Operación “Carros de Gedeón”: la apuesta estratégica de Israel en Gaza

Elijah J. Magnier.

Foto: RTVE

Sin embargo, en ausencia de una autoridad de transición acordada, de un consenso regional o de una alineación con los objetivos estratégicos de Estados Unidos, la Operación Carros de Gedeón corre el riesgo de lograr solo un éxito táctico a costa de una inestabilidad estratégica duradera.


Mientras Israel lanza su última, agresiva y sangrienta campaña militar en Gaza —laOperación Carros de Gedeón— tras varios días de intensos bombardeos indiscriminados sobre Jan Yunis y el norte de Gaza, que han matado a cientos de palestinos cada día, y tras más de veinte meses de guerra prolongada, la operación se presenta como un esfuerzo decisivo para desmantelar la infraestructura militar restante de Hamás, paralizar su aparato de gobierno y conseguir la liberación de los rehenes que quedan.

Sin embargo, bajo estos objetivos declarados se esconde una compleja red de contradicciones estratégicas, limitaciones logísticas y riesgos políticos que ponen seriamente en duda la viabilidad y la sostenibilidad a largo plazo de la operación.

Con solo veinte rehenes que se cree que siguen con vida y treinta y ocho muertos confirmados, las expectativas de un giro en esta fase final parecen cada vez más irrealistas.

Tras una serie de operaciones infructuosas en el último año y medio, aún no está claro cómo pretende el ejército israelí lograr en este último asalto final lo que ha fracasado constantemente en el pasado.

El plan en tres fases

Según fuentes israelíes y estadounidenses, la operación Carros de Gedeon se estructura en tres fases superpuestas. La primera, ya en marcha, se centra en la “destrucción de la infraestructura militar y la capacidad de gobernanza de Hamás”.También prevé la preparación de la franja sur de Gaza para traslados de población a gran escala, mediante la creación de centros de distribución de ayuda humanitaria bajo control militar israelí, gestionados por empresas estadounidenses.

La segunda fase tiene como objetivo trasladar a la población civil de Gaza a “zonas estériles”, separadas de los centros de mando de Hamás, controlando al mismo tiempo a los residentes para detectar afiliaciones militantes.

En la fase final, las Fuerzas de Ocupación Israelíes llevarían a cabo maniobras terrestres en las zonas despejadas, eliminarían a los agentes restantes de Hamás y establecerían una presencia ocupante prolongada.

El plan prevé cinco instrumentos de presión: la ocupación militar permanente de corredores clave, la separación de Hamás de la población civil, la denegación del acceso a la ayuda humanitaria, la desintegración de las redes de mando y control de Hamás y la guerra psicológica.

Sin embargo, muchos de estos elementos se basan en un nivel de control logístico y de aquiescencia internacional que podría no materializarse.

El dilema de la ocupación

Una laguna estratégica fundamental de la Operación “Gideon’s Chariots” es la cuestión de qué sucederá al día siguiente. Los funcionarios israelíes no han ofrecido una visión coherente sobre quién gobernará Gaza una vez que se haya eliminado a Hamás. El primer ministro Benjamin Netanyahu ha rechazado el regreso de la Autoridad Nacional Palestina y potencias regionales como Egipto y los Emiratos Árabes Unidos se han negado a llenar el vacío. En la práctica, un desmantelamiento exitoso de Hamás obligaría a Israel a asumir el control administrativo.

En agosto de 2024, Israel nombró al general de brigada Elad Goren jefe de Asuntos Civiles en Gaza, actuando de facto como su gobernador militar.

Este nombramiento supone un paso adelante hacia una presencia israelí a largo plazo en la Franja, que refleja el papel del jefe de la Administración Civil en Cisjordania. La creación de este cargo indica la intención de Israel de supervisar directamente las cuestiones humanitarias y civiles, reforzando aún más su control sobre Gaza.

La creación de esta figura sugiere que Israel se está preparando para una ocupación prolongada, con el gobernador militar supervisando no solo la seguridad, sino también la gestión cotidiana de Gaza.

Esta evolución suscita preocupación sobre el futuro de la autonomía de Gaza y el posible aumento de las tensiones en la región.

Israel ya ha anunciado la presencia de cinco divisiones (tres al sur de la ciudad de Gaza y dos al norte) que ya están operativas sobre el terreno. Sin embargo, esta realidad implica la necesidad de entre cinco y siete divisiones para ocupar completamente Gaza: un compromiso de entre 60 000 y 80 000 efectivos, con decenas de miles de soldados necesarios para la estabilización y la administración.

Este número refleja la larga y dolorosa experiencia de Israel en el sur del Líbano antes de la retirada de 2000, y representa exactamente el escenario que Ariel Sharon trató de evitar en 2005.

El ejército israelí ya está desplegado en varios frentes, entre ellos Cisjordania y la frontera norte con Hezbolá, desde donde Israel ha trasladado dos divisiones para apoyar la ocupación de Gaza.

Una ocupación a largo plazo de la Franja no solo supondría una gran presión para los recursos militares, sino que también impondría un coste político que probablemente profundizaría la polarización dentro de Israel.

