Un impuesto al pedo, otra modalidad impositiva 

Por Miguel Guerrero

A pesar de las reiteradas seguridades de que no impondrán nuevos impuestos, flota en el ambiente la amenaza de otra embestida tributaria ante la posibilidad de que las recaudaciones no llenen las metas del presupuesto del 2026. Tal posibilidad llena de espanto a la clase media, en proceso acelerado de empobrecimiento, y a los sectores productivos, cuya carga impositiva es más del doble de la cifra oficial de sólo un 14 por ciento en que se estima la presión tributaria.

Nuevos impuestos significarían más restricciones con un incremento probable de tensiones y protestas sociales. Aumentar la carga impositiva con un nivel de evasión del 50% de recaudación de los impuestos existentes, según ha confesado el gobierno, solo conseguiría aumentarle a quienes pagan e incrementar las cifras de evasión.

Frente a tal incertidumbre, si fuera necesario nuevas tasas impositivas convendría explorar nuevas áreas de recaudación fiscal, que permitan a los contribuyentes tener, a través de sus hábitos alimenticios, cierto control sobre sus obligaciones tributarias a fin de permitirles proteger sus deprimidos ingresos. Por ejemplo, un impuesto al pedo, lo que nada tendría de extraño ante propuestas parecidas en países mucho más avanzados como Dinamarca y Nueva Zelanda, solo que referido no a los de los humanos, sino al de las vacas.

Uno de los hombres más rico, inteligente y famoso del mundo, el estadounidense Bill Gates, ha llegado incluso a proponer la matanza de todas las vacas del mundo y obligar al consumo de carne artificial, debido al supuesto de que las heces de esos animales aumentan la producción de CO2 con grave efecto en el cambio climático.
En Dinamarca, para combatir el fenómeno del calentamiento global, se ha propuesto, según las redes, un gravamen a las flatulencias de las vacas por la emisión de mutano, un gas de efecto invernadero tanto o más potente que el CO2. El gobierno social demócrata danés del primer ministro Mette Fredeirksen, logró el respaldo a la iniciativa del sector ganadero, lo que podría conseguir el respaldo necesario del Parlamento para convertir la iniciativa en ley.

Y en Nueva Zelanda se intenta penalizar con un impuesto a los ganaderos por los pedos de sus vacas. Los partidarios de la modalidad impositiva alegan que cada pedo de vaca expulsa 300 kilos de metano, lo que de ser cierto convertiría los anos de las vacas en armas de destrucción masiva.

Una tendencia discriminatoria dentro de los esfuerzos por evitar el calentamiento global, al excluir a los toros, cuyos pedos deben por lógica ser más fuertes y con más contenido de mutano, sin que ninguna organización feminista proteste todavía.

La Real Academia de la Lengua define el pedo como la ventosidad que se expele del vientre sobre el ano, un acto natural a todo ser humano, rico o pobre. La evasión sería más difícil de combatir con las vacas porque los ganaderos dominicanos no tendrían manera de regular las expulsiones anales de sus animales. Y las vacas menos capacidad para salir a las calles a protestar. Por tal razón, asociar el impuesto a las vacas implicaría un duro golpe a la ganadería nacional y la ruina de cientos de miles de honrados dominicanos dedicados a esa noble actividad.

Imagino que de plantearse localmente tal posibilidad, sería referida a los ciudadanos, con efecto negativo sobre el consumo de innumerables alimentos que conforman la dieta diaria nacional. Pero como la ley podría establecer excepciones, podrían beneficiarse de una gracia los menores de edad, los altos cargos del Gobierno, el Congreso y las Altas Cortes. Quedaría pendiente de resolver la evasión en el ámbito de la economía informal.

Los vientos objetos de gravamen podrían categorizarse, según sonido y extensión, fijándoseles una tasa de acuerdo con los niveles de ingresos de los contribuyentes, siguiendo así un modelo de excepción o amnistía impositiva con el que los gobiernos suelen jugar, conforme según sus intereses particulares.

Un estimado conservador, sobre la base de una población sujeta al pago del mismo, daría al Estado ingresos fiscales adicionales superiores a los actuales, imponiendo una tasa de un peso por expulsión, libre de ITBIS en una primera etapa. Si calculamos un promedio diario de 20 por persona, tendríamos unos 100 millones al día, más de 40 mil millones al año, sobre cinco millones de ciudadanos en edad productiva, garantizando así la continuidad permanente de las “nominillas” y “barrilitos” que tanto se critican.

Para evitar el fraude, tal como se hace en los negocios formales, podrían colocarse impresoras fiscales en el lugar adecuado a cada contribuyente, a fin de registrar todas las emisiones sujetas a gravamen.

En vista de las violentas reacciones que esa y otras modalidades impositivas podrían generar, mi recomendación sincera es “no fuñan con más impuestos”, por más que en Dinamarca, Nueva Zelanda y Asturias, donde ya también se habla de eso, los pedos vacunos puedan enriquecer a los gobiernos.

(*Texto que por su extensión preferí no remitir a ningún periódico.)

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