De Adriano a Zohran Mamdani
¿Qué significa que Zohran Mamdani haya estudiado lo que estudió? ¿Qué dice la luna creciente del sol a las seis de la mañana?
De Kareendi al Jefe Kihara,
El diablo en la cruz, Ngũgĩ wa Thiong’o.
El emperador romano Adriano, tercero de los metamórficos emperadores Ulpio Aelios, habitó el viaje como herencia heroica de una vida en movimiento, como movernos hoy de oficina en oficina: el tiempo que abarca el ser en movimiento es comprendido como el tiempo entre sus dilemas instantáneos y sus cotidianidades, donde es posible ser guion y actor, inventor e invertido, y dimensión histórica en transformación al mismo tiempo, con la sola salvedad de no darnos cuenta.
Incluso los más enfocados desconocerían la ciudadanía virtual que Roma no les otorgaría; apelando siempre al desvarío, serían papel de escritura de la retórica posverdadera de poseer un control: las imágenes formarían parte de un sistema de verdades donde la realidad se maneja desde la ficción, demostrando que hemos propuesto la primera carrera de un torneo humano hiperconectado verídico. Ahora cuerpo y tiempo se desplazan con suavidad por el mundo, y mente y cuerpo son el producto sólido de una realidad ciudadana universal, procesando datos desde una oficina de dimensiones nunca antes vistas.
La vuelta del revés de meta-Hollywood, como concepto o capa ulterior de los marcos dialécticos preestablecidos en los hemisferios de la cultura estadounidense hoy, juega un papel fundamental: móvil, líquido, animado en pantalla en tiempos irreales perfectos; pero factuales, reveladores y agitados justo a tiempo como gran migración metafísica.
La vuelta del revés de meta-Hollywood revela no solo el artificio, sino la economía afectiva que sostiene la ficción como régimen universal de inteligibilidad. Donde la imagen era un espejo, ahora es un operador ontológico: produce al sujeto y su campo perceptual en simultáneo. Lo que entendemos como realidad es apenas el residuo de un montaje perpetuo, una edición sin límites de cuerpos que creen moverse autónomamente.
En este orden, la narrativa ya no interpreta la historia: la distribuye y la asigna como función simbólica en un tablero imperial que sobrevive a sus propios imperios. Roma administraba cuerpos; meta-Hollywood administra imaginarios, y en ese tránsito la ciudadanía se transforma en una interfaz que traduce deseo en obediencia estética. El ciudadano deviene espectador, y el espectador, sin darse cuenta, deviene dato: una forma estadística de subjetividad.
Adriano recorrió fronteras para sostener una idea en expansión, nosotros recorremos pantallas que sostienen un mundo insinuadamente expandido. Las fronteras ya no son muros sino algoritmos; no separan territorios, sino percepciones. El viaje imperial es ahora inmanente, continuo, doméstico: todos somos administradores y administrados en un Estado apolíneo del sueño.
Lo que Zohran Mamdani sugiere como democracia es una reescritura del Estado, no como máquina de gestión, sino como matriz de consensos emergentes que incorpora las historias soterradas, las memorias subalternas y las temporalidades que el relato imperial oficial ha abandonado siempre.
“…and he beat them, he beat them easily” (…y les ganó, les ganó fácilmente), le comentó, entre otras cosas, Donald Trump a la prensa, junto a Mamdani. Sujeto y medio están ahora cambiando posiciones en un mundo caminando al continente humano: respirando, gozando y mirando porque nos dimos cuenta y nos salvamos.

