Unidad de los pueblos contra el militarismo creciente de la OTAN

Prof. Dr. Fernando Esteche

El mundo está alumbrando un nuevo amanecer, claro que como en todo alumbramiento hay dolores, hay destrucción traumática de lo viejo, nada resulta armónico sino todo lo contrario.

Y como suele sostenerse mientras lo nuevo está naciendo, lo viejo no termina de morir. Ese es el marco en el que vamos transitando este momento de la humanidad.

Sin llevar el análisis mucho más atrás en la historia, podemos identificar la crisis financiera del 2007 como punto de partida de una dinámica donde en la producción social civilizatoria las crisis, en distintas dimensiones, se volvieron la forma de producción. Es decir, aunque resulte un oxímoron, la normalidad es la crisis.

Partiendo del problema del parasitismo provocado por la financiarización descomunal sobre la economía mundial como origen de las crisis, señalamos las crisis recurrentes, crecientes, cada vez más acotadas en el tiempo; crisis urbanas, crisis demográficas, crisis ambientales, desertificaciones, crisis de acceso a bienes comunes o recursos, crisis de disponibilidad de agua dulce, crisis de estatalidad, crisis energéticas, crisis de alimentos, y la lista puede volverse interminable.
Remarcamos que el parasitismo de la excesiva financiarización destruye fuerzas productivas, destruye trabajo, crea riqueza ficticia.

El otro elemento que determina la etapa es el declinacionismo del hegemón norteamericano y de la entente anglonorteamericana que evidencian ya una incapacidad creciente de imponerse por consensos y deben apelar recurrentemente al guerrerismo, las sanciones y la prepotencia para acometer sus objetivos.

Cuando los imperios están en decadencia es cuando necesitan usar toda su parafernalia militarista para intentar sostenerse, se vuelven más violentos, lo cual puede crear la fantasía de poderío, pero es el síntoma principal de su debilidad.

Este declinacionismo no es un antojadizo análisis nuestro, sino que los mismos estrategas norteamericanos desarrollan sus hipótesis de trabajo en base a esta premisa ya hecha pública por personas como Brzezinski.

La evidencia de su declinación hegemónica busca revertirla con un redespliegue multidimensional global para sostener el mejor posicionamiento posible. Esto importa una ofensiva diplomática, política, de readecuación de regímenes en zonas de influencia, pero fundamentalmente la principal arista es el militarismo.

En ese redespliegue militarista será la OTAN la herramienta dilecta de tal operación con subsidiarias regionales, pero todas inspiradas en la misma hipótesis de trabajo.

Nadie puede negar la recuperación de influencia discrecional que logró Estados Unidos, a partir de Ucrania, nuevamente en OTAN. Un organismo que estaba siendo cuestionado, donde se trabajaba con la idea de una alianza de defensa exclusivamente europea como expresión del autonomismo creciente que venía desarrollando como polo de poder la propia Unión Europea.

La provocación montada sobre Ucrania sumado a cambios políticos internos en Europa, facilitan la recuperación de mando e imposiciones de parte de los Estados Unidos. No solamente eso, sino que en pleno desarrollo de una guerra ofensiva contra Rusia y contra la posibilidad de la Multipolaridad, la OTAN crece en número de miembros incorporando países históricamente neutrales y determinantes en estrategias de militarización expansiva, como los casos escandinavos de Finlandia respecto del Ártico y frontera rusa, y eventualmente Suecia.

A pesar de que en términos militares es inminente la derrota de la provocación ucraniana; Estados Unidos se reserva algunas victorias derivadas de esta operación como es la recuperación de iniciativa en la OTAN, la subordinación casi genuflexa que ha impuesto a Europa y sus líderes, recuperando incidencia en la política y los mercados europeos.
Por ello no debe mirarse Ucrania como la batalla decisiva del mundo occidental contra la nueva era de la multipolaridad y la soberanía de los pueblos, sino como un frente de batalla entre varios que sigue abriendo simultáneamente el “otanismo” o la entente anglonorteamericana intentando demorar la era que viene.

En ese sentido debemos atender la militarización y nuclearización del tándem bioceánico Indopacífico donde con las plataformas del AUKUS (con Australia) y QUAD (con Australia, India y Japón), además de los ejercicios de provocación a China, con Filipinas son, entre otras, las principales evidencias de la persistencia guerrerista de anillar y “contener” lo que en sus hipótesis de trabajo aparecen como adversarios que son el eje de desarrollo sino-ruso.

Lo mismo intentan la neutralización de la eventual autonomía y alianzas horizontales que pudieran enhebrar potencias regionales fuertes como Irán (a quien combaten frontalmente); Turkia e India (con quienes mantienen relaciones permanentes de cooptación sorteadas con desigual fortuna en distintos casos por los gobiernos de estos países con lo que llaman la “alineación múltiple”).

También planean la militarización del Ártico que es la gran disputa geopolítica de los próximos tiempos por su conectividad y riquezas minerales y en biodiversidad.
El triángulo que forman el Mar Báltico, Mar Adriático y Mar Negro constituye también una ofensiva por ahora no militarizada pero que es una iniciativa de control y sobredeterminacion sobre el oriente europeo saboteando la integración euroasiática que igualmente intentan en Armenia y Azerbayán.
Y por si quedara algún rincón del globo sin militarizar, nosotros desde Argentina venimos denunciando la “otanización” del atlántico Sur y desde allí a la Antártida.

La ocupación ilegal colonial de Inglaterra de las Islas Malvinas argentinas, con una población impuesta que expulsó en su momento a los moradores nacionales, ha convertido el archipiélago atlántico en una base militar nuclearizada de la OTAN con claras pretensiones de que la ocupación fáctica de la zona habilite a la colonización en Antártida.
Más allá de pedir el acompañamiento de nuestro reclamo de soberanía que afirma además la condición bi-continental de nuestro país, lo que nos interesa señalar es la lógica de militarización como principal vector de redespliegue que vienen desarrollando los Estados Unidos y la OTAN como su dispositivo principal.
Los pueblos del mundo tenemos que encontrar articulaciones que se traduzcan en políticas efectivas de contención de este guerrerismo desaforado. Superar lo testimonial y poder construir políticas proactivas interpelando a nuestros gobiernos a alimentar los nuevos foros multilaterales que suelen ser más efectivos que el viejo orden mundial derivado de la posguerra de mediados del siglo XX (Naciones Unidas) y que no ha sido sino, sobre todo en los últimos años, una plataforma estéril en un mundo con más de medio centenar de cruentos conflictos bélicos algunos más resonantes que otros, que no ha podido resolver mínimamente ni hambrunas, ni limpiezas étnicas.

Finalmente a la vez que celebramos instancias como el Foro Interparlamentario de Nuestraamérica y Rusia, celebramos con grandes expectativas el crecimiento de los

BRICS; proponemos construir plataformas similares a nivel de organizaciones libres del Pueblo, movimientos sociales, sindicatos y partidos políticos populares que articulen iniciativas pluriestatales de construcción de políticas que puedan contrarrestar el creciente guerrerismo que propone el atlantismo y poder aportar a un mundo que pueda desarrollarse con respeto a las tradiciones, culturas, formas organizacionales, credos y valores de cada pueblo.

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