¿Cuál es el problema de las pensiones?
Michael Roberts.
Traducción: G. Buster.
La opción francesa para las pensiones estatales es elevar la edad de jubilación para que la gente tenga que trabajar más tiempo. Y eso incluye a aquellos que hacen un trabajo duro, físico o mental, estresante que no se puede realizar durante más de unas pocas décadas, en el mejor de los casos. Algunos podrían decir que incluso 64 años está bien porque en muchos países la edad de jubilación es mucho más alta (67 años en el Reino Unido). Pero la mayoría de los franceses no están de acuerdo. Para ellos, la edad de jubilación fue un derecho que costó mucho ganar, junto con mejores servicios sociales que la gente no quiere perder.
Las recientes manifestaciones masivas contra la reforma de las pensiones de la administración Macron en Francia revelan los decididos intentos de los gobiernos procapitalistas en todas las principales economías de recortar los salarios reales cuando somos viejos y ya no podemos trabajar.
El gobierno de Macron ha forzado por decreto una «reforma» que eleva la edad de jubilación de 62 años a 64 años. En España, donde la edad de jubilación se ha fijado en 65 años durante décadas, el gobierno está optando por una solución alternativa para el llamado problema de las pensiones. Va a aumentar las contribuciones de los ingresos de los más jóvenes con ingresos más altos para pagar a los jubilados mayores.
Las pensiones son realmente salarios diferidos, deducciones de los ingresos del trabajo para pagar un ingreso decente cuando la gente se jubila. Después de décadas de trabajo (y explotación), los trabajadores, hombres y mujeres, deberían tener derecho a no trabajar y disfrutar de la última década más o menos de la vida sin ser pobres. Literalmente, se lo han ganado. Pero el capitalismo en el siglo XXI no puede «permitirse» pagar unos ingresos decentes en la forma de pensiones estatales cuando los trabajadores se jubilan. ¿Por qué? Los argumentos convencionales son varios.
En primer lugar, las tendencias demográficas, particularmente en las economías capitalistas avanzadas, significan que más personas están llegando a la edad de jubilación y menos personas están en edad de trabajar. Por lo tanto, el argumento es que unos «índices de dependencia por edad» más altas significan que los que trabajan tienen que pagar más en impuestos por los que no están trabajando. Por ejemplo, en España hay tres personas en edad de trabajar por cada pensionista; para 2050 esa relación de dependencia será de solo 1,7 a uno.
El segundo argumento es que la esperanza de vida ha aumentado tanto y la gente está mucho más sana, que los «años de brecha» entre dejar de trabajar y la muerte han aumentado demasiado. Por ejemplo, la esperanza de vida en España es de 83, una de las más altas del mundo. Así que la gente debería trabajar más tiempo para reducir esa brecha hasta donde estaba antes.
La cruel ironía es que los recortes de pensiones que los gobiernos francés y español buscan imponer por razones demográficas están teniendo lugar cuando la esperanza de vida en las principales economías ha comenzado a caer. En la primera década de este siglo, la esperanza de vida aumentó casi tres años cada década. Pero ahora la esperanza de vida en la jubilación es dos años menos de lo esperado.
Esperanza de vida media mundial (años al nacer)
https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/padr.12477
Y lo que se ignora es la enorme disparidad en la esperanza de vida entre las personas de bajos ingresos que se jubilan y son muy dependientes de las pensiones estatales y las personas más acomodadas con pensiones adicionales de las empresas. Por ejemplo, casi ocho años separan la esperanza de vida de los jubilados que viven en zonas exclusivas de Londres como Kensington y Chelsea de los que viven en Glasgow. Un hombre de 60 años en la ciudad escocesa podría vivir otros 19 años. Para su contemporáneo londinense ese período se eleva a 27 años. En ambos lugares, las mujeres viven casi tres años más que los hombres. De hecho, la caída de la esperanza de vida en el Reino Unido ha obligado al gobierno a retrasar hasta 2026 la elevación de la edad de jubilación (ya en 67 años) a 68 años.
Y el tercer argumento es el coste para el erario público. El argumento es que demasiado dinero público va a los pensionistas, lo que reduce los fondos disponibles para otros servicios y beneficios públicos importantes. Los gobiernos se ven obligados a tener déficits presupuestarios que aumentan la deuda pública y, por lo tanto, aumentan los costes de interés que a su vez afectan al gasto público. Es cierto que las pensiones en Francia son más altas que en la mayoría de los demás países de la UE. Y el promedio neto de ingresos previos a la jubilación de España, del 80 %, está en realidad por delante del 74 % de Francia y de la media del 62 % en la OCDE.
