El valor de la experiencia en tiempos de incertidumbre

Por Gedeón Santos

“En América Latina no hay escuelas de presidentes. Se llega al gobierno por los caminos más diversos y después hay que aprender en el vuelo”.

Julio María Sanguinetti Expresidente de Uruguay

El ciclo de aprendizaje presidencial

Dado que no hay escuelas de presidentes en América Latina, todo presidente que llega al poder tiene que pasar por una curva de aprendizaje que se caracteriza por: 1) intento de implementación de ideas profundamente arraigadas, 2) el tortuoso proceso del tanteo y error, 3) evaluación y corrección, 4) aprendizaje y mejora progresiva, 5) acumulación de experiencia y comprensión del aparato del Estado, y 6) madurez y pericia presidencial. Dependiendo de la cultura, instinto, capacidad de aprendizaje, habilidad ejecutiva, humildad de carácter y pensamiento, y disposición a cambiar, la curva de aprendizaje se tornará corta, larga o infinita.

De un tiempo para acá, se ha desatado un culto a la “novedad” que intenta desafiar a la clase política tradicional, bajo la promesa de cambios rápidos y fáciles, y de bienestar sin sacrificio.

Sin embargo, cuando la novedad choca con la compleja realidad de gobernar, la falta de experiencia se traduce en costos tangibles que afectan la vida de millones, al tener que pagar el precio de elegir a políticos que tienen que transitar la inevitable y compleja curva de aprendizaje que suele tomar tiempo, costos económicos, y pérdida de capital político y social.

Las trampas de la inexperiencia

A menos que sea un líder excepcional, el ímpetu inexperto tiende a: 1) sobre dimensionar la certeza de sus ideas, 2) sobre reaccionar o petrificarse frente a problemas complejos, 3) improvisar iniciativas poco analizadas y ponderadas, 4) permitir que sus instintos y prejuicios se impongan al sentido común y a la razón, 5) caer en la complacencia de que todo va bien, 6) forzar resultados rápidos y apresurados, 7) subestimar e ignorar las críticas, 8) creer que se puede solo, 9) cantar victoria en forma apresurada, y 10) subestimar la fuerza de la visión y del plan.

Una combinación de todo lo anterior puede llevar a los gobernantes nóveles a caer en trampas de juicio y de conveniencia coyuntural que terminan sacrificando su legado histórico por beneficios transitorios de imagen positiva.

Las trampas más comunes en América Latina suelen ser: 1) la trampa de la popularidad, cuando se suprimen reformas de beneficio a mediano plazo por políticas de corto plazo de efecto y beneficio inmediato para realzar la imagen.

Este intercambio de reformas por popularidad tiende a dejar a los presidentes al final, con pocos logros y sin la popularidad por la que sacrificaron las reformas.

La trampa del pasado desastroso

2) la trampa del pasado desastroso, que lleva al gobernante a satanizar todo lo que se hizo en el pasado y a pensar que el avance del país inicia con su gestión.

Esto lo lleva al error de intentar iniciar todo de nuevo y abandonar la continuidad del Estado, con lo que se pierden valiosos años de experiencia y de logros gubernamentales difíciles de recuperar; aunque está claro, que con sólo montarse en los logros pasados, se gana tiempo, se aceleran los proyectos y se tiene la posibilidad de exhibir una obra de gobierno para la historia.

3) La trampa de la campaña permanente, que hace que los gobernantes se conviertan en candidatos perpetuos, imposibilitando que se exprese el jefe de Estado, lo que conduce a la sobre exposición política en detrimento de la dinámica administrativa cotidiana y de la buena gestión gubernamental.

Esto tiende a estresar la administración pública y a desviar la atención de la burocracia de objetivos puramente gerenciales, a metas de carácter político electorales, con lo cual se tiende a la dispersión del gobierno y a bajar la calidad de la gestión.

Cuando terminan de aprender tienen que salir

Pero en un mundo en cambio permanente, no toda experiencia es aplicable a situaciones nuevas. Existen dos tipos clásicos de experiencia: 1) la experiencia pétrea, que sólo se alimenta del pasado, y 2) la experiencia curiosa del estudio y del aprendizaje permanente.

La primera, anclada en el pasado, tiende a repetir errores y a no advertir los problemas futuros. La segunda, debido a que está en contacto con lo nuevo, puede interpretar mejor las complejas corrientes que le dan forma al nuevo mundo, y encarar con mayor destreza los desafíos de una realidad cambiante y llena de incertidumbres.

Aunque el mayor drama sobre la experiencia de gobernar en nuestra región, (especialmente en sistemas electorales con cláusulas pétreas de no volver), es que justo cuando los presidentes terminan de aprender, tienen que salir del poder, dejando a la sociedad a expensas de políticos inexpertos, lo que lleva a comenzar de nuevo el ciclo de aprendizaje, que obliga a que el nuevo presidente inicie la curva desde el principio otra vez.

Entonces, se corre el riesgo de que la experiencia ganada se pierda cuando se cambia el gobierno, lo que obliga a que se vuelva a iniciar el ciclo. Y de inmediato surge la pregunta, ¿está la sociedad dispuesta a pagar el precio de la curva de aprendizaje en aras de apostar por la novedad?

Los desafíos de un mundo complicado

La emergencia de China y de otras potencias, la guerra en Ucrania y el retorno del presidente Donald Trump, junto a desafíos como la computación cuántica, la inteligencia artificial, la comunicación 6-G y las energías verdes, están cambiando el mundo como lo conocíamos, y creando un nuevo orden mundial complejo y desafiante.

Esta nueva realidad ha llevado a que los Estados, incluyendo las superpotencias, busquen un reacomodo que les permita adaptarse y sobrevivir en este mundo de incertidumbres.

En el plano nacional el panorama no es menos desafiante. El próximo gobierno tendrá que lidiar con una desaceleración del crecimiento, un complicado déficit fiscal, con ingresos insuficientes, endeudamiento galopante, presiones inflacionarias y cambiarias, crisis en el sector de energía, y grandes déficits en educación, salud e infraestructura, entre otros desafíos complejos.

El precio de “aprender en el vuelo”

Y surge la pregunta obligada: ¿en manos de quién vamos a dejar el reto de enfrentar una de las etapas más complejas de nuestro país y de la humanidad? ¿a quién le daremos la responsabilidad de hacer las reformas y los cambios que produzcan un reacomodo inteligente que nos permita sobrevivir y salir airosos de estos desafíos sin precedentes.

Si algo debemos aprender de la advertencia del presidente Sanguinetti, es que gobernar una nación, especialmente en tiempos difíciles, no debe ser un espacio para “aprender en el vuelo” a costa de los ciudadanos.

Es un espacio para estadistas experimentados como el doctor Leonel Fernández, que no sólo es el más estudioso y actualizado líder con que cuenta el país, sino también el mayor activo probado para enfrentar los complejos desafíos internos, y para conectarnos al intrincado mundo multipolar y del conocimiento que se nos viene encima.

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