para cuestiones complejas y que China y Brasil llegaron a entendimientos comunes sobre una resolución política del conflicto y crearon el grupo Amigos por la Paz junto con otros países del sur global.
Según Santoro, el peso económico y político de ambas naciones sí influye en las negociaciones de paz globales.
«Los chinos, por ejemplo, mediaron en un importante acuerdo entre los distintos grupos palestinos que rechazan la ocupación israelí, además de mediar en el acercamiento entre Arabia Saudita e Irán. La perspectiva de un momento más confrontacional y aislacionista en los EEUU de Trump ciertamente presentará oportunidades para Brasil y China», enfatizó.
Albuquerque también valoró la importancia del esfuerzo conjunto chino-brasileño para acelerar el fin de los conflictos actuales, pero advirtió de que mientras Occidente siga armando y financiando a una de las dos partes implicadas en los enfrentamientos, la escalada de violencia continuará.
«Llevamos dos años y medio de conflicto, en los que básicamente las sanciones occidentales no han destruido a Rusia ni han derrocado a su Gobierno, como se esperaba inicialmente, y Ucrania se ha establecido como una importante trampa militar occidental para las tropas rusas. Tenemos un escenario de estancamiento que, sin embargo, está actualmente a favor de Rusia en el campo de batalla y de ahí viene esta decisión precipitada del mando político estadounidense en un cierre de gobierno, de determinar que Ucrania puede atacar territorio ruso», concluyó.
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