Cayetano Rodríguez del Prado. Fragmentos de Notas Autobiográficas -Recuerdos de la Legión Olvidada
Fragmentos de Notas Autobiográficas
-Recuerdos de la Legión Olvidada- (2008)
( # 9 )
LA OPERACIÓN FLORA
DEDICADO A ILANDER SELIG, LEOPOLDO GRULLON Y FRANCISCO RAMOS PEGUERO (EL CHINO), QUIENES DESEMBARCARON JUNTO CONMIGO DESDE CUBA EN LAS COSTAS DE MONTECRISTI
Tan pronto el gobierno democrático de Juan Bosch llegó al poder la ultraderecha dominicana inició un proceso conspirativo para derrocarlo y suprimir todas las conquistas democráticas alcanzadas.
Las organizaciones democráticas de la época (14 de Junio, PSP, MPD y PRD) iniciaron unitariamente preparativos para su defensa y protección, dentro de ellas, el “14 de Junio” y el MPD decidieron trasladar a grupos de dirigentes y cuadros medios a Cuba para recibir entrenamiento militar y poder hacer frente a la represión que se veía venir.
Fue así como ante la imposibilidad de conseguir vuelos directos a Cuba, decidimos aunar esfuerzos y alquilar un avión, junto con otras personas de ideas progresistas que irían a las festividades del 26 de julio de 1963. Mientras, las esferas del poder estadounidense, ejercían fuertes presiones al presidente Bosch para que impidiese nuestro viaje.
Enterado John Bartlow Martin, Embajador de los EEUU en nuestro país y asesor del presidente John F. Kennedy, en su libro El Destino Dominicano narra que “le entregué a Bosch una lista de dominicanos que iban a Cuba y le recomendé que persiguiese legalmente a todos los que violasen las restricciones del pasaporte”. Martin confiesa también que varios “Castro-comunistas” eran peligrosos: “los hermanos Isa Conde, Ilander Selig, Fidelio Despradel, Cayetano Rodríguez, Alfredo Manzano y Baby Mejía”. Excepto Ilander y Baby Mejía, todos los demás éramos estudiantes de la UASD y Manzano, profesor.
Sin embargo el presidente Bosch no impidió nuestro viaje, y pudimos partir hacia Cuba, vía Panamá-Méjico. Llegamos el mismo día 26 de Julio y al concluir las festividades de la fecha, iniciamos conversaciones con las autoridades cubanas a los fines de nuestro entrenamiento. Acordamos que serían en conjunto con los compañeros del 14 de Junio, pues ambas organizaciones expresamos no tener inconvenientes y sentirnos hermanados en nuestra lucha.
Los cubanos enfatizaron que el entrenamiento sería para defendernos de una posible embestida militar que arrasara el orden constitucional o de una agresión extranjera, nunca para atentar contra el orden constitucional que prevalecía en nuestro país ni para atacar territorio extranjero alguno. El grupo del MPD incluía a cuatro miembros del Comité Central, Baldemiro Castro, Leopoldo Grullón, René Sánchez Córdoba y Cayetano Rodríguez. Incluía además a un grupo de cuadros medios, militantes de base y simpatizantes del MPD como Maximiliano Gómez, Héctor Báez Tisol, Julio César Defilló, Leonte Brea, Frank Lendor, Pepito Guerra, Braulio Torres y otros.
Una parte de nuestro entrenamiento se hizo en la Cordillera de los Organos, en Pinar del Rio, con la presencia de un enemigo real. Según expresan numerosos historiadores allí operaba un jefe guerrillero, Pedro Sánchez, que había burlado la persecución del gobierno cubano y se mantenía vigente. En aquellos lugares había presencia contra revolucionaria desde 1960 con el grupo de Clodomiro Miranda y de Pastor Rodríguez Roda (Cara Linda). Después se alzaron los grupos de Francisco Robaina (Machete) y el de Ismael García y el de Pedro Celestino Sánchez Figueredo. Cuando llegamos a este lugar, todos estos grupos ya habían sido aniquilados, excepto el de Pedro Sánchez, quien cayó el 12 de diciembre de 1963, cuando ya estábamos de regreso en nuestro país.
Cuando terminamos la parte básica de nuestro entrenamiento, a finales de septiembre, nos llegó la noticia del derrocamiento del gobierno democrático de Bosch, seguido de grandes persecuciones contra los hombres del PRD, “14 de Junio”, MPD, PSP y otros. Evidentemente se dificultaba nuestro regreso al país.
Fue así como se concibió la Operación Flora, donde una modesta lancha pesquera llamada “Scarlett Woman” se desplazaría hasta las costas del Oriente de Cuba para traernos de regreso a la patria. El MPD había convencido a Federico Polanco Pérez (alias Cadete) propietario de la embarcación y la del capitán del bote Félix La Oz, quien había sido encarcelado por Trujillo junto a Máximo López en la década del 1940, aceptando ambos la idea de integrar una tripulación junto con Cody La Oz, Marcelino Aponte (alias Negrito) y Alfred Towsend James.
A finales de noviembre de 1963 el Scarlett Woman partió junto a Ilander Selig, miembro del CC del MPD, y tres días después penetró en la oscuridad de la noche en aguas territoriales cubanas y, al amanecer iniciaron la navegación paralela a la costa, con rumbo noroeste, hasta encontrar un lugar donde anclar. Pero después de navegar varias millas a corta distancia de la costa, sorpresivamente un tupido fuego de ametralladora se precipitó sobre la pequeña nave y aunque no había recibido ningún impacto, el fuego casi le rozaba. Uno de los tripulantes enarboló una sábana blanca como bandera de rendición, pero los que disparaban no cesaron el tiroteo hasta que se presentó un oficial cubano, conocedor de la misión que traían los hombres del bote, ordenó el cese al fuego. El bote ancló entonces cerca de Baracoa, en el oriente de la isla, para esperar el momento de regresar a nuestro país.
