Muchas crisis de refugiados se pueden predecir, y podemos prepararnos para ellas
Xavier Devictor
Los desplazamientos de refugiados suelen manifestarse como “crisis”, es decir, acontecimientos imprevisibles que exigen respuestas de emergencia. En efecto, en Polonia, la llegada de millones de ucranianos en tan solo unas pocas semanas en 2022 fue un hecho único en 75 años que pocos podrían haber previsto un par de semanas antes.
Sin embargo, la mayoría de las situaciones de refugiados siguen un patrón.
En algunos casos, el desarrollo es lento. Los desplazamientos comienzan con una poca cantidad, pero no cuesta mucho predecir que aumentarán si las circunstancias en el país de origen no cambian o empeoran. Por ejemplo, durante cinco años, la salida de venezolanos aumentó gradualmente antes de acelerarse muy rápido después de 2018 (ver gráfico 1 [i]).
En otros casos, los movimientos de refugiados se caracterizan por fluctuaciones, lo que refleja la dinámica de las luchas en el país de origen: la sucesión de combates intensos y períodos de calma que caracterizan a muchos conflictos prolongados. A los países receptores les resulta difícil predecir el momento exacto de la próxima oleada de arribos, pero los riesgos suelen ser claros. El caso de los refugiados afganos en Pakistán (ver gráfico 2 [i]) o el de los refugiados somalíes en Kenya ilustran esos patrones.
Por último, algunos países se ven rodeados por situaciones de inestabilidad en las naciones vecinas. Por ejemplo, Chad. Según datos de ACNUR, desde 2002, se han registrado 22 episodios en los que más de 10 000 refugiados llegaron al país desde el este, oeste, sur y norte; este año, unos 500 000 refugiados arribaron desde Sudán. O Uganda, que ha recibido periódicamente refugiados de la República Democrática del Congo en el este y Sudán del Sur en el norte, año tras año. O Etiopía. Para estos países, recibir refugiados ya no es una crisis, es un problema crónico.
Si se pueden predecir algunos movimientos de refugiados, ¿cuáles son las consecuencias?
Por supuesto, el mejor curso de acción es trabajar en los países de origen para reducir la necesidad de que las personas huyan: acciones diplomáticas, de seguridad o de desarrollo que pueden ayudar a abordar las raíces de la fragilidad, el conflicto o la violencia, y lograr estabilidad y prosperidad. Sin embargo, aunque estos esfuerzos a veces tienen éxito, no siempre es así. Cuando no se obtienen buenos resultados, el desafío de los países receptores es proporcionar a los refugiados protección internacional de una manera que se minimicen los impactos negativos sobre ellos mismos. Aquí es donde una agenda de preparación se vuelve crucial.
Un programa de este tipo puede basarse en la experiencia adquirida en otros ámbitos. Por ejemplo, en el caso de los desastres naturales se ha pasado de la respuesta a la preparación en las últimas dos décadas y se han tomado medidas como modificar los códigos de construcción para que los edificios no se derrumben tan fácilmente y capacitar a equipos de emergencia para rescatar a las personas de manera más rápida cuando sea necesario. O en situaciones como las crisis alimentarias, la experiencia de Etiopía ilustra un cambio similar: el Programa de Protección Social Productiva, que financia obras públicas en regiones afectadas por la sequía, y este aumenta —o disminuye— según el lugar y el momento en que la sequía sea más grave.
¿Cómo podría ser una agenda de preparación para las crisis de refugiados? Para los actores humanitarios, ya está en marcha: el transporte previo de alimentos y artículos no alimentarios cerca de la posible situación de arribo de refugiados, la elaboración de listas de personal que pueda movilizarse rápidamente o el establecimiento de sistemas para solicitar fondos inmediatamente después de una crisis. Los Gobiernos receptores y sus asociados en el desarrollo deben comenzar a pensar en un sentido similar, teniendo en cuenta las circunstancias de cada país. Antes de que se produzcan los flujos de refugiados, se pueden tomar varias medidas, como:
- Pasar del Gobierno central al local la responsabilidad de las normas que rigen las transferencias fiscales, de modo que las autoridades municipales y locales tengan rápido acceso a financiamiento cuando su población aumenta, por ejemplo, para alojar a la población, recoger la basura generada o ampliar los servicios de salud y educación.
- Preparar el despliegue de funcionarios públicos y otros empleados del sector público en las zonas receptoras, de modo que este sea fluido e inmediato, por ejemplo, para vacunar a las poblaciones que llegan.
- Planificar el alojamiento de un gran número de personas en todo el país, porque una vez que las personas se han establecido en una zona en particular, es difícil reubicarlas: existe el elemento de la “dependencia de las trayectorias del pasado” donde la decisión inicial se mantiene. Si no se elige bien la ubicación, se producirán tensiones sociales y costos más altos.
- Adoptar políticas de acogida que puedan mantenerse en el tiempo, tanto en términos sociales como financieros, porque la mayoría de las situaciones de refugiados duran años, y a menudo décadas.
A medida que surgen nuevos conflictos en varias partes del mundo, debemos ir más allá de la mentalidad de respuesta a emergencias o crisis y comenzar a pensar en términos de preparación para eventos que con frecuencia, aunque no siempre, se pueden predecir.