Amarrando tripas

Por Lito Santana.

Ese día “Los Mellos” amanecieron “revueltos ”. Su abuela Martina no le pudo conseguir un poco de arroz con leche que había preparado su vecina Josefa.
Martina sabía la amenaza que ese disgusto de Los Mellos representaba, pero por más esfuerzo que hizo no pudo conseguir el arroz con leche que le reclamaban sus nietos.
Sucede que ese sabroso plato lo había preparado Josefa para el bautismo de su hijo y aparecieron tantos muchachitos, que cuando los anfitriones vinieron a levantar la cabeza, ya el caldero estaba vacío. Habían servido hasta el concón.
El brindis no alcanzó para todos y en esa lista de no afortunados estaban los nietos de Martina, que no se cansaron de andarle atrás para que le busque su arroz con leche.
Ellos apenas tenían nueve años, pero su energía era de unos muchachos de 14. Así, inconformes y bajo protestas tuvieron que acostarse. Para irse a la cama, aparentaron que ya estaban resignados ante todas las súplicas de su abuela que de mil maneras le prometió que al otro día le haría “ese bendito” arroz con leche que tanto deseaban.
Pero en realidad estaban furiosos y se prometieron vengar esa desatención que le habían producido al no cumplirles su deseo.
Por eso al otro día, tan pronto salió el sol, llamaron a su hermanita más pequeña, la que nació después de ellos, y que llamaban la “Dorzúa”, para hacerle una “bellaquería” a su abuela.
Tras explicarle a su hermanita el sufrimiento vivido la noche anterior, que era el motivo de su enfado, ella se negó a ser cómplice de sus planes.
“Dorzúa, como Abuela no nos consiguió arroz con leche anoche, vamos a amarrarle las tripas”, le propusieron a la niña, que de inmediato se negó a complacerlos. Pero fue tanta su insistencia, que al final la convencieron para llevar a cabo su hazaña.
Calladitos se levantaron los tres hermanitos y aprovecharon que Martina estaba colando el café en la enramada, que curiosamente estaba al frente de la casita, y no dentro, lo que les sirvió para salir sigilosamente al patio.
Tras unos minutos de gestos, intercambios de manos y palabras imposibles de entender, salió el más osado de los nietos y abrazó a su abuelita por el medio de la barriga. Dicen que sólo pasaron unos 30 segundos para que Martina sintiera una revoltura en el estómago y después un intenso dolor.
Aunque en principio Los Mellos y la Dorzúa disfrutaron estos síntomas, de inmediato se asustaron. “Abuela, qué le pasa”, le preguntó el más tímido de Los Mellos.
“Ay mis hijos, tengo un dolor que creo se me van a romper las tripas”, les contestó Martina a sus nietos.
Sin pensarlo dos veces los muchachos salieron huyendo para el patio e hicieron el mismo proceso que utilizaron cuando le amarraron las tripas a su abuela, sólo que en esta ocasión fue a la inversa.
Para su agrado, cuando volvieron donde su abuela, que ya había terminado de colar el café, la encontraron sana y silbando esa canción de cada mañana cuando con tanto amor le colaba el café a su querido marido.

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