El 2 de diciembre, nos embarcamos el Chino Ramos Peguero, Leopoldo Grullón, Ilander Selig y Cayetano Rodríguez pero tuvimos que esperar veinticuatro horas, pues había varios barcos de guerra norteamericanos que circundaban la isla y no podíamos zarpar sin ser interceptados.
Nuestra lancha tenía un motor único, dentro de borda, pero los cubanos nos instalaron dos potentes motores fuera de borda adicionales, con el propósito de alejarnos rápidamente de las costas cubanas.
Era la noche joven todavía, pero muy oscura y sin rastros de la luna, aquel 3 de diciembre de 1963 y nuestros guías recibían informes continuamente sobre la posición de los buques de guerra norteamericanos cercanos a la costa cubana y finalmente nos permitieron la salida al mar abierto.
Salimos con rumbo norte, entre dos buques norteamericanos que habían dejado una brecha por donde podríamos pasar sin ser interceptados, habida cuenta de las grandes olas que azotaban toda esa zona. Al amanecer del día 4 ya no era visible la costa cubana y nos disponíamos a cruzar entre dos islas del archipiélago de las Bahamas, la Gran Inagua y la Pequeña Inagua, para proseguir con rumbo al Este y luego Sureste hasta llegar a la costa norte dominicana. Sin embargo a las pocas horas de marcha forzada uno de los motores fuera de borda dejó de funcionar, fundido, y lo arrojamos al mar. Unas horas después el segundo motor también falló de la misma manera y, tal como el primero fue lanzado al fondo del mar. Nuestra embarcación dependía ahora únicamente de su motor original. Sin embargo las fuertes vibraciones desprendieron las tuberías de aceite y hubimos de detener la travesía por un corto tiempo para que Negrito, nuestro mecánico, controlara el escape de aceite usando franelas y harina de trigo.
Después del mediodía iniciamos la tarea de rodear por el norte la Isla de Gran Inagua penetrando en el canal que separa las dos islas y así a velocidades muy lentas pasamos parte de ese día describiendo un amplio arco en torno a la isla y manteniéndonos siempre alejados de sus costas para evitar ser detenidos por las autoridades de Bahamas.
Esa noche del 4 de diciembre y, navegando de nuevo en mar abierto, un aeroplano rastreó con focos de luz una porción bastante extensa del mar por donde nos encontrábamos. Nos resultó dudoso establecer si nos localizaron o no, pero si lo hicieron, quizás no adivinaron nuestras intenciones y nos dejaran seguir nuestra travesía.
Durante toda la mañana del día cinco navegamos lentamente con rumbo sureste enfilando nuestra proa en dirección a las costas dominicanas. Poco antes del mediodía comenzó a verse en el horizonte, a nuestra derecha y un poco hacia adelante, una silueta de suaves ondulaciones y un color gris azulado, con esporádicos fulgores dorados, muy difícil de describir. Eran las cadenas montañosas del norte de Haití contempladas por nuestros ojos a unas treinta millas de distancia y azotadas por un ardiente sol de las primeras horas de la tarde. Corregimos entonces un poco el rubo hacia el Este, para no acercarnos demasiado a las costas de Haití.
En las primeras horas de la tarde, bien hacia el Oriente, empezó a dibujarse en el horizonte una montaña solitaria que parecía surgir del mismo fondo del mar, era el Morro de Montecristi.
Ya el Scarlett Woman avanzaba apenas a unos cinco nudos, lo que resultaba muy lento para nuestros propósitos, pero quizás muy rápido para llegar cuando puede estarte esperando la muerte en las arenas de la playa.
Ante esta situación difícil, analizamos con cuidado la situación. La costa dominicana próxima a la frontera con Haití, por Manzanillo, tenía una fuerte vigilancia naval. Pero a esa reducida velocidad no podíamos desembarcar en la zona de Luperón, pues nos sorprendería la claridad del día frente a los manglares que se extendían cerca de ochenta kilómetros de costa y que, al ser tan tupida, imposibilitaba un desembarco con armas e impedimentas. Fue así como tuvimos que aceptar forzosamente la realidad de desembarcar en las playas del Morro de Montecrití.
Proseguimos nuestro acercamiento a la oscura e invisible costa, mientras por la radio oímos las últimas informaciones del alzamiento de nuestros compañeros del “14 de Junio”. Ahora dependíamos enteramente de la pericia de los marineros, que sondeaban constantemente para evitar un impacto con el fondo marino. Así hasta que encontramos tierra a poca profundidad, y el capitán Felix La Oz retrocedió la embarcación unos metros hacia atrás y lanzó entonces un pequeño bote salvavidas que de dos en dos nos permitió pisar tierra firme, aproximadamente a las ocho de la noche de aquel 5 de diciembre de 1963.
El Scarlett Woman desapareció entonces en la oscuridad de la noche y, gradualmente el sonido de su motor fue apagándose en medio del rugido de las olas hasta que no oímos otra cosa que no fuera el eterno lamento del mar.
Delante de nosotros, casi intacto a solamente dos años de la muerte de Trujillo, uno de los ejércitos más poderoso del área del Caribe impediría nuestro paso.