Un contexto económico delicado

Daris Javier Cuevas

A escala planetaria se está ante la presencia de un escenario económico delicado y bastante complejo, fruto de que la situación económica cada vez muestra tensiones que perturban la anhelada estabilidad macroeconómica.

Es una batalla sistemática de sobrevivencia económica donde los gobiernos del mundo han hecho los mayores esfuerzos por alcanzar la recuperación de su economía, sin lograr resultados satisfactorio o cercano al 2019.

Pero resulta que con la presencia del Covid-19, en la historia económica de los últimos 100 años no se había conocido una crisis económica como la provocada por la pandemia desgarradora para la humanidad. Es la primera vez que una crisis económica global tiene su origen en una crisis sanitaria y donde el desplome de la actividad económica giró alrededor del 4% del PIB global, lo que provocó una expansión de la pobreza en todos los países del mundo.

Hay que poner de relieve que la situación del malestar presentado obligó a los diferentes gobiernos del mundo a implementar medidas rápidas para contrarrestar los impactos económicos y mitigar los efectos negativos en una mayor dimensión.

No obstante, la dureza de las medidas y las devastaciones que ya se manifestaban mostraron la fragilidad económica y social que no se había evidenciado y admitido de una forma concreta.

En términos financieros, la primera fragilidad observada fue la insolvencia del Estado razón por lo que la sorpresiva crisis económica y sanitaria empujó al mundo a un endeudamiento sin precedentes históricos.

En efecto, la situación presentada fue de tal magnitud que tan solo en el año de la pandemia, 2020, el mundo ingresó a un insólito incremento del endeudamiento público por el orden de los USD$226 billones, equivalente a un 256.8% del PIB.

La carrera por el endeudamiento público global no ha tenido límites y se ha convertido en la principal alternativa para los gobiernos financiar y enfrentar la crisis económica con el objetivo de enderezar la hecatombe económica en que el mundo ha caído en tiempos de pandemia.

Esta afirmación se fundamenta en el hecho de que en el 2021 la deuda pública global se incrementó en un 8,2%, con un potencial de alcanzar un 10,5% al finalizar el presente 2022.

El temible endeudamiento global ha ido construyendo un muro de contención para lograr niveles aceptables de crecimiento económico y elaborar políticas efectivas en la lucha contra el flagelo de la pobreza. En adición, la insolvencia financiera y los espacios fiscales restringidos, están acorralando a los gobiernos ante la incontrolable inflación que está obligando a la adopción de política monetaria restrictiva agresiva de poca efectividad en el corto plazo.

Este desolador panorama global se traduce en una situación de incertidumbre que cada vez fomenta repudio ante quienes recae la responsabilidad de dirigir las cosas públicas y que le genera tensiones que lo conducen a tomar las peores decisiones, fruto de las premuras e improvisación de las mismas. Los elevados niveles de apalancamiento financieros en que han caído los diferentes países del mundo, se traducen en una ralentización para la recuperación económica cada vez más frágil.

Los indicadores macroeconómicos apuntan a que la economía global alcanzará un crecimiento del PIB al cierre del 2022 con un anémico 2,3%, mayores presiones inflacionarias a escala global, inestabilidad cambiaria muy pronunciada y profundización de los déficits fiscal y de balanza de pagos. El conflicto bélico entre Rusia-Ucrania persistirá, lo que provocará mayores precios de los comoditties que agregará una mayor cantidad de pobres a la conmovedora cifra de los ya 1, 350 millones existente que pasan penurias en el mundo.

Las consecuencias de la combinación de la crisis sanitaria, inestabilidad de precios y conflictos bélicos impactan en una expansión de la pobreza que no sabe distinguir entre género, edades y grupos étnicos.

Las dificultades alimentaras continua en ascenso en el contexto económico global y la inseguridad alimentaria ya es una preocupación, pues tan solo en el 2020, 2,370 millones de seres humanos no tuvieron acceso a una alimentación adecuada, en 13,8 millones de personas se incrementó el  pasar hambre en el 2021 para un total de 59,7 millones, para una consolidación de alrededor de 692 millones de almas que sufre en carne viva el pasar hambre, esto es, el 9,1% de la población planetaria.

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