Riesgos humanitarios

El intento de Israel de gestionar las consecuencias humanitarias mediante la creación de centros logísticos en Rafah y en el corredor de Netzarim está plagado de riesgos.

La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA) se ha negado a participar, alegando violaciones del derecho internacional y la inadecuación de los modelos de distribución de la ayuda. Los Emiratos Árabes Unidos también se han negado a participar.

Sin socios internacionales creíbles, la carga de la distribución de la ayuda podría recaer directamente sobre las fuerzas israelíes, un escenario al que se opone el jefe del Estado Mayor israelí, Eyal Zamir.

Además, si Hamás sigue operativo de alguna forma, es probable que ataque los convoyes humanitarios y al personal de las fuerzas de ocupación, lo que comprometería aún más el esfuerzo humanitario y alimentaría el resentimiento de la población.

La imagen de un desplazamiento, junto con el deterioro de las condiciones de la población de Gaza, podría causar un daño a largo plazo a la legitimidad internacional de Israel. Los Países Bajos ya han pedido a la Unión Europea que revise su acuerdo comercial con Israel, lo que tendría repercusiones diplomáticas más amplias.

Hamas: dañado, pero no derrotado

Desde el inicio de la guerra, Hamás ha sufrido pérdidas significativas. Su capacidad para operar en grandes formaciones paramilitares ha disminuido.

Sin embargo, se ha adaptado pasando a tácticas de guerrilla, entre las que se incluyen el fuego de francotiradores, las emboscadas, los artefactos explosivos improvisados (IED) y los ataques relámpago, métodos que requieren muchos menos recursos pero que pueden socavar gravemente una ocupación prolongada.

En enero de 2025, los servicios de inteligencia estadounidenses estimaron que Hamás había reclutado a 15 000 nuevos agentes durante el conflicto y que su estructura residual conservaba la resiliencia suficiente para oponer una resistencia prolongada.

Según se informa, el grupo también habría comenzado a reutilizar municiones israelíes sin detonar para convertirlas en IED, una táctica derivada de los conflictos en Irak y Afganistán.

Mientras tanto, Hamás sigue ejerciendo un control parcial sobre los servicios esenciales en Gaza, a menudo en coordinación con ONG internacionales.

Aunque su gobernanza se encuentra bajo presión, sigue siendo, de hecho, el garante del orden en muchas zonas. Como tal, conserva capital político y la capacidad de reconstituirse bajo la ocupación.

Mientras que los políticos israelíes afirman que los Carros de Gedeón darán lugar a una Gaza “posthamas”, el plan no prevé ningún mecanismo para la transición política.

La desmilitarización sin una alternativa creíble de gobernanza civil difícilmente durará. La ausencia de una solución política a largo plazo probablemente alimentará una insurrección en lugar de pacificar el territorio.

Inicialmente, Estados Unidos expresó su apoyo al derecho de Israel a responder a los ataques de Hamás. Pero a medida que la operación se prolonga, Washington podría empezar a recalibrar su posición.

Los comentarios del presidente Donald Trump durante su visita a Oriente Medio —en la que calificó la guerra de “horrible” y se comprometió a ponerle fin “lo antes posible”— sugieren un deseo de moderación.

Estados Unidos ya está llevando a cabo negociaciones indirectas con Hamás para conseguir la liberación de los rehenes y desactivar la situación.

Esta divergencia con respecto a la estrategia de “todo o nada” de Israel podría indicar una presión creciente por parte de Washington para que se interrumpa la operación o se reconsidere su resultado final, pero sin duda para permitir un flujo controlado de ayuda humanitaria en la Franja.

Una apuesta estratégica sin un plan de salida

La paradoja fundamental de “Gideon’s Chariots” es que su lógica militar se ve socavada por la ausencia de una solución política. Aunque puede debilitar a Hamás a corto plazo, no ofrece ningún marco válido para el futuro.

Cuanto más tiempo permanezca Israel en Gaza, más riesgo corre de caer en una trampa familiar: una extensión excesiva, la condena internacional y un movimiento de resistencia reforzado.

El Gobierno de Netanyahu podría creer que el tiempo y la presión acabarán produciendo un resultado más favorable, o al menos preservarán su frágil coalición y reforzarán su posición como primer ministro.

Sin embargo, en ausencia de una autoridad de transición acordada, de un consenso regional o de una alineación con los objetivos estratégicos de Estados Unidos, la Operación Carros de Gedeón corre el riesgo de lograr solo un éxito táctico a costa de una inestabilidad estratégica duradera.

Los Carros de Gedeón podrían revelarse no como una vía de solución, sino como una campaña empantanada indefinidamente en el lodazal político y militar de Gaza.

Traducción nuestra


*Elijah J. Magnier es un veterano corresponsal en zonas de guerra y analista político con más de 35 años de experiencia cubriendo Oriente Próximo y el Norte de África (MENA). Está especializado en la información en tiempo real sobre política, planificación estratégica y militar, terrorismo y contraterrorismo; su gran capacidad analítica complementa sus reportajes.

Fuente original: Blog Elijah J. Magnier

Fuente tomada: Giuebbe Rosse News

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