A propósito del 116 aniversario del profesor Juan Bosch.
Por Farid Kury.
Juan Bosch no era joven cuando fundó el PLD. Tenía 64 años, y nunca le dio un centavo a nadie para defenderlo o apoyarlo. Se defendía él mismo, y nosotros lo defendíamos contra la legión de calumniadores. Nunca habló una mentira ni una verdad a media para agenciarse apoyos.
Siempre actuaba de frente, de cara al sol.
Siempre le dijo pan al pan y vino al vino, sin maquillajes y sin adornos. Nunca recibió un centavo del narcotráfico ni de nadie mal habido.
Siempre fue fiel a su ideología.
Siempre expuso su criterio sin miedo a nada y sin importarle que ganara o perdiera el poder.
Nunca sacrificó sus convicciones humanas ni políticas por los requerimientos tácticos de la política o del poder.
Para él, lo primero era ser honesto, ser «hombre entre los hombres», y no ser o no ser presidente de la República.
Cuando entendió que el partido grande, fundado por él, y por el cual había llegado al poder, había dejado de ser un instrumento al servicio del pueblo dominicano, lo abandonó sin nostalgias, sin lloriqueos y con la frente en alto.
Se marchó a fundar un partido pequeño, donde lo primero no era el poder por el poder mismo, sino servir y educar al pueblo.
Entonces fue atacado y calumniado, por dominicanos y extranjeros, despiadadamente.
Pero, nunca pudieron disminuir su figura ni su estatura política continental.
¿Por qué no pudieron destruirlo? Por una sola razón: tenía moral. Tenía estatura moral. Tenía ideas, pero sobre todo, autoridad moral.
Las ideas, en política, sin autoridad moral, no conducen a muchas cosas. Importa más la categoría moral del portador de las ideas que las ideas mismas.
La autoridad política viene dada por la autoridad moral. Ahí, en su moral, residían el poder y la base de su liderazgo. El liderazgo sin moral es efímero, no puede resistir los embates, cualquier viento se lo lleva.
La gente sabía que el profesor podía equivocarse, que era temperamental, que en ocasiones era intolerante, pero también sabía que era incorruptible, digno, y puntilloso con su moral.
Por eso, mereció siempre el respeto de los dominicanos.
Muchos fueron sus alumnos, pero no todos aprendieron la lección.
No todos comprendieron que el principal capital en política es la moral, que debe ser cuidada con uñas y dientes, porque cuando se pierde no se recupera.
Se puede perder el poder y volver a él, eso lo hemos visto muchas veces, pero cuando se pierde el poder, y junto al poder se pierde la autoridad moral, se vuelve una misión difícil recuperarlo.
En ese caso, el poder no se recupera, si no se recupera la moral, y para recuperar la autoridad moral, tendría que pasar mucho tiempo y un cambio de los actores. Hay que cambiar el protagonista de la película.
San Antonio, Texas
01/07/2025