Comunicar con poesía
Luis Delgado Arria
Universidad Internacional de las Comunicaciones
Comunicar es poner algo que antes fue común, nuevamente en común. Es poner en comunidad. Es poner en humanidad. Es poner en comunión. Es poner en comuna. Hacer poesía es lo mismo.
Comunicar es poner en tela de juicio todo lo injusto, lo inhumano, lo biocida. Y es alimentar una revolución simultáneamente personal y acomunada y política y cultural de una manera permanente. Hacer poesía es lo mismo.
Comunicar es construir hermosos puentes entre hombres y mujeres, adultos y niños, pueblos y otros pueblos, lenguas y otras lenguas, generaciones pasadas, presentes y futuras. Y es ayudar a demoler los muros tan altos como absurdos que nos separan. Comenzando por derribar los muros de la violencia y de la guerra. Hacer poesía es lo mismo.
La poesía ―decía Joaquín Sabina―”huye de los libros para anidar extramuros, en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura. Donde no suele cobijarse nunca la poesía es en el verbo de los subsecretarios, de los comerciantes o de los lechuginos de televisión.” La verdadera comunicación es lo mismo.
La comunicación brota y vive en y para la calle, en y para el recogimiento, en y para la práctica de la ética. Al comunicarnos efectiva, esto es, entrañablemente, sorteamos todas las pesadillas y realizamos todos los sueños presentes y pretéritos. Hacer poesía es lo mismo.
Al igual que la buena poesía, la buena comunicación es sacar del olvido a quienes han sido y son lanzados a los escombros de la historia y a las inmundicias de la dominación política, la explotaciión económica y la negación cultural.
Hacer poesía ―según creía Lorca― «es unir palabras y sentimientos, ideas y sueños que uno nunca creyó que pudieran juntarse para formar algo así como un misterio». Comunicar también es unir palabras y sentimientos, ideas y sueños para ingeniar juntos el misterio de un destino común genuinamente digno, natural y humano.
“Sé la verdad pero no puedo razonar la verdad. El inapreciable don de comunicarla no me ha sido otorgado” decía con cierta tristeza Jorge Luis Borges en uno de sus relatos. El juglar argentino quería indicar que hay en toda verdad humana un fondo inexpugnable de infinito, solamente accesible desde los lances al vacío del amor, de la sedición y del arte de la produción de una plenitud humana de la que hemos sido expatriados.
“Aquel que combate monstruos debe tener cuidado de no convertirse en uno” nos advertía Friedrich Wilhelm Nietzsche. Comunicar y poetizar humana y revolucionariamente es, además, tener siempre este cuidado.