Una lectura de las “runas” de la guerra en Ucrania
Alastair Crooke.
Ilustración: imágenes de la guerra de Gunduz Aghayev, Azerbaijan.
Por democracia Biden quiere decir oligarquía. Y por ‘autocracia’ se refiere a los gobiernos que son suficientemente fuertes como para impedir que una oligarquía financiera se haga dueño del poder imponiendo las reglas neoliberales.
Por supuesto, el conflicto, a todos los efectos, está resuelto, aunque está lejos de terminar. Está claro que Rusia prevalecerá en la guerra militar, y también en la guerra política, lo que significa que cualquier cosa que surja en Ucrania después que se complete la acción militar será prescrita en los términos definidos por Moscú.
Para cualquier entendido está claro que el régimen en Kiev se derrumbaría si Moscú dicta los términos. Y, por otro lado, toda la agenda occidental, detrás del golpe de estado de Maidan en 2014, también se derrumbaría. (Esta es la razón por la cual una rampa de salida, salvo una derrota ucraniana, es casi imposible).
Este momento marca un punto de inflexión. Una opción estadounidense podría ser poner fin al conflicto – hay muchas voces que piden un acuerdo – o un alto el fuego, con la intención comprensiblemente humana de poner fin a la masacre sin sentido de jóvenes ucranianos enviados al «frente» – sin ninguna preparación-, simplemente para mantener la guerra.
Aunque racional, el argumento a favor de una rampa de salida pasa por alto el punto geopolítico más importante: Occidente está demasiado involucrado en una narrativa ficticia de un “inminente colapso de Rusia en el campo de batalla». No puede avanzar por temor a que la OTAN no esté a la altura de la tarea de enfrentarse a las fuerzas rusas (Putin ha señalado que Rusia ni siquiera ha comenzado a utilizar toda su fuerza). Y, por tanto, cerrar un trato, retroceder, sería perder la cara .
Y ‘perder la cara’ se asocia como una pérdida desastrosa para el occidente liberal .
Así, Occidente se ha convertido en rehén de un triunfalismo escandaloso. Haciéndose pasar por infowar Europa y EEUU escogieron un patrioterismo desenfrenado. Sin embargo, los asesores de Biden, al leer las runas de la guerra (con incesantes ganancias rusas) han comenzado a oler otra debacle de su política exterior .
Sus asesores ven eventos, que lejos de reafirmar el ‘Orden basado en reglas’, más bien ponen al descubierto los límites del poder de los Estados Unidos (aunque esta es una realidad Occidente todavía se niega a aceptar).
Además, la alianza occidental se está desintegrando a medida que se asienta la fatiga de la guerra y las economías europeas se enfrentan a la recesión. La tendencia instintiva contemporánea a decidir primero y pensar después (sanciones europeas) ha llevado a la Unión Europea a una crisis existencial.
El Reino Unido ejemplifica el atolladero europeo: la clase política del Reino Unido, asustada y en desorden, primero ‘decidió’ apuñalar a su líder, solo para darse cuenta después que no tenían un sucesor a mano capaz de escapar del fraude en que el gobierno conservador está atrapado.
No se atreven a perder la cara por Ucrania y no tienen una solución que haga frente a la recesión que se avecina (¿excepto un regreso al thatcherismo?). Y, lo mismo puede decirse de la clase política europea: son como ciervos enceguecidos por los faros de un vehículo que se aproxima a toda velocidad.
Biden y cierta trama que se extiende por Washington, Londres, Bruselas, Varsovia y los países bálticos ven a Rusia desde una altura de 30.000 pies. Según indican fuentes diplomáticas, Biden está en una posición equidistante entre dos tendencias peligrosas y ominosas que envuelven a Estados Unidos y a Occidente: el trumpismo en casa y el putinismo en el extranjero. Él cree que ambos presentan peligros para el orden liberal basado en reglas en el que su «equipo» cree apasionadamente.
Otras sectores, principalmente provenientes del campo realista estadounidense, no están convencidos con atacar a Rusia; para ellos, los «hombres de verdad se deben enfrentar a China». Estos personajes sólo quieren mantener el conflicto de Ucrania en un punto muerto,(más y más armas), mientras se activa el pivote contra China.
En un discurso en el Instituto Hudson, Mike Pompeo hizo una declaración de política exterior que claramente tenía la vista puesta en las elecciones de 2024. Aunque la esencia fue sobre China, lo que dijo sobre Ucrania fue interesante: la importancia de Zelensky para los EE UU + dependía de que este mantuviera la guerra (es decir, salvar la cara de occidente). No se refirió explícitamente a desplegar ‘botas en el terreno’, pero está claro que no abogó por dar ese paso.