Pero, ¿significa eso que el objetivo debería ser «nivelar por lo bajo» las pensiones a las del Reino Unido, por ejemplo, que tiene una de las pensiones estatales más bajas en relación con los ingresos medios de la OCDE? ¿No debería ser objetivo «subir de nivel»?
Y el déficit de las pensiones en Francia es pequeño en comparación con el coste de las medidas introducidas en respuesta a la pandemia (165 mil millones de euros) y el shock energético (alrededor de 100.000 millones de euros), así como con los compromisos del presidente Macron de invertir más en energía nuclear (50.000 millones de euros) y defensa (100 mil millones de euros para 2030).
Sin embargo, los economistas siguen viendo el «problema de las pensiones» como la causa del gasto y de los déficits excesivos del gobierno. Así lo plantea uno de esos análisis para apoyar el ataque de Macron a las pensiones estatales francesas. «La reforma de las pensiones de Francia, centrada en prolongar la edad de jubilación de 62 a 64 años, debería garantizar el reequilibrio progresivo del sistema de pensiones para 2030, dadas las tendencias demográficas desfavorables y un déficit cada vez mayor. La reforma envía una fuerte señal a los socios europeos y a las instituciones internacionales de la intención de Francia de preservar la sostenibilidad fiscal a medio plazo e introducir reformas del lado de la oferta». Es decir, para animar a los demás a bajar el nivel.
Del mismo modo, el periódico de estrategia capitalista, el Financial Times del Reino Unido, califica la medida de Macron de «indispensable».
Rellenar un agujero en el sistema de pensiones es un indicador de credibilidad para Bruselas y para los mercados financieros, que de nuevo están penalizando la falta de disciplina». El FT continuó: «Si no cambia, el sistema de pensiones (francés) tendrá déficits anuales de entre el 0,4 por ciento y el 0,8 por ciento del producto interior bruto durante el próximo cuarto de siglo; (hay escenarios más benignos de equilibrio, pero estos suponen un milagro de productividad). No es un agujero catastrófico: la contribución mínima para una pensión completa ya es bastante exigente a los 41,5 años, y está subiendo a 43, incluso si una edad de jubilación de 62 años parece generosa. Sin embargo, es un agujero que hay que llenar.
Aquí hay dos cosas. ¿Así que este agujero de déficit (no tan grande) tiene que ser llenado? Incluso si aceptamos que fuese necesario, ¿por qué tiene que llenarse obligando a la gente a trabajar más tiempo o a hacer contribuciones más altas con sus salarios ahora para pagar las pensiones más tarde? Y también, tenga en cuenta que «hay escenarios más benignos, pero suponen un milagro de productividad». Y este es el quid del «problema de las pensiones». Sin reconocerlo, el FT desvela la falsedad de los argumentos convencionales.
Hace diez años, llamé a la «crisis de las pensiones» (sí, ya se discutía entonces) un mito. Y lo expliqué de esta manera:
Hay suficientes recursos si están adecuadamente organizados y plenamente utilizados. Es tanto una cuestión política como de organización económica. ¿Un país quiere usar sus recursos para que la gente pueda dejar de trabajar a la edad de 60 o 65 años y tener suficientes ingresos para vivir con una comodidad razonable, o no? Se puede hacer.
Depende de dos cosas: en primer lugar, que la economía cree suficientes recursos y crezca lo suficiente para atender a su población de edad avanzada, que también puede crecer como porcentaje de la población. Y en segundo lugar, dados los recursos finitos, se pueden proporcionar pensiones decentes eliminando otros usos de los ingresos del gobierno, es decir, como rescatar a los bancos; aumentar el gasto en armas; más subsidios para que las corporaciones privadas inviertan en combustibles fósiles; y ayudas fiscales para las personas con mayores ingresos y las corporaciones, etc.
No es una elección entre buenas pensiones o un buen servicio de salud o un buen sistema educativo. Hace diez años, mostré que solo un aumento sostenido del 1% pt en el PIB real medio per cápita en las principales economías podría proporcionar suficientes ingresos adicionales a los gobiernos para mantener fácilmente los niveles de pensiones y sus condiciones actuales ahorrando algo. Y eso sería sin cambiar el gasto de dinero público en defensa (que aumentará en todas las economías de la UE hasta al menos un 2 % del PIB anual) o perseguir los paraísos fiscales y el fraude fiscal de las empresas y los individuos ricos que hacen perder a los gobiernos hasta en un 10 % de sus ingresos fiscales cada año.
