Coherencia, integridad e institucionalidad: objetivos comunes

Por Cándido Mercedes. Danilo Medina preguntó “cuál corrupción. Yo le he dicho a ellos que me digan cual es la corrupción”. La tenía entre sus familiares y en el propio Palacio, cerca de su espalda. Hubo una verdadera cleptocracia.

 “La verdadera integridad es hacer lo correcto, sabiendo que nadie sabrá si usted lo hizo o no”.  (Oprah Winfrey).

Es penoso como los actores públicos, mayormente políticos, actúan sin coherencia y menos aún, sin integridad, teniendo como norte la base esencial del verdadero desarrollo de un país: la institucionalidad. Coherencia, integridad e institucionalidad deberían ser los elementos esenciales de los objetivos comunes de todo aquel que quiera servir a su nación. De nada sirve el talento si no va asociado, acompañado al comportamiento.

La coherencia ha de ser el espacio original de todo actor político, pues es el cuerpo sustancial de la confianza y de la credibilidad. Es el sostén que mantiene a un ser humano en el tiempo. Es el activo que actúa en función de los intereses colectivos. Aquel que se mira en el espejo como testigo fiel de que sus decisiones no constituyen el corpóreo de los cálculos fríos, de los intereses personales y particulares, sino el eje transversal que ha de correlacionar sus decisiones.

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