Su mensaje fue armas, armas, armas a Ucrania y ‘en seguida ‘ girar hacia China AHORA. Pompeo insistió que Estados Unidos reconozca diplomáticamente a Taiwán, independientemente de lo que ocurra(es decir, independientemente de si esta acción desencadena una guerra con China). E incorporó a Rusia a la ecuación simplemente diciendo que Rusia y China deberían ser tratados como uno solo.
Sin embargo, Biden parece movido a dejar pasar el momento y continuar con la actual trayectoria . Esto es también lo que quieren los muchos cómplices del despilfarro. El punto es que las opiniones de Deep State están en conflicto, y los influyentes banqueros de Wall Street ciertamente no se han entusiasmado con las ideas de Pompeo; preferirían una desescalada con China. Por lo tanto, continuar con la guerra en Ucrania es la opción más fácil.
El punto aquí es que Occidente está completamente atascado: no puede avanzar ni retroceder. Sus estructuras políticas y económicas lo impiden. Biden está atascado en Ucrania; Europa está estancada en Ucrania y en su beligerancia hacia Putin; lo mismo le pasa al Reino Unido; y , además Occidente está estancado en sus relaciones con Rusia y China. Más importante aún, ninguno de ellos puede abordar las insistentes demandas de Rusia y China de una reestructuración de la arquitectura de seguridad global.
Si no pueden moverse en el plano de seguridad mutua, por miedo a “perder la cara”, no podrán entender ( o escuchar lo que dice Putin) que la agenda de Rusia va mucho más allá de la arquitectura de seguridad.
Al respecto, el experimentado diplomático indio MK Badrakhumar escribe :
Después de nacionalizar el gasoducto Sakhalin-2, Moscú también planea nacionalizar el proyecto de desarrollo de petróleo y gas Sakhalin-1 expulsando a los accionistas estadounidenses y japoneses. La capacidad de Sakhalin-1 es impresionante. Hubo un tiempo – antes que la OPEP + estableciera límites en los niveles de producción- los rusos extraían hasta 400000 barriles por día. Ahora el nivel de producción es de unos 220000 barriles por día.
La tendencia general a nacionalizar las participaciones de capital estadounidense, británico, japonés y europeo en los sectores estratégicos de la economía de Rusia se está cristalizando como la nueva política rusa. Se espera que la limpieza de la economía rusa – liberándola del capital occidental – se acelere rápidamente.
Moscú era consciente del carácter depredador del capital occidental en el sector petrolero de Rusia, un legado de la era de Boris Yeltsin, pero tuvo que vivir porque el gobierno no quería enemistarse con otros inversores occidentales potenciales. Pero toda esta política económica ya es historia. El deterioro de las relaciones con Occidente, hasta casi el punto de una ruptura, han liberado a Moscú estas tales arcaicas inhibiciones.
Después de llegar al poder en 1999, el presidente Vladimir Putin emprendió la tarea de limpiar los establos de Augias de la participación extranjera en el sector petrolero. El proceso de “descolonización fue insoportablemente difícil, pero Putin lo sacó adelante”.
Sin embargo, esto es solo la mitad. La otra mitad es la crisis económica. Putin ha sostenido en su último discurso que las elites políticas y económicas de Occidente son las responsables de su propia crisis inflacionaria y de su escandalosa deuda . Por tanto, dejemos que el profesor Hudson explique por qué gran parte del resto del mundo considera que Occidente ha tomado una camino equivoca que lo ha llevado a un ‘callejón sin salida’.
El profesor Hudson argumenta que existen esencialmente dos modelos económicos a lo largo de la historia mundial :
Por un lado, las sociedades del Cercano Oriente y Asia, organizadas para mantener el equilibrio y la cohesión social manteniendo las deudas y la riqueza mercantil subordinadas al bienestar general de la comunidad.
En efecto, todas las sociedades antiguas desconfiaban de la riqueza, porque esta riqueza acumulaba en pocas manos, a expensas de la sociedad en general, y conducía a la polarización social y a grandes desigualdades. Mirando el recorrido de la historia antigua, dice Hudson, se observa que el principal objetivo de los gobernantes, desde la lejana Babilonia, era evitar que surgiera una oligarquía mercantil y acreedora que concentrara la propiedad de la tierra en sus manos. Este es uno de los modelos históricos.
El gran problema de la deuda se resolvió en el Cercano Oriente , en la era de Bronce, con jubileos periódicos o cancelaciones masivas de las deudas del pueblo. Sin embargo, la civilización occidental históricamente no pudo resolver este asunto cardinal. No hemos sabido lidiar con una creciente dependencia de nuestras poblaciones empobrecida por las deudas.