Y subrayo la palabra «sostenido» en el aumento sostenido en el crecimiento real del PIB. Cada 8-10 años, las economías capitalistas tienen caídas en la producción y la inversión que afectan significativamente los ingresos del gobierno y a menudo conducen a rescates sustanciales de bancos y multinacionales, reduciendo aún más los ingresos para pagar los servicios públicos y las pensiones. Una economía planificada, donde la producción no se base en la rentabilidad y no esté sujeta a crisis regulares y recurrentes, pronto podría «permitirse» pensiones decentes.
En cambio, en el siglo XXI, las economías capitalistas están experimentando una desaceleración del crecimiento económico y ya tres crisis, con la perspectiva de otra en este momento. El Banco Mundial acaba de publicar un informe realmente impactante sobre las perspectivas de la economía mundial para el resto de esta década. El Banco considera que la tasa máxima de crecimiento a largo plazo del mundo caerá a un mínimo de tres décadas para 2030. Entre 2022 y 2030, se espera que el crecimiento promedio del PIB mundial potencial disminuya en aproximadamente un tercio desde la tasa que prevaleció en la primera década de este siglo, hasta el 2,2 % anual. Para países como Francia, la tasa de crecimiento estará muy por debajo del 2 %, de hecho, solo el 1,2 % anual.
Dado que la población en edad de trabajar en Francia, al igual que en muchas otras economías avanzadas en el Norte Global, está a punto de caer aún más en esta década, el crecimiento depende de una mayor productividad de una fuerza de trabajo menor (a menos que los gobiernos obliguen a las personas a permanecer en el trabajo más tiempo o a trabajar más horas). Pero el crecimiento de la productividad se está desacelerando hasta casi un goteo a medida que se estanca la inversión en sectores de creación de valor de las economías. Por lo tanto, es poco probable que el aumento de la productividad compense la disminución de la fuerza de trabajo.
Y la privatización de las pensiones no es ninguna solución. Los planes de pensiones de empresa ya no satisfacen las necesidades de los trabajadores. En primer lugar, los administradores de pensiones privadas cobran un tanto por ciento considerable como tarifa para la gestión de los fondos de pensiones.
En segundo lugar, estos gestores de inversiones no pueden ofrecer rendimientos suficientes al invertir en acciones y bonos, por lo que los fondos de pensiones privados a menudo entran en déficit. Y los administradores de fondos de pensiones recurren a inversiones arriesgadas para tratar de aumentar los rendimientos. Lo que puede conducir a crisis y pérdidas, por ejemplo, la fusión de los fondos de pensiones del Reino Unido en los llamados planes de «inversión impulsada por la responsabilidad» (LDI) el año pasado, cuando los rendimientos de los bonos se dispararon, lo que obligó al Banco de Inglaterra a proporcionar un crédito de emergencia de 65.000 millones de libras esterlinas.
Y en tercer lugar, la mayoría de los planes privados ya no son «salario final», es decir, pensiones basadas en su salario cuando se jubila, sino en la cantidad de contribuciones que hace de sus salarios en el tiempo, y por lo tanto depende de que los administradores de fondos de pensiones inviertan sabiamente. Los planes de pensiones privados son una estafa, y de todos modos, la mayoría de los trabajadores no tienen uno.
La opción francesa para las pensiones estatales es elevar la edad de jubilación para que la gente tenga que trabajar más tiempo. Y eso incluye a aquellos que hacen un trabajo duro, físico o mental, estresante que no se puede realizar durante más de unas pocas décadas, en el mejor de los casos. Algunos podrían decir que incluso 64 años está bien porque en muchos países la edad de jubilación es mucho más alta (67 años en el Reino Unido). Pero la mayoría de los franceses no están de acuerdo. Para ellos, la edad de jubilación fue un derecho que costó mucho ganar, junto con mejores servicios sociales que la gente no quiere perder.
Como lo resume un sociólogo francés:
Durante 40 años, los sucesivos gobiernos han estado pidiendo al pueblo francés que acepte ‘reformas’ que reduzcan los derechos sociales. Estas ‘reformas’ han degradado los servicios públicos de salud, educación, transporte, etc., al tiempo que erosionan el poder adquisitivo y empeoran las condiciones de trabajo… Los franceses están hartos.
*Michael Roberts es un economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.
Fuente original: Blog de Michael Roberts
Fuente tomada: Sin Permiso