Trivialización del debate y los retos políticos sociales
Por Cándido Mercedes.
Lo que como sociedad no podemos permitir es espacio y momento para la politiquería de viruta, como encarna el vocero del PLD en el Senado, que, además, es raro que no salga en un periódico vespertino hasta dos y tres veces en la semana con pronunciamientos tremendistas, triviales, anodinos y banales, sumamente pueriles.
En República Dominicana hay una ostentosa banalización de las ideas y de los debates. Una profunda trivialización de los actores políticos en las discusiones y una ausencia demencial en los problemas fundamentales, cardinales, con honduras de visión que orienten, pauten y guíen al conjunto de la sociedad para asirnos de un porvenir con mayor certeza y más halagüeño.
Se sumergen en un alcantarillado lleno de lodo donde no se alcanza a ver el agua cristalina, nítida y diáfana. La cultura del debate suma cero, de la exclusión, de perder-perder, se convirtieron en el oráculo y performance permanente de la intolerancia, donde la imposición es la regla. Allí donde “el poder es para ejercerlo”. Las respuestas son trilladas, manidas, robustecidas en el encuentro de las panaceas, de sus prácticas políticas y de su horizonte cultural y de una cultura política añosa.
No hay datos, no hay ni siquiera un ápice de imaginación. Se han quedado enclaustrados en la encerrona del Siglo XX, de los años 60, 70, 80, 90, en dimensiones superpuestas de las trivializaciones. Hacen muchas ideologías que, en este caso, constituyen una exacerbación del corpus desconfigurado del cerebro. En el debate visibilizado no hay información, no hay pruebas y sin ellas, no hay la menor posibilidad del alineamiento con la verdad. Es como nos diría Esther Duflo y Abhijit Banerjee en su libro Buena Economía para tiempos Difíciles “…hemos aprendido a hacer mejor, que es ser obstinado con los datos, escépticos con las respuestas manidas y las panaceas, modestos y honestos a lo que sabemos y entendemos, y, tal vez lo más importante, dispuestos a probar ideas y soluciones…”.
Existe en nuestro país un reduccionismo maniqueísta tan estentóreo que los protagonistas no alcanzan a comprender que lo que emiten no son ideas, no es la expresión de debates ciertos, sino un ruido ensordecedor que deriva en lo que, para escuchas pensantes, sería el germen de la risa y el olvido. El ostracismo será su cantera del epílogo. Albert Einstein nos hablaba de la crisis y las oportunidades, del vuelo necesario para empujar la imaginación, la creatividad. Donde las crisis se convierten en el punto de inflexión para repensar y comenzar a actuar de maneras distintas para obtener resultados diferentes.
Decía el laureado científico “No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche obscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar “superado”… Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.
¿Cómo no entender la diferencia entre la sustancialización, el contenido real y la estridencia que se origina en el Congreso con respecto a puntos vitales de la agenda societaria y las manías trilladas? Verbigracia: El Código Penal, la Ley de Extinción de Dominio, las leyes necesarias desde 2010 para adecuarlas a la Constitución: 12 años de ausencia total. ¿Qué explica que un año después de la Junta Central Electoral someter el cambio de las leyes electorales no se haya consensuado al respecto? Del otro lado: “No es momento para la Reforma Constitucional”. “Hay que interpelar a Gloria Reyes”. “Hay que interpelar a Homero Figueroa”. “Danilo saldrá para las calles” (tercera vez que lo dicen). Que si rebote estadístico de la economía (cuando el propio Banco Central señaló 12.3% con respecto a 2020 y 4.7%, con relación a 2019).
Deberíamos, frente a un panorama tan tétrico a nivel mundial, consensuar una agenda común, diseñar un nuevo contrato social, un punto de encuentro de unidad nacional para enfrentar la tormenta perfecta que agobia a todos los países del planeta. En una gran mesa problematizando y discutiendo acerca de la desigualdad y la corrupción y cómo impacta en el tejido social e institucional, por ser nosotros uno de los países más corrupto del mundo. Moisés Naim en su libro citado al comienzo nos dice “… Pero es igualmente importante tener el diagnóstico claro. En Rusia, Nigeria, Brasil o China la desigualdad económica no se debe principalmente a que r > g. Se debe a que hay demasiados ladrones en el gobierno y el sector privado que pueden robar con gran impunidad. Parafraseando a Piketty, en las sociedades donde c > h, la desigualdad seguirá aumentando: c es el número de funcionarios públicos, líderes políticos y empresarios corruptos dispuestos a violar las leyes para enriquecerse y h es el número de funcionarios y políticos honrados. La desigualdad florece en sociedades donde no hay sistemas de incentivos, reglas e instituciones que hacen que la corrupción no dependa solamente de tener gente honesta en el gobierno, sino que también cuentan con maneras de hacer que el robo del dinero público o la venta de decisiones del gobierno al mejor postor sean conductas que se detectan y castigan”.