Uno de los principios clave de Hudson es cómo China ha estructurado una economía de «bajo costo»: vivienda barata, educación, atención médica y transporte subsidiados. Dicho de otra manera; esto significa que a los consumidores chinos les sobra ingresos disponibles y China en su conjunto se vuelve poderosamente competitiva.
En contraste, el modelo financiarizado de la deuda de Occidente tiene un alto costo, con sectores de la población cada vez más empobrecidos y privados de ingresos disponibles, después de pagar los altos costos del servicio de la deuda.
En la antigua periferia occidental – que carecía de la tradición del Cercano Oriente y de Asia- , se permitió que una rica oligarquía acreedora tomara el poder y concentrara la propiedad de la tierra. A efecto de relaciones públicas, sus gobernantes aseguraron que ese sistema era una ‘democracia’ y que cualquier regulación gubernamental protectora de la población era una ‘autocracia’.
Este es el segundo gran modelo histórico, pero hoy con su exceso de deuda y una espiral inflacionaria, está atascado y, sin los medios para salir de una trampa económica autoimpuesta.
Este último modelo es lo que, precisamente, ocurrió en Roma. Y … todavía estamos viviendo en sus secuelas. Hacer que los deudores dependan de los acreedores ricos es lo que los economistas ahora llaman ‘mercado libre’. Un sistema sin frenos ni contrapesos constituido a favor de la desigualdad, el fraude y la privatización de lo público.
Esta ética neoliberal pro-acreedor, afirma el profesor Hudson, está en la raíz de la Nueva Guerra Fría. Como sabemos, cuando el presidente Biden describe el gran conflicto destinado a aislar a China, Rusia, India, Irán (y sus socios euroasiáticos) lo caracteriza como una lucha existencial entre la ‘democracia’ y la ‘autocracia’.
Por democracia Biden quiere decir oligarquía. Y por ‘autocracia’ se refiere a los gobiernos que son suficientemente fuertes como para impedir que una oligarquía financiera se haga dueño del poder imponiendo las reglas neoliberales. El ideal ‘democrático’ de Biden es hacer que el resto del mundo se parezca a la Rusia de Boris Yeltsin, donde los neoliberales estadounidenses tenían las manos libres para despojar a los rusos de toda la propiedad pública de la tierra, de los derechos mineros y de los servicios públicos básicos.
Pero, hoy lidiamos con tonos de gris: no existe un mercado verdaderamente libre en los EE UU; y China y Rusia son economías mixtas, aunque se inclinan por priorizar la el bienestar de la comunidad, en lugar de implementar políticas liberales y egoístas.
Este es el punto: la economía de Adam Smith más un individualismo cultural está arraigado en el espíritu de la sociedad occidental. No cambiará fácilmente. Sin embargo, la nueva política del presidente Putin de limpiar los Establos de Augías del ‘capital occidental depredador’ y el ejemplo dado por Rusia de su metamorfosis hacia una economía en gran parte autosuficiente, inmune a la hegemonía del dólar, es música para los oídos del Sur Global y para gran parte del Resto del Mundo.
Con el liderazgo conjunto de Rusia y China han desafiado el ‘derecho’ de Occidente a establecer reglas; monopolizar los medios de pagos (el dólar) como base para liquidar el comercio interestatal. Con los BRICS y SCO avanzado lento pero seguro los discursos Putin revelan una agenda revolucionaria contra el dominio occidental.
Queda un aspecto: cómo llevar a cabo una metamorfosis ‘revolucionaria’, sin incurrir a la guerra con Occidente. Estados Unidos y Europa están estancados. Son incapaces de renovarse, ya que las contradicciones políticas y económicas estructurales han bloqueado su paradigma económico. Entonces, ¿cómo ‘desatascar’ la situación, sin llegar a la guerra?
La clave, paradójicamente, puede residir en que Rusia y China comprendan en profundidad las fallas estructurales del modelo económico occidental. Occidente necesita una catarsis para salir de su atasco decimonónico. La catarsis la podría definirse como el proceso de liberación y, por lo tanto, un alivio a aquellas emociones fuertes que están asociadas a creencias económicas equivocadas y sin salida.
Sin lugar a dudas , para evitar la catarsis militar, Occidente deberá vivir una fuerte catarsis económica .
Será doloroso, sin duda, pero infinitamente mejor que una catarsis nuclear. Recordemos, por un instante, el final del poema de Constantino Cavafis
Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.
¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.
Alastair Crooke es diplomático británico senior
Fuente: Observatorio de la Crisis