Víctor Villegas y los enígmas de una poética que se identifica, en ‘Juan Criollo y otras antielegías’

Por Julio Cuevas

Un enigma es un acertijo, algo por resolver o que amerita de respuestas que desvelen su contenido o su continente. En “Juan Criollo y otras antielegías”, hay varios enigmas que se ocultan en el tejido textual y poético de la referida obra.

Entre esos enigmas es pertinente mencionar tres, estos son: a) ¿Quién es “Juan Criollo”? b) ¿De qué forma convergen el discurso denunciante y la poética rítmica en esta obra? c) Lo denunciante e identitario en “Juan Criollo y otras antielegías”.

a) – ¿Quién es Juan Criollo? Procedo, entonces, a develar el primer acertijo: ¿Quién es «Juan Criollo»? “Juan Criollo”, no es sólo parte del título de esta obra poética. No es nada más el encabezado de una de las trece antielegías que estructuran este texto poético. “Juan Criollo”, aparte de representar la figuración de un personaje creado por Víctor Villegas, es decir, aparte de ser una fabulación, un mito poetizado, es también una simbología óntica de la representación social, política, metafórica y poética de un pueblo que hoy es llamado República Dominicana.

“Juan Criollo” simboliza el resultado de un proceso de hibridación o mestizaje que caracterizó y caracteriza a nuestra sociedad. Es parte representativa de la conformación del proceso de identidad del pueblo dominicano.

Refiriéndose en específico al concepto de identidad, Andújar, C. (1999), sostiene que: “(… ) creemos que la identidad es un sujeto cambiante y dinámico, como expresión fiel del factor clave que lo alimenta, la cultura, que es siempre diacrónica (dinámica), en movimiento.

El criollismo se constituyó en América en un fuerte movimiento, por allá por el siglo XVIII, con abierto sentido político y al cual estaban suscritos Simón Bolívar, José de San Martín y otros grandes libertadores, y (como sigue afi rmando Carlos Andújar), cuyo movimiento era la expresión del sentimiento criollo” (Andújar, C., 1999, p. 24).

Al referirse al criollo, Andújar, C. (1999), plantea que es: “aquel descendiente de español o de africano que se consideraba criollo, algo diferente a sus orígenes.

Este sentimiento fue creciendo, sigue diciendo Andújar, y se convirtió en la fuente nutricia del movimiento libertador americano, es decir, en su expresión política” (Andújar, C., 1999, p. 24). El criollo era también el descendiente de español nacido en la isla o el resultado de la relación sexual entre un español y las negras e indias de nuestra tierra. En todo caso, se evidencia un proceso de mestizaje.

En este caso, “Juan Criollo” es representación de nuestras raíces, las cuales están fundamentadas en el proceso de relación entre el europeo (español), el negro (africano) y el indígena, entre otras culturas que incidieron y siguen incidiendo en nuestro contexto cultural, educativo y económico.

Sobre este tema, Andújar, C. (1999), sostiene lo siguiente: Por lo que vemos, la identidad nuestra tiene 3.4 siglos que comenzó a gestarse, y hoy somos el resultado de un proceso rico histórico-ontológica que es parte nodal de nuestras identidades, en nuestra condición de país caribeño:

“(…) Juan Criollo dejó de ser pequeño como el parque del pueblo y no vio más el ánima en pena del papá viejo balandrero ni rezó a las mil vírgenes de los pobres”. (Villegas, V., 1982, p.14).

“Juan Criollo” es entonces un sujeto de la historia poetizada, es una pluralidad de sentidos que discurre por todo el discurso poético de la obra. “Juan Criollo” es un mitosujeto fundacional que representa a Latinoamérica. Él se sitúa, y nos sitúa, desde sus especifi cidades históricas ontológicas y discursivas.

Se trata, entonces, de un sujetomito que encarna la epopeya, la épica y el entronque poético de un discurso que no solo permea su búsqueda existencial, sino que nos relata y nos delata como espectadores de una historia vivencial, transgredida desde la simbología de la lengua en busca de nuestras y raíces, y nos convoca a desenterrar la memoria de nuestros propios espejos ancestrales.

