Trump, Panamá, Canadá, Groenlandia y Europa

Manolo Pichardo

Las pretenciones del presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, contenidas en unas declaraciones en las que dijo que podría exigir que el canal de Panamá vuelva a manos de su país, se producen en un contexto de incentidumbre en el liderazgo estadounidense que no tiene clara la forma en que debe reaccionar ante la pérdida de poder e influencia a nivel global.

Por esta razón también habla de apropiarse de Groenlandia, da indicios de reeditar los desencuentros con Europa, cuyo liderazgo, en voz de Ursula von der Leyen, ha manifestado temor, luego del triunfo del magnate. A esto hay que añadir la perturbadora ¿broma? en la que expresó su «deseo» de que Canadá sea el estado 51 de los Estados Unidos.

Jimmy Carter y Omar Torrijos firmaron un convenio de devolución a su legítimo dueño, luego de décadas de reclamos del pueblo panameño, que en muchos casos terminaron en violencia sangrienta. Las autoridades de Dinamarca rechazaron las declaraciones del presidente electo y los canadienses no salen del asombro que les causó la controversial declaración del presidente electo.

Un nueva arquitectura mundial se instala, en la que nuevos actores diseñan o insiden en el diseño de la agenda global, por lo que ya no es posible manejar el mundo desde los intereses de una fuerza hegemónica que actuaba sin contrapeso.

El juego cambió, y quien será el presidente de los Estados Unidos a partir del 20 de enero debe comenzar a ver el mundo tal como es hoy. Si no empieza a ver desde ya que la realidad geopolítica, geoeconómica, geocomercial, geofinanciera, militar, diplomática, tecnológica y científica, responde a una nueva dinámica, ésta, llegado el momento, se lo hará entender.

El Canal es de Panamá, sin vuelta atrás, a menos que se proponga invadir militarmente al país ístmico. Lo de Groenlandia responde a una pretendida expansión que resulta de una reacción a la pérdida de hegemonía; y lo de Canadá, un país en firme, tendría que ver con una broma que oculta un verdadero deseo, si aceptamos como válida la interpretación de Sigmond Freud de que tras las bromas se ocultan marcadas y definidas intenciones. Todas estas declaraciones responden, en definitiva, al declive que no encuentra fórmula para su reversión.

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