Tras el «peor desastre marítimo» de la historia de Sri Lanka, 1.680 toneladas de gránulos de plástico ponen en jaque a miles de familias del país

RT. Desde que el barco portacontenedores X-Press Pearl se incendió y se hundió en el océano Índico entre el pasado 20 mayo y el 2 de junio, las autoridades de Sri Lanka no dejan de limpiar sus playas de pequeñas bolas de plástico, llamadas ‘lágrimas de sirena’.

Estos gránulos de plástico de preproducción, como se llaman formalmente, han sido extraídos de los cuerpos de algunos animales marinos hallados muertos en las costas del país insular desde entonces, según informa The Guardian. Si bien no hay pruebas de que estas partículas, del tamaño de una lenteja, causaran directamente la muerte de 470 tortugas, 46 delfines y 8 ballenas varadas, hay testigos de que las encontraron en varios cadáveres.

Otra consecuencia es que cerca de 20.000 familias de pescadores ceilaneses han tenido que dejar de pescar, debido a la presencia del material en sus capturas.

Desastre

En el momento del hundimiento, en Sri Lanka se mostraron preocupados por las 350 toneladas de gasolina pesada que se filtrarían del barco, recién puesto en servicio para ese entonces, causando un desastre ambiental en los arrecifes de coral y la industria pesquera. El accidente fue reconocido por la ONU como el «peor desastre marítimo» de Sri Lanka, sin embargo, el impacto más grave fue el causado por el contenido de los numerosos contenedores que llevaba en cubierta.

Ácido nítrico, sosa cáustica y metanol destacan entre los productos químicos que el navío portaba y el daño ambiental «más significativo», según la ONU, provino del hundimiento de 87 contenedores llenos de las citadas pequeñas bolas. Se trata del derrame de plástico más grande del mundo, según el mismo informe.

Aproximadamente 1.680 toneladas de ‘lágrimas de sirena’ se vertieron al océano. Se espera que miles de millones de estos gránulos de plástico toquen tierra en muchos más extremos del Índico, desde Indonesia y Malasia hasta Somalia.

«Los gránulos en sí mismos son una mezcla de sustancias químicas, son combustibles fósiles», explicó al medio británico el ambientalista Tom Gammage, de la Agencia de Investigación Ambiental (EIA), quien les atribuyó también la función de «esponjas tóxicas». «Muchos productos químicos tóxicos —dijo—, que en el caso de Sri Lanka ya están en el agua, son hidrófobos [repelen el agua], por lo que se acumulan en la superficie de los microplásticos».

Según el experto, estas sustancias contaminantes «pueden estar un millón de veces más concentradas en la superficie de los gránulos que en el agua». Y hay también estudios de laboratorio que sugieren que «cuando un pez se coma un gránulo, algunos de esos contaminantes se desprenden».

La ingesta se debe a que aves, peces y otros animales marinos a menudo confunden los gránulos de plástico con alimentos. Al igual que el petróleo crudo, estas ‘lágrimas de sirena’ son contaminantes muy persistentes y continuarán circulando en las corrientes oceánicas y acabando en las costas durante décadas. No obstante, de gran parte de ellas se desprenden nanopartículas, cuyos peligros son aún más graves, puesto que son la segunda fuente más grande, por peso, de la microcontaminación del océano, después del polvo de los neumáticos.

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