“Juan Criollo” es reclamo y búsqueda incesante de nuestras identidades, asumidas como constructos, como asimilaciones trascendentes de un discurrir histórico y geográfi co que se ha hecho razón testimonial de una historia que traspasa las autenticidades de nuestra insularidad.

Es mito que crece y permanece en su realidad maravillosa. Es simbología de una historia metaforizada a partir de un anthropos que se encarna como sujeto de una narración poéticotestimonial.

Este es un personaje-poetema, mito, fabulación, “criolleidad” caribeña y tropical que procura y construye su propia

Supo, lo aprendió en los libros, se lo dijeron los diarios y el barbero, los pasos desandados y los pasos andados a izquierda y derecha, los que exhibían el oro y sus lustrosas botas y los que no tenían nada”. (Villegas, V., 1982, p. 15).

Mito, metáfora y logos, envuelven a “Juan Criollo” como personaje fabulesco de una épica que surge de la memoria y del imaginario poético-filosófico de un ser y un sentir caribeño trascendental.

Desde este sujeto actuante se articula un ícono político y cultural que, en términos poéticos, se traduce en el vínculo indisoluble del Yo del poeta y el nosotros de una sociedad o una multitud que se patentiza en la obra a partir de la escritura, lo cual ya había sido utilizado por el poeta como estrategia discursiva en su obra poética “Diálogos con Simeón” (1977).

Refiriéndose a la “Elegía de Juan Criollo”, como una subversión de la lengua, la comentarista de obras literarias María del C. Prosdocimi sostiene que: Esta subversión, no es interna sino pronunciada, de allí que abarque un símbolo nacional como va a ser «Juan Criollo», el país mismo (…) (María del C. Prosdocimi, periódico El Caribe, 1983, 4 de junio, p. 10).

Es evidente que en esta obra se sostienen múltiples ejes situacionales y simbólicos que, sin dejar de representar un sistema significante o forma de significar, hacen de “Juan Criollo” un enigma poético y político, un sujeto-memoria que permea el discurso que convierte una realidad tangible en una metaforizada realidad poética.

«Juan Criollo” es otra historia macorisana y universal. No es la narración y consagración de la vida “cocola” cuajada de ‘tragedias, adaptaciones y amores; es, ante todo, la historia racial de una mulatidad en la que la mezcla étnica reclama el reconocimiento de la historia.

«Juan Criollo” es otra historia macorisana y universal. No es la narración y consagración de la vida “cocola” cuajada de ‘tragedias, adaptaciones y amores; es, ante todo, la historia racial de una mulatidad en la que la mezcla étnica reclama el reconocimiento de la historia.

«Juan Criollo» encarna todas las infancias tristes y las adolescencias dolorosas de la per-sonalidad que surge a partir de una mezcla de sangres sin abolengo.

Es una historia, es una épica sin teogonías, es un poco la vida del poeta que deja transparentar una biogra-fía triste en los recodos de su San Pedro de Macorís natal.

Lo que narra con virtud poética Víctor Villegas en estas páginas rumorosas, es el mundo rural y proto-capitalista en el que aprender era ir, de tiempo en tiempo, recolectando la cultura ajena, recolección en la que emergían ciudades, puertos y frondas dichas, repetidas y aprendidas en el duro sol del caudaloso río Higuamo. (Veloz Maggiolo, M., 2012, p. 11).

Desde su poética en «Juan Criollo y Otras Antielegías», Víctor Villegas ha sido, hasta la fecha, el poeta que más ha situado y profundizado en el fortalecimiento de nuestras identidades, al vincular de manera íntima, su voz poética, en la memoria histórica del pueblo dominicano.

Nota:
Tomado del libro «Las identidades en «Juan Criollo» y otras Antielegías», publicado por Julio Cuevas, en el 2022.

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