Una mediación sospechosa

Por AtilioBoron, Stella Calloni y Paula Klachko

Los presidentes Petro y Lula (foto) proponen un insólito «gobierno de cohabitación transitorio y nuevas elecciones libres» en Venezuela para calmar su incomprensible impaciencia por conocer los resultados definitivos de la elección presidencial. Si ambos esperaron dos meses y medio para conocer el resultado definitivo de la elección presidencial en México debido a la impugnación planteada por Xóchitl Gálvez en nombre de la derecha de ese país, ¿qué les pasa ahora? ¿Por qué no aguardan que se cumplan los plazos que manda la ley y que le otorgan al Consejo Nacional Electoral hasta 30 días después de celebrada la elección para dar a conocer los resultados definitivos? Ignoran acaso que éstos no pudieron publicarse de manera inmediata y desglosada debido al masivo ataque cibernético sufrido por las plataformas de transmisión del CNE. Además, a causa de toda la campaña mediática de la derecha fascista y la provocadora proclamación de González Urrutia como el ganador de las elecciones, el tema tuvo que judicializarse y ahora radica en la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia que tiene todas las actas presentadas por el CNE y las organizaciones políticas y habrá que esperar que aquella máxima instancia judicial comunique su decisión.

Ofende la propuesta de ambos presidentes porque da por cierto que hubo fraude en las elecciones venezolanas, lo cual es una acusación irresponsable además de injusta y que no por casualidad sintoniza plenamente con el proyecto de Washington. El presidente Joe Biden ya ha manifestado su respaldo a la propuesta de ambos presidentes sudamericanos y apoya la realización de nuevas elecciones en Venezuela, maniobra ésta que supone el desconocimiento de la legitimidad del presidente Nicolás Maduro y abre las puertas para designar en ese “gobierno de transición” a un Guaidó 2.0 y así lograr el ansiado “cambio de régimen” en Venezuela, paso previo para apoderarse definitivamente de la mayor reserva petrolera del mundo.

Además, ¿un gobierno de cohabitación? ¿Cómo sería eso? ¿Por qué no lo propuso Lula cuando las hordas de Jair Bolsonaro tomaron Brasilia por asalto diciendo que les habían robado la elección? No lo hizo por muy buenas razones, que son las mismas que ahora abandona al exigir un “gobierno de transición y nuevas elecciones” en Venezuela. En esta misma línea, ¿por qué Petro no invita a Álvaro Uribe Vélez a compartir el gobierno y así lograr la demorada pacificación de Colombia? Para ilustrar las bondades de su propuesta el presidente colombiano invoca la experiencia del Frente Nacional (1958-1974), el pacto entre conservadores y liberales que dio origen precisamente a la lucha armada y a la violencia en Colombia. Tanto Lula como Petro deberían saber que un gobierno de coalición entre un fascismo neocolonial y destituyente y las fuerzas chavistas sería un disparate, un auténtico ejercicio contra natura, como decían los antiguos, cuyo desenlace la historia enseña que no sería otro que una guerra civil. Algo que nadie desea para la tan canallescamente acosada y agredida República Bolivariana de Venezuela. Es por eso que en un gesto que lo distingue como estadista el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador ha dicho que esperará el veredicto final de las autoridades electorales venezolanas antes de adoptar una decisión.

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