Es de igual manera como nos vamos a conducir como nación con respecto a la exclusión y marginalidad de los jóvenes. El desempleo ampliado se ubica en un 15%, en cambio, en los jóvenes entre 18 años y 23 es de 31%. Tenemos un 22% de Ni Ni y 22 % de las niñas y adolescentes que han quedado embarazadas, lo que repercute a mediano y largo plazo en el potencial de la violencia y la delincuencia. Cuando buscamos las variables que se correlacionan, que inciden con esa alta tasa de embarazo: pobreza y educación. 98% son pobres y 92% no terminaron la primaria.
Es sentarnos a repensar la pobreza, que como nos dicen Banerjee y Duflo, Premio Nobel de Economía, en su libro Repensar la pobreza “… El campo de la política contra la pobreza está repleto de los derechos de milagros instantáneos que acabaron siendo pico milagroso. Para avanzar debemos dejar atrás el hábito de reducir a los pobres a personajes de tira cómica y dedicar un tiempo a entender de verdad sus vidas, en toda su complejidad y riqueza”. La sociedad requiere de manera urgente abordar los problemas vitales, no es posible que dificultades, obstáculos, preocupaciones de hace 50 años sigan gravitando al día de hoy. La democracia como sistema siempre vive en constante construcción, de ahí que siempre tiene nuevos desafíos, en tanto que expresión de la evolución del deseo y necesidades individuales y colectivas.
De ahí que no tenemos que actuar de manera tan mísera desde la perspectiva política para no reconocer cuando se está haciendo bien una gestión de gobierno. Para nada actuamos en el equilibrio, en la sensatez. Nos olvidamos pronto del ayer. El síndrome de las expectativas crecientes en nuestra sociedad es cuasi demencial. Los análisis los desplegamos fuera de contextos, de la realidad y de las circunstancias. ¡Jugamos que se destruya el que está arriba: hoy, ayer y antes de ayer!
Una práctica política cuasi perversa, salvaje: no reconocemos nada bueno y deseamos que se hunda. Observamos solo lo negativo cuando lo positivo es 70, 80% ha sido efectivo, eficaz, eficiente y provechoso, auténtico, real, afirmativo. Estábamos en medio de una tormenta perfecta, con una tetralogía de acontecimientos nefastos: crisis del COVID-19 (sanitaria y salud), económica (-6.7% del PIB y RD$450,000 de déficit, equivalente a 7.9% del PIB en el 2020); 850,000 suspendidos y desvinculados, una verdadera crisis laboral; y, con ello, casi dos años de confinamiento y toque de queda (desde marzo de 2020 hasta noviembre de 2021). Un panorama social y económico desgarrador. Sumemos la enorme crisis de confianza y la profunda anomia institucional en que nos encontrábamos. No hay un solo estudio internacional que nos favoreciera en estas áreas.
Hoy, con valladares, debemos de desbrozar el camino de la historia. Es en medio de los obstáculos donde crecen los grandes hombres y mujeres, los verdaderos liderazgos. No hay en la historia de la humanidad el surgimiento de un liderazgo firme en medio de la apacibilidad, tranquilidad. Es en las vicisitudes y llanto derramado que seres humanos se colocan a la altura de las circunstancias. Hay una crisis mundial, podemos empujar las reformas que se puedan. Lo que como sociedad no podemos permitir es espacio y momento para la politiquería de viruta, como encarna el vocero del PLD en el Senado, que, además, es raro que no salga en un periódico vespertino hasta dos y tres veces en la semana con pronunciamientos tremendistas, triviales, anodinos y banales, sumamente pueriles.
El BID acaba de reconocer que en la economía no se vislumbra una estanflación, esto es, estancamiento económico acompañado de inflación. No hemos tenido desabastecimiento. Enfoquémonos pues en lo que nos haría avanzar como país y dejemos atrás la frivolidad, la banalidad y la trivialización de lo público. Apuntemos a las estrellas y trascendamos como nos diría Duflo y Banerjee en Buena Economía para Tiempos Difíciles “… en el que los líderes políticos se habían acostumbrado a valorar su éxito según una única vara de medir: La tasa de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB)”