Orinar

Por Miguel SOLANO

Aunque la ciencia confirma que viviendo entre nosotros hay unos 10 quintillones de virus, es decir, unos 100 millones de virus por cada estrella existente en nuestra galaxia, y que, probablemente, cada minuto por mi cuerpo pasan entre 80 y 100 millones de virus, hasta ahora yo he logrado sacarlos por los 411; y ellos se quedan allá, buscando el sol en la playa.
Mi interrogado método es todo sentido común. Al abandonar el universo de la cama preparo una taza de café, corto en pequeños pedacitos dos granos de ajo, endorso el oro negro con una cucharada de miel y me tomo mi ajo con café.
Luego, totalmente desnudo, me acuesto al sol durante 30 minutos: 15 minutos de cada lado. Entro al baño y le doy frescura a mi cuerpo. Entonces echo en la licuadora un guineo, canela, clavo dulce, una taza de jugo, un pedazo de jengibre y una manzana o una pera. Enciendo la licuadora y me tomo el licuado.
Ahí termina el proceso para darle a mi santuario el poder necesario para que mantenga incorruptible a la muralla blanca. Y el resultado a sido fenomenal: Ningún virus a podido desarticular mi sistema de defensa.
Sin embargo, la naturaleza es la naturaleza, la madre tierra y el padre cielo están correlacionado y cada cual encuentra la manera, la forma de como transferir y asimilar el poder del otro. Y uno y otra lo hacen cantándose … ¡que manera de quererte que manera!
Así, pues, que en mi espalda se desarrollo una enorme capacidad para asimilar la energía solar y mantenerla circulando por mi piel como corriente eléctrica. Yo pensé que la corriente se debía a la fuerza magnética y a la fuerza de gravedad circulando en la SolSéptima, mi oficina hogar.
Pero al bajar del séptimo piso y caminar en el suelo la corriente seguía circulando y aumentando en velocidad. Me quite lo zapatos y empecé a caminar descalzo para que el contacto con la tierra disminuyera la fuerza gravitacional y la energía atómica fuerte y la atómica débil operando en mi cuerpo compensaran los impactos.
No ocurrió como yo esperaba. La energía continuaba circulando y cada vez conquistando más espacio en toda mi piel. Hice otros ensayos. Me fui a la playa y nadé contra las olas, camine en el fuego de las arenas, tome de las manos a mi Anacaona y abrazado con el alma de la mar, con las fuerzas de Zeus, hicimos el amor.
No hubo cambio, la corriente no me abandono. Pensé que debía visitar al médico chino, pues estos casos tan desconectados no son para los médicos occidentales. El doctor KANG me llenó el cuerpo de agujas, pero estas empezaron a ponerse rojas, como encendiendo. Humo empezó a salir por todas y cada una de ellas. El doctor KANG vino con una toalla blanca y rápidamente las sacó de mi cuerpo descubriendo que todas estaban quemadas. ¿Puro accidente laboral?
Me preguntó que yo estaba haciendo. Le explique mi proceso.
— ¿Tú sabe que e’ fotosíntesis?
— Tengo una idea, pero si la ciencia ha descubierto algo nuevo.
— Sí, mucha cosa nueva, pelo sigue siendo como chino dijo hace cinco mil años. Fotosíntesis es el proceso en el cual la energía de la luz se convierte en energía química y crean moléculas de glucosa. Tú no tiene piel, tú tiene cascara. Tú se’ un caobo. Primer árbol que camina.
— Ah…, ahora lo entiendo.
— ¿Qué tú entiende?
— Que yo me tomo un vaso de agua y orino tres.

 

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