¡Aniquilemos al dirigente!… perdón, al disidente.
Por: Luis Córdova
Existe una idea romántica de la gratitud que, si bien hace justicia para el buen cristiano, en cuanto a la política no garantiza la salvación.
Latinoamérica, en sus recientes procesos democráticos, ha sido escenario de la irrupción electoral de nuevas formas de conquistar el favor de las mayorías: las antiguas plataformas quebraron y los movimientos (en realidad los candidatos), aprovechando coyunturas, han terminado siendo electos.
Estamos ante la posible aniquilación del dirigente tal y como lo hemos concebido hasta ahora.
Se parte de una visión distinta: el reconocimiento a lo que se ha hecho no es lo determinante sino quién pueda ofrecer qué en la próxima conquista electiva.
En esa lógica se ha actuado siempre, solo que ahora ponemos nombres y apellidos y las redes sociales nos recuerdan palabras, gestos y respaldos que pesan mucho cuando se pasa balance a la conveniencia de tener tanta disidencia en las instancias de poder.
Se gana con armonía, con coherencia discursiva. Esa es la dinámica que hace exitosas las campañas con nuevas agrupaciones en el mundo.
¿Funcionará en dominicana? Nadie se desespere, ya lo veremos.