SPUTNIK. Una Europa completamente congelada: así es la portada de la revista británica ‘The Economist’, en cuya edición más reciente se advierte que la región podría perder su posición global, encaminarse a un proceso de desindustrialización y hasta afectar sus relaciones transatlánticas.
Ante el alza de los precios de los combustibles, las amenazas de una crisis energética sin precedentes para el invierno entrante y las tasas inflacionarias amenazando las economías familiares, Europa se enfrenta a uno de sus mayores retos económicos y sociales a causa del conflicto en Ucrania, que ya está a punto de cumplir nueve meses.
«Existe un creciente temor de que el reacomodo en el sistema energético global, el populismo económico estadounidense y sus divisiones geopolíticas amenacen la competitividad a largo plazo de la Unión Europea y de sus no miembros, como Gran Bretaña», se lee en la introducción del artículo, titulado Europa enfrenta una crisis duradera de energía y geopolíticas.
«Una crisis energética y geopolítica prolongada debilitará y amenazará su posición global [de la Unión Europea]», sentencia la publicación.
The Economist explica que, pese «a las buenas noticias de las últimas semanas» respecto a que los precios del gas volvieron a los niveles registrados en verano, los costos de los combustibles siguen siendo seis veces mayores que el promedio de los últimos años.
A esto se suma que, aunque Europa parece haber alcanzado niveles óptimos de almacenamiento de gas para el invierno de 2022, se estima que la falta de gas ruso provocará un exceso de muertes de hasta 100.000 personas.
Para 2023, países como Alemania —cuya industria basó su crecimiento en los últimos años en la compra de gas barato ruso— tendrán que volver a llenar sus reservas, esta vez sin contar con energéticos provenientes de Rusia, debido a las sanciones que Occidente ha impuesto en contra de la industria energética del país euroasiático por el conflicto en Ucrania.
«La inflación energética se está extendiendo al resto de la economía europea, creando un agudo dilema para el Banco Central Europeo. Necesita subir las tasas de interés para controlar los precios. Pero si va demasiado lejos, podría desestabilizar a los miembros más débiles, principalmente a una endeudada Italia», apunta The Economist.
Por otra parte, la publicación también advierte que las sanciones económicas contra Rusia que derivaron en una afectación a las cadenas de suministros y al mercado energético global exponen el modelo de negocios de Europa, cuyas industrias han logrado un alto crecimiento gracias al gas ruso.
El medio señala que la crisis energética parece ser aprovechada por Estados Unidos para ofrecer subsidios y planes que atraigan inversión europea, a costa de que esto represente una fuga de capitales para sus socios europeos.
Como ejemplo, está la
Ley de Reducción de la Inflación, que propone subvenciones de 396.000 millones de dólares para empresas de energías limpias o para compañías que busquen adaptarse a esta tecnología.
La propuesta ya generó diversas alarmas entre políticos europeos como el presidente de Francia,
Emmanuel Macron, y el ministro federal de Asuntos Económicos de Alemania, Robert Habeck, quienes han hecho
un llamado para crear un plan que contrarreste al de Biden y no provocar así un proceso de desindustrialización que afectaría aún más a la economía europea que, además, enfrenta el reto de una plantilla laboral más vieja que la de Estados Unidos.
Pese a que la Ley de Reducción de Inflación aún no entra en vigor, varias firmas europeas ya anunciaron sus intenciones de aumentar sus inversiones en Estados Unidos. Una de ellas es Northvolt, empresa sueca de baterías que busca expandir su presencia en América; Iberdrola, española que invierte en el continente americano el doble de lo que invierte en Europa, y BASF, del área química, quien anunció un plan para reducir sus operaciones «permanentemente» en Europa.
«Para evitar una ruptura peligrosa, Estados Unidos debe ver el cuadro completo. El proteccionismo de Biden amenaza con drenar la vitalidad de Europa, aun cuando Estados Unidos dota de armas a Ucrania y sus barcos petroleros cruzan el Atlántico para suministrar energía a Europa», sostiene The Economist.