¿Democracia sin disenso?, imposible

César Pérez

Quien disiente suele ser percibido como un “peligro” actual o virtual. Eso no es privativo de este país, siempre ha sido así a lo largo de toda la humanidad.

Muchos son los textos donde afirma que en casi todo el mundo se vive la época del consenso. Pero, es igualmente vasta la cantidad de aquellos en que se afirma que vivimos una deriva hacia diversas formas de conservadurismo, impulsada por unas fuerzas/ideas que por momentos se pensaba que estaban definitivamente sepultadas en los meandros del tiempo. El consenso constituye un ideal, una aspiración para alcanzar una herramienta que guíe las relaciones intergrupales e interpersonales en todas las esferas de la sociedad, en breve, es un ideal de convivencia democrática. Pero la deriva antidemocrática, que sofoca todo disenso, es una realidad actualmente identificable en prácticamente todas las colectividades sociales y políticas.

 

La expansión del pensamiento conservador y de derecha es indiscutible, y en su rechazo a cualquier forma de disenso poco se diferencia de algunos que dicen ser sus antípodas. En ese sentido, resulta incomprensible la actitud de muchos, colectivos e individuos, que se reclaman defensores de los valores básicos de la democracia que no toleran las posiciones divergentes. Y no sólo eso, sino que persiguen a quienes disienten de las posiciones de mayoría, excluyéndolos de todo espacio donde se toman decisiones claves, tanto en la dirección del colectivo a que pertenece y más aún si del ejercicio del poder se trata. De ahí la peligrosidad de la fuerza del pensamiento conservador que, como un fantasma recorre el mundo y sin que se avizores cómo y cuáles fuerzas le pondrán freno